Índice
- 1 Resumen
- 2 Introducción
- 3 Objetivos de la investigación
- 4 Marco teórico
- 5 Violencia de género
- 6 Masculinización de la obstetricia durante la Historia
- 7 Violencia obstétrica
- 8 Consecuencias de la violencia obstétrica
- 9 Cuantificar la violencia obstétrica
- 10 África del oeste y la violencia obstétrica
- 11 Metodología y plan de trabajo utilizados
- 12 Proceso de parto
- 13 Centros sanitarios
- 14 Resultados de violencia obstétrica física
- 14.1 Episiotomía
- 14.2 Tactos vaginales
- 14.3 Maniobra de Kristeller
- 14.4 Cesárea
- 14.5 Uso de instrumental: fórceps, ventosa o espátula
- 14.6 Rasurado del vello púbico
- 14.7 Administración de oxitocina sintética
- 14.8 Administración de analgésicos y otras técnicas para disminuir el dolor
- 14.9 Posición de litotomía obligatoria
- 14.10 No permitir posturas antiálgicas fuera de la cama: levantarse y caminar, posición en cuclillas…
- 14.11 No suministrar bebida o comida durante el proceso del parto
- 14.12 Negarse a atender a la parturienta
- 14.13 Trato irrespetuoso o humillante. Juicios de valor, críticas, comentarios vejatorios
- 14.14 Gritarle a la parturienta
- 14.15 Negar a la mujer el acompañamiento por parte de una persona de su elección durante el parto
- 14.16 Carencia de privacidad, varias mujeres pariendo a la misma vez en la misma sala
- 14.17 No proporcionar información sobre el proceso o intervenciones. El consentimiento informado
- 14.18 No solicitar permiso para la realización de tactos vaginales u otras intervenciones
- 14.19 No proporcionar información sobre el/la recién nacido/a
- 14.20 Ignorar el miedo de la parturienta
- 14.21 Ignorar el dolor de la parturienta
- 14.22 No sentirse comprendida por parte del personal sanitario, trato frío y no empático
- 14.23 No permitir el “piel con piel”
- 14.24 No propiciar la lactancia materna o preguntar a la madre sobre el tipo de lactancia que va a proporcionar
- 14.25 Dar biberón sin preguntar previamente a la madre
- 15 Satisfacción con el parto
- 16 Discusión
- 17 Limitaciones
- 18 Conclusiones
- 19 ANEXOS
- 20 Anexos – Estudio cualitativo sobre la violencia obstétrica en Senegal.pdf
- 21 Referencias bibliográficas
Incluido en la revista Ocronos. Vol. V. Nº 6–Junio 2022. Pág. Inicial: Vol. V; nº 6: 120
Autor principal (primer firmante): Ana González Licerán
Fecha recepción: 23 de mayo, 2022
Fecha aceptación: 19 de junio, 2022
Ref.: Ocronos. 2022;5(6): 120
Autora:
Ana González Licerán
Resumen
El parto es un momento de gran vulnerabilidad para las mujeres. Durante el proceso del parto, las mujeres se encuentran en una posición de inferioridad ante los profesionales de la salud, a quienes se les legitima cualquier tipo de acción o intervención hacia ellas. Estas intervenciones, en muchas ocasiones no respaldada por la evidencia científica, se realizan bajo la premisa de que el sometimiento de las parturientas a la autoridad médica es inherente al momento del parto.
La violencia obstétrica supone un grave problema de alcance mundial, que ha permanecido invisible durante siglos, a causa de un sistema patriarcal que la ha negado y utilizado como instrumento para perpetuar la violencia contra las mujeres. Hace apenas unos pocos años, se comenzó a tomar conciencia y a escuchar a mujeres de diferentes países hablar de sus partos como experiencias negativas cargadas de un trato irrespetuoso y humillante, así como, de intervenciones innecesarias.
En el año 2019 la Organización de Naciones Unidas define el término de violencia obstetra, como una forma más de violencia de género, caracterizada por una medicalización y una patologización excesiva de la sexualidad y reproducción del cuerpo femenino. En la violencia obstétrica, la experiencia de la maternidad se establece como una cuestión de relaciones de poder (biopolítica), cuyo fin es la obediencia y sumisión de los cuerpos femeninos.
La violencia obstétrica resulta ser un concepto novedoso, de un viejo problema, el cual radica en un trato deshumanizado, contrario a los derechos de la salud reproductiva de las mujeres, y todavía invisibilizado en muchas sociedades. Actualmente, en muchos países como Senegal, aún no se dispone de un registro de datos que contemple la incidencia de este problema.
Por ello, mediante este estudio de enfoque cualitativo, se pretende analizar las experiencias de partos de mujeres senegalesas, en busca de indicios de violencia obstétrica, considerando el patrón cultural y el contexto sanitario propio del país. Con este fin, la recogida de datos, se desarrolla mediante la realización de entrevistas semi- estructuradas desde una perspectiva fenomenológica y de género, centrándose en la exploración de las vivencias de las mujeres que han sufrido violencia obstétrica.
Las conclusiones revelan la existencia de violencia obstétrica en los paritorios senegaleses, de mayor contenido psicológico que físico, exacerbada por un entorno sanitario limitado en recursos y condicionada por las creencias culturales del país
Palabras clave: violencia obstétrica, violencia de género, partos, trato irrespetuoso y humillante, intervenciones innecesarias, patologización.
Abstract
Childbirth is a time of great vulnerability for women. During the birthing process, women find themselves in a position of inferiority before health professionals, who legitimise any kind of action or intervention towards them. These interventions, often unsupported by scientific evidence, are carried out under the premise that the submission of women in labour to medical authority is inherent to the moment of childbirth and, in turn, confers some protection to their newborns.
Obstetric violence is a serious global problem that has remained invisible for centuries because of a patriarchal system that has denied it and used it as a tool to perpetuate violence against women. Only a few years ago, women in different countries began to speak of their births as negative experiences fraught with disrespectful and humiliating treatment and unnecessary interventions. However, it was not until July 2019 that the United Nations defined the term obstetric violence (created in 2007 in Venezuela) as another form of gender violence, characterised by an excessive medicalisation and pathologisation of the sexuality and reproduction of the female body. In obstetric violence, the experience of motherhood is established as a question of power relations (biopolitics), whose aim is the obedience and submission of female bodies.
Obstetric violence turns out to be a novel concept of an old problem, which lies in a dehumanised treatment, contrary to women’s reproductive health rights, and still invisible in many societies. Currently, in many countries such as Senegal, there is still no data on the incidence of this problem.
Therefore, this qualitative study aims to analyse the birth experiences of Senegalese women, looking for signs of obstetric violence, considering the cultural pattern and the health context of the country. To this end, data collection is carried out through semi- structured interviews from a phenomenological and gender perspective, focusing on the exploration of the experiences of women who have suffered obstetric violence.
The conclusions reveal the existence of obstetric violence in Senegalese delivery rooms, which is more psychological than physical, exacerbated by a health care environment with limited resources and conditioned by the cultural beliefs of the country.
Key words : obstetric violence, gender-based violence, childbirth, disrespectful and humiliating treatment, unnecessary interventions, pathologisation.
Introducción
En los últimos años la preocupación por la violencia obstétrica ha ido emergiendo y adquiriendo firmeza, trasladándose con notoria dificultad del ámbito feminista al campo sanitario, con la finalidad de devolverles a las mujeres su protagonismo y respeto robados en el momento del parto.
Con anterioridad al siglo XV los partos acontecían en el ámbito privado bajo la asistencia de comadronas, quienes atendían tanto a las embarazadas como a las parturientas y a los/as recién nacidos/as. A lo largo del tiempo a estas parteras, mujeres sabias y respetadas por su comunidad, se les arrebató su importancia y prestigio, a la vez que se fueron acotando las funciones del rol femenino al momento del parto, desarrollándose un nuevo modelo de atención al parto que se iría estableciendo como una herramienta de poder en el ejercicio del control social a través de una sociabilización y biopolitización del cuerpo femenino (Foulcault, 1977).
En este modelo emergente y actual, conocido en la antropología de la salud como modelo médico hegemónico, caracterizado (entre otros elementos) por una patologización de los partos, los profesionales sanitarios son quienes, amparados bajo un sistema sanitario (androcéntrico) que legitima sus acciones, van a determinar los partos de las mujeres, situando a las parturientas en un rol pasivo y secundario. El parto se mecaniza y se supedita a decisiones facultativas tomadas con base en premisas de seguridad y de un desenlace positivo, minimizando el factor emocional de las mujeres y excluyendo sus opiniones.
De manera que, con el paso de los siglos se ha ido restando importancia a este momento tan trascendental y puramente femenino, convirtiéndolo en un acto controlado por lo masculino bajo la justificación de un acceso al conocimiento científico exclusivo de los hombres, de una falta de competencias femeninas y de un sistema médico hegemónico, donde la mujer ha pasado a ser una simple espectadora.
La violencia obstétrica pretende visibilizar una realidad tabú que hasta hace muy poco ni siquiera existía, pues no fue hasta el 2014 cuando la Organización Mundial de la Salud (OMS) emitió la declaración “Prevención y erradicación de la falta de respeto y el maltrato durante la atención del parto en centros de salud”, donde manifestaba su preocupación por esta problemática global que se cierne sobre todas las mujeres. Dicha problemática se postula de manera independiente de la situación socioeconómica de las mujeres, pues, aunque las condiciones de pobreza van a incrementar los casos de violencia de género, los datos revelan que las embarazadas con más recursos, también sufren dichas prácticas violentas (OMS, 2014). No obstante, la Organización de Naciones Unidas esperó hasta el 14 de julio del 2019 para emitir el informe “Enfoque basado en los derechos humanos del maltrato y la violencia contra la mujer en los servicios de salud reproductiva, con especial hincapié en la atención del parto y la violencia obstétrica”. En dicho informe, se reconocía la existencia (y el término) de la violencia obstétrica internacionalmente, analizando sus causas y consecuencias, junto con una serie de recomendaciones a los Estados.
La preocupación por un parto donde se respete a las mujeres está en aumento, pudiéndose encontrar cada vez más un mayor número de mujeres que relatan las experiencias de sus partos. Basta con buscar en internet y se encuentran con facilidad blogs, foros… con narraciones de partos de lo más variados: rápidos, lentos, instrumentales, vaginales, cesáreas, en hospitales, en domicilios… En muchos de estos relatos, se comparte un denominador común: “un trato irrespetuoso y ofensivo hacia las mujeres durante el parto” (OMS, 2014), derivado de una violencia invisible que a regañadientes se está mostrando en el seno de una sociedad patriarcal. Estas mujeres piden que dicha violencia sea reconocida y erradicada, una violencia de la que “se desconoce su prevalencia e impacto en la salud, bienestar y elecciones de las mujeres” (OMS, 2014).
Resulta habitual escuchar ante un parto complicado: “lo que importa es que todo ha salido bien, madre e hijo/a están bien”, previo a un olvido selectivo y una minimización de lo acontecido. Tras el nacimiento, las intervenciones sobre las parturientas dejan de ser importantes, independientemente de si han sido violentas o no; una cesárea o una episiotomía sin consentimiento de la mujer, la administración de oxitocina sintética sin la explicación reglamentaria, unas contracciones en las que por mandato hay que soportar el dolor y no gritar mucho para no molestar, el trato pueril, la falta de interés por disminuir los niveles de ansiedad cuando el miedo frente al dolor es intenso o la incertidumbre ante unos acontecimientos donde la opción de la muerte está presente…. Pues no, para muchas mujeres no siempre ni se olvida, ni todo vale. Muchas mujeres recuerdan sus partos como algo traumático y no lo olvidan; de hecho, alguna, de las afortunadas que han podido decidir tras haber sufrido un parto traumático, no ha vuelto a quedarse embarazada por miedo a vivir otra experiencia similar, aunque ellas y sus recién nacidos/as estén bien (Gamble & Creedy, 2004).
Pero, ¿no se puede conseguir lo mismo sin que las mujeres sean tratadas como simples objetos gestantes y parturientos? Pues de la misma manera que una mujer se puede quedar embarazada con dignidad, ¿no puede parir con dignidad? Para poder llegar a contestar a esta pregunta, se ha de comenzar por visibilizar las experiencias de parto de las mujeres, de los millones de mujeres que cada día dan a luz a sus crías en un acto biológico, donde no por ello tienen que ser tratadas como animales sin sentimientos ni emociones, y donde todo es permitido.
Distintos estudios concluyen que aproximadamente el 30% de las mujeres recuerdan sus partos como experiencias traumáticas, (Allen, 1998; Beck et al., 2011; Creedy et al., 2000; Soet et al., 2003), que conllevan consecuencias negativas tanto para ellas como para los/as recién nacidos/as o para el personal sanitario. En las puérperas se encuentran disfunciones físicas, como incontinencia urinaria, bajas tasas de lactancia materna o las derivadas de una histerectomía; sexuales, como dolores durante el coito y psicológicas como el trastorno de estrés postraumático o la depresión postparto (Beck, 2004).
Es por ello por lo que ha surgido este trabajo, para tratar de dar voz y analizar las experiencias de las mujeres senegalesas que han parido en un país donde la desigualdad de género está a la orden de lo cotidiano, donde están demasiado normalizadas las historias de violaciones y los tratos denigrantes a mujeres, en una cultura construida en base de principios como la “soutura” o modestia, o la “maslaha” traducido como “en el interés común”, que dejan a las mujeres en una posición de vulnerabilidad en ciertas situaciones. Así, por ejemplo, se recurre a la maslaha para preservar el parentesco o la buena vecindad en el caso de violaciones, o la soutoura para incitar a las víctimas a mantener en privado su sufrimiento, imponiéndose una solución amistosa a los casos violentos, y dictándose que la vida en comunidad requiere sacrificios que permitan mantener una cierta estabilidad social.
De esta manera, las víctimas son a menudo sacrificadas en nombre de la cohesión familiar (en caso de que los agresores sean familiares) y la “soutoura”, para evitar una pelea entre los miembros de la comunidad, que las pondría a la vanguardia de los medios y la escena social. Incluso, cuando los padres descubren que su hija ha quedado embarazada sin estar casada fruto de una violación, prefieren solucionar la situación con el padre del agresor y organizar una boda entre ellos”. Este acuerdo “amistoso” permite evitar la justicia formal y, por consiguiente, el riesgo de tener una mala reputación en la comunidad.
Asimismo, cuando las víctimas de agresiones sexuales son menores, los padres se acogen a esta “ley del silencio” para “proteger a la niña” del estigma social y preservar su futuro, evitando así que la culpa, recaiga sobre ella y ningún hombre se case con ella, pues ya no es virgen.
Para ubicarse en este contexto social donde se va a desarrollar este trabajo, cabe destacar el informe publicado por la ONG Human Right Watch (HRW) en Senegal (2018), donde se manifiesta la existencia de explotación sexual, acoso y abuso en las escuelas secundarias por parte del personal educativo hacia el alumnado femenino, así como se documentan violaciones y agresiones sexuales acontecidas en las distintas universidades del país. La investigación se realizó en las regiones donde las tasas de embarazo adolescente y de matrimonio infantil son más altas en el país y presentan bajas tasas de niñas en la escuela secundaria. Igualmente, un estudio del Ministerio de Educación Senegalés publicado el 3 de marzo de 2018 registró que el 20% de las violaciones registradas en los colegios son producidos por el personal docente y el 96% de las víctimas viven en suburbios (Le Quotien, 2018). Este informe, junto con la presión de otras organizaciones, ha hecho que el propio gobierno senegalés haya reconocido que “la violencia sexual es un problema grave en las escuelas”. En el código penal senegalés sólo los actos de violencia sexual cometidos contra niños menores de 16 años se consideran delitos punibles con prisión de cinco a diez años.
En la mayoría de los casos los docentes haciendo uso de su posición abusan de las jóvenes para que mantengan relaciones sexuales a cambio de mejores calificaciones, dinero, comida, teléfonos móviles o ropa nueva. Las niñas que llegan a la escuela secundaria lo hacen tras grandes esfuerzos, ya que a menudo se casan en la adolescencia, de manera que los agresores utilizan el expediente académico de sus víctimas como medida de presión. En el reglamento escolar no está definido el abuso sexual, lo que hace que en muchas ocasiones cuando las jóvenes lo cuentan, dichos abusos se consideran “relaciones” entre alumna y profesor, esto unido a la cultura local donde “las niñas tienen la culpa de provocar a sus maestros” hacen que las denuncias no se lleven a cabo. Las víctimas no quieren llamar la atención.
Con este contexto sociocultural de fondo (altamente patriarcal y discriminatorio hacia la mujer) y donde a su vez existen una tasa de mortalidad maternal de 315 por cada 100.000 nacidos vivos, una tasa de mortalidad neonatal de 22 por cada 1.000 nacidos y una tasa de partos asistidos por personal cualificado de un 53% (Fondo de Población las Naciones Unidas [UNFPA], 2019)), se hace interesante escuchar cómo es el parto de las mujeres senegalesas, en busca de si existen o no indicios de violencia obstétrica en sus relatos, con el objetivo de obtener un conocimiento más profundo de sus experiencias, fomentar la empatía y contribuir en lo posible a futuros estudios centrados en mejorar los protocolos y la atención a las parturientas.
Finalmente, esta pequeña investigación parte de la creencia férrea de que la violencia obstétrica ha de comenzar a visibilizarse en la sociedad, unificando los esfuerzos tanto de los agentes sociales como del personal sanitario (en el que se incluye la investigadora) para desenterrarla del anonimato y sacarla a la luz p con el objetivo de erradicarla.
Objetivos de la investigación
Objetivo principal
El objetivo principal es analizar la experiencia de parto de las mujeres senegalesas en las regiones de Thíes y de Dakar, valorando si existen indicios de violencia obstétrica a partir del relato de sus propias percepciones y experiencias.
Objetivos específicos
- Delimitar el concepto de violencia obstétrica y enmarcarlo en el contexto sociocultural senegalés.
- Conocer, a partir de los relatos de las mujeres, sus experiencias físicas y emocionales durante el parto.
- Evaluar detenidamente si las experiencias relatadas pueden considerarse situaciones de violencia obstétrica.
Marco teórico
A lo largo del marco teórico se analizará la violencia obstétrica como una forma más de la violencia de género. Para ello se comenzará por examinar la violencia de género, su estructura, efectos en la sociedad y su reconocimiento como una violación de los derechos humanos. Posteriormente se abordará la violencia obstétrica, comenzando por la evolución de la asistencia en los partos, haciendo referencia a la masculinización de la obstetricia durante la historia, a la patologización del embarazo y a la implantación de un modelo médico hegemónico. A continuación, se analizará la consideración actual a nivel mundial de la violencia obstétrica por distintos países y Organizaciones Internacionales como Naciones Unidas o la OMS, así como sus consecuencias y su cuantificación.
Por último, se referenciará la situación de Senegal y otros países africanos con respecto a la violencia obstétrica.
Violencia de género
Para hablar de violencia obstétrica, primero ha de entenderse qué es la violencia de género, un concepto paradójicamente demasiado joven para llevar milenios unido a la evolución histórica de la humanidad desde sus orígenes. La violencia de género es, básicamente, aquella violencia dirigida hacia las mujeres por el mero hecho de ser mujeres, enraizada en una sociedad patriarcal caracterizada por el desequilibrio de poder y desigualdad estructural entre ambos sexos.
El sociólogo noruego John Galtung (1998) representa por primera vez este tipo de violencia comparándola con un iceberg, donde la porción más pequeña, aquella que sobresale del agua, representa a la violencia visible, mientras que existe otra invisible que permanece debajo del agua y a la que corresponde la mayor parte de la piedra de hielo. La violencia visible es para Galtung la violencia directa, bien sea verbal o física que se comete sobre las personas, mientras que la violencia invisible está constituida por la violencia estructural y la violencia cultural.
La violencia estructural proviene de aquellas situaciones donde se produce un daño en las satisfacciones de las necesidades humanas básicas (supervivencia, bienestar, identidad o libertad), como consecuencia de la división social en diferentes grupos y del conflicto que surge entre ellos a la hora del acceso, reparto o posibilidad de uso de los distintos recursos de la sociedad, pugna que se resuelve de manera sistemática a favor de cierto/s grupo/s y en detrimento de otro/s. Existe por tanto, una estratificación social que actúa de manera “ordenada” en función del grupo social al que se pertenezca.
La violencia cultural o simbólica hace referencia a aquellos aspectos de la cultura como religión, creencias, lenguaje, arte…, responsables del marco que legitima la violencia directa y estructural, colaborando a la normalización de actitudes y comportamientos que, en el caso de la violencia de género, permiten que ésta se perpetúe a través del tiempo. Es la exposición continua de los estereotipos y roles de género que antecede a un orden social donde los hombres están en un escalón (dominante) y las mujeres en otro (dominado).
La violencia cultural es quizás la más peligrosa, pues hace de mecenas de la violencia estructural dotándola de una aparente razón. Esta razón le permite sancionar de manera legítima, a través de una violencia directa, al margen del marco legal vigente en la comunidad.
Lo fundamental del triángulo de John Galtung es que interrelaciona embrionariamente los tres tipos de violencia (directa, estructural y simbólica), de manera que resulta imposible referirnos a alguna de ellas de manera aislada, pues entre las tres se necesitan para existir. Asimismo, este triángulo va a permitir entender y relacionar la violencia obstétrica (o de género) en Senegal como resultado de un contexto cultural sexista, agravado por la falta de recursos económicos, materiales, de formación de los profesionales sanitarios…, donde las normas sociales de comportamiento tienden a primar sobre los requisitos técnicos y éticos inherentes a la profesión sanitaria.
En referencia a los comportamientos del personal sanitario en este contexto, el investigador francés Yannick Jaffré realizó en 2008 un amplio análisis antropológico en busca de las causas de la excesiva tasa de mortalidad materna en algunos servicios del África del Oeste y concluyó:
Estos actos se presentan y experimentan como elegidos individualmente. Pero en realidad, son el resultado de un intento de conciliar las limitaciones de una carrera profesional con la obligación de una cierta rentabilidad para sobrevivir y ofrecer lo que es socialmente impensable para la propia familia. Y por eso, de un actor a otro, se repiten cada día los mismos comportamientos… Se trata de un efecto estructural más que de una elección ética e individual, y por eso estas prácticas no provocan ninguna crítica real y son actualmente imposibles de transformar ( Jaffré, 2008, p.62).
Estas aportaciones son aplicables a este trabajo, pues de otra manera no se podrían entender los resultados obtenidos en cuanto a la falta de profesionalidad, negligencia y ausencia de empatía por parte de los profesionales sanitarios hacia las mujeres parturientas.
Florence-Marie Sarr Ndiaye, matrona desde hace 35 años en Popenguiene, una localidad costera en Senegal ha realizado declaraciones como: “Pude tener gestos violentos, pude decir cosas que ahora se llaman violencia verbal, pero no fue intencionado” o “Como partera, ahora le digo a una mujer que puede llorar. Pero, antes, como mujer imbuida de la cultura de mi país, le repetía a la futura madre que se calmara, que se callara”. En la cultura senegalesa una mujer no debe llorar cuando da a luz, “es una cuestión de honor, para ella y para su familia”, argumenta esta comadrona, añadiendo que, fuera de la pequeña sala de maternidad, los suegros y la familia están escuchando, de manera que si la parturienta grita se difunde por la localidad y la mujer queda estigmatizada por carecer de valor, por débil. Ella misma está orgullosa de haber dado a luz cuatro veces sin una lágrima. “Este momento es el paso de la condición de niña a la condición de mujer, con dolor, pero con honor”, refiere en una entrevista realizada para el periódico Le Monde Afrique (Achard, 2019).
Así pues, la violencia de género es una violencia estructural legitimada por una sociedad androcéntrica caracterizada por la existencia de arraigadas estructuras patriarcales que privilegian a los hombres y colocan a las mujeres en un nivel de subordinación y desigualdad frente al género masculino. Es una realidad transversal presente en todos los países, sin importar su nivel de desarrollo o el nivel socioeconómico de sus víctimas, pero que se da con más fuerza en aquellas sociedades machistas donde los estereotipos de género son más rígidos y el respeto hacia las mujeres es menor.
La violencia de género busca a su vez el control, el dominio, la subordinación de las mujeres, de su cuerpo y de su mente para mantener una estructura patriarcal hegemónica donde los hombres, por el simple hecho de ser hombres, gozan de una serie de privilegios y las mujeres mantienen su rol de sexo débil siendo objeto de marginación y violencia. Por ello, cuando finalmente se habló de la violencia de género como una violación de los derechos humanos en la Declaración sobre la Eliminación de la Violencia Contra la Mujer (1993), se consideró un gran logro a nivel internacional y un pequeño paso más hacia la igualdad.
El primer reconocimiento expreso de la discriminación que sufren las mujeres y a la violencia que menoscaba sus derechos, se produjo en 1979 en la Convención sobre la eliminación de todas las formas de discriminación contra la mujer (CEDAW). Varios años después, en La Conferencia Mundial de Derechos Humanos celebrada en Viena en 1993, la Organización de Naciones Unidas reconoce por primera vez mediante su Declaración sobre la Eliminación de la Violencia Contra la Mujer, que “los derechos humanos de la mujer y de la niña son parte inalienable, integrante e indivisible de los derechos humanos fundamentales” (Declaración y Programa de Acción de Viena, 1993, Sección I, párrafo 18), así como el término de violencia contra las mujeres en la resolución de la Asamblea General de Naciones Unidas 48/104 de 20 de diciembre de 1993, donde en su artículo 1 definió la violencia contra las mujeres como:
Todo acto de violencia basado en la pertenencia al sexo femenino que tenga o pueda tener como resultado un daño físico, sexual o psicológico para la mujer, inclusive las amenazas de tales actos, la coacción o la privación arbitraria de libertad, tanto si se producen en la vida pública como en la privada.
Dos años más tarde, en la Cuarta Conferencia Mundial celebrada en Beijing (1995), se acuñó el término de violencia de género como parte de la violencia cultural que se ejerce de forma mayoritaria por los hombres sobre las mujeres, y se manifiesta como una técnica de control que permite a los hombres mantener a las mujeres en una situación de inferioridad y subordinación. A partir de este momento se insta a los gobiernos a adoptar medidas para garantizar la protección de las mujeres víctimas de violencia, la reparación de los daños causados, la indemnización y cura de las víctimas y la rehabilitación de sus agresores, así como a adoptar, aplicar, revisar y analizar las leyes pertinentes para asegurar su eficacia en la eliminación de la violencia contra las mujeres.
Siguiendo esta línea, el psiquiatra español Luis Bonino define en 2003 define la violencia de género como:
toda forma de coacción o imposición ilegítima por la que se intenta mantener sobre las mujeres una jerarquía impuesta por la cultural sexista, forzando a que la mujer haga lo que no quiere, no haga lo que quiere o se convenza que lo que dice el varón es lo que se debe hacer. Supone sentirse con derecho a un poder sobre la mujer, que autoriza a violar, invadir o transgredir sus límites, con el objetivo de vencer sus resistencias y tener control, dominio y posesión sobre ella para conservar el poder en la relación y encarrilarla según sus propios intereses y deseos. (p. 4)
En 2011 se firma en Estambul el Convenio del Consejo de Europa sobre prevención y lucha contra la violencia contra la mujer y la violencia doméstica (conocido como Convenio de Estambul), suponiendo el primer tratado de carácter vinculante en el ámbito europeo en materia de violencia contra la mujer y la violencia doméstica, y siendo el tratado internacional de mayor alcance hasta la fecha, para hacer frente a esta grave violación de los derechos humanos, estableciendo una tolerancia cero con respecto a la violencia hacia la mujer. La violencia contra la mujer se reconoce en el Convenio como una violación de los derechos humanos y como una forma de discriminación, considerando responsables a los Estados si no responden de manera adecuada.
Una vez establecido el concepto de violencia de género, se continuará en el siguiente apartado explorando su influencia en el marco de la obstetricia, un área que se ha ido masculinizando a través de la historia.
Masculinización de la obstetricia durante la Historia
Existen numerosas evidencias arqueológicas e históricas (pirámides de Egipto, culturas precolombinas…) que acreditan que, en los principios de la historia de la humanidad, el embarazo y el parto fueron una cuestión exclusivamente femenina donde los hombres permanecían al margen. Los partos eran atendidos únicamente por mujeres portadoras de un conocimiento empírico incrementado a lo largo de los años y trasmitido de manera oral a las nuevas comadronas, acerca de distintas prácticas obstétricas, utilización de plantas medicinales o realización de abortos. Las parteras, junto con las sanadoras o curanderas, gozaban de un elevado prestigio social en la comunidad.
Sin embargo, esta posición de poder y respeto hacia la mujer fue invirtiéndose con el paso de los años, en un proceso largo que requirió siglos y cuya etapa más cruenta tuvo lugar entre los siglos XIV y XVIII cuando se llevó a cabo en Europa la denominada “caza de brujas” instituida por los estados junto a la Iglesia católica y protestante, quienes veían en las mujeres una amenaza política, social y sexual. A las brujas se les acusaba entre otras cosas, de cometer crímenes sexuales contra los hombres o de poseer poderes mágicos sobre la salud, siendo habitual condenarlas a la hoguera por dominar conocimientos ginecológicos y médicos. (Ehrenreich & English, 1973)
Posteriormente, el parto también se empezó a ver como una fuente de ingresos y los médicos occidentales (a partir del siglo XVI) comenzaron a reivindicarlo como una función exclusiva de su competencia. A las mujeres se les arrebató el poder, estableciéndose una nueva jerarquía donde los médicos pasaron a dominar todo lo relativo a medicina, los embarazos y partos, y las comadronas fueron relegadas a acatar sus órdenes.
A las mujeres se les expolió su saber y se les corrigió con la ignorancia, vetándoles la entrada en las universidades y la posibilidad de estudiar medicina, imponiéndoles una subordinación forzada a lo masculino. De manera que los médicos pasaron a convertirse en los únicos poseedores del conocimiento, alienando a las comadronas y apartándolas de la ciencia, colocándolas donde les correspondía en base a su rol de mujer, realizando funciones de cuidado, limpieza, sumisión, aceptación… (Torns, 2008).
Con la justificación de dotar de una base científica a los partos y a la medicina en general, los médicos apartaron a esas parteras, curanderas y sanadoras de sus prácticas, despreciando sus conocimientos y dejándolos caer en el olvido. Este monopolio político y económico de la medicina contribuyó a facilitar la construcción de un régimen patriarcal donde los cuerpos de las mujeres y su sexualidad fueron emplazados bajo el control androcéntrico. Las mujeres pasaron a ser cuerpos gestantes de hijos e hijas propiedad exclusiva de sus maridos, sin capacidad de decisión sobre sus propios cuerpos. (Fernández, 2015)
Poco a poco el parto pasa de ser algo natural y femenino a ser considerado patológico y tratado por hombres. Asimismo, dentro de la atención médica se va forjando el modelo de medicina hegemónica actual donde se establecen como algunas de sus características estructurales una concepción puramente biológica del cuerpo humano, y la consideración del paciente como responsable de su enfermedad, al que no se hace partícipe del saber (un modelo paternalista donde el médico prescribe indicaciones y el paciente las acata sin ningún tipo de cuestionamiento). Este modelo es objetivo de la crítica feminista pues coloca a la mujer en una posición desfavorecida, pues en base a las diferencias biológicas y psicológicas y, por tanto, de la capacidad reproductiva exclusiva de la mujer, se justifica que la responsabilidad de cuidados recaiga únicamente sobre la mujer, así como que, durante el proceso del parto, la mujer adopte su rol de sumisión (Miller & Lalonde, 2015, febrero 24).
“La patologización del parto de bajo riesgo constituye de por sí un proceso en el que se ejerce la violencia simbólica y epistémica” (Belli, 2013, p.28), donde se legitima la realización de intervenciones para acelerar el proceso fisiológico del parto y facilitar el trabajo de los/as profesionales, aunque en muchas ocasiones no sean necesarias, como las episiotomías de rutinas, administración de oxitocina sintética, cesáreas no justificadas…
Este modelo, erigido en una estructura biologista e individualista, no se caracteriza por presentar una atención sanitaria exclusiva de funciones curativas o preventivas, sino por su nexo a un ejercicio de control y normalización de la sociedad (Menéndez, 1988). Asimismo, en el actual sistema capitalista vigente en la gran mayoría de los países, lo biológico se posiciona como un factor elemental en la consecución de los objetivos de productividad de la sociedad, y la medicina como una ciencia al servicio del estado, adoptando una posición normativa hacia la vida de los individuos con la finalidad de reproducir las creencias fundadas por éste, mediante el adoctrinamiento de sus individuos, a quienes interfiere desde su ámbito de relaciones sociales hasta su autonomía en la toma de decisiones sobre cuestiones que hasta este momento eran inherentes al sujeto (Foucault, 1977; Molina, 2004).
Esta evolución en el proceso del parto y este modelo hegemónico, aunque nacieron en el mundo occidental, se impusieron en el resto de los países a través de las conquistas e invasiones a otros países. Así, por ejemplo, en las culturas precolombinas se habla de partos asistidos exclusivamente por comadronas conocedoras de remedios naturales, y se describen los partos de las indígenas, quienes paren mayoritariamente en postura de semiflexión de rodillas, como apenas dolorosos y asombrosamente rápidos. En cuanto a los abortos, las mujeres los realizaban de manera voluntaria con total libertad (Lugones, 2012).
En los diferentes países africanos los acontecimientos acaecieron de forma similar cuando fueron invadidos por los europeos. No obstante, todavía siguen existiendo vestigios de una cultura donde el parto es feminista y, en algunas etnias, aún a los hombres se les prohíbe estar presentes en los partos o ver la sangre proveniente de la menstruación femenina, acotando las cuestiones del embarazo y el parto exclusivamente a las mujeres.
Esta masculinización de la obstetricia unido a la violencia de género y al sistema social patriarcal vigente, propician el surgimiento de la violencia obstétrica que se abarcará a continuación.
Violencia obstétrica
A la hora de definir el término de violencia obstétrica, cabe plantearse si los organismos internacionales como la Organización Mundial de la Salud o Naciones Unidas se han quedado rezagados, en contraposición con algunos países sudamericanos, quienes de manera pionera y ejemplar (pero desgraciadamente poco seguidos por el resto de estados) hace más de una década, que, preocupados por esta forma de violación de los derechos humanos en las mujeres, legislaron en torno a su existencia y la tipificaron como un delito susceptible de pena de cárcel. De hecho, el término de violencia obstétrica se estableció en 2007 en Venezuela, primer país del mundo en introducirla en su ordenación jurídica.
En el año 2014 la OMS en contestación a los resultados de múltiples investigaciones sobre las experiencias obstétricas de las mujeres en distintos países del mundo, puso de manifiesto su preocupación por la elevada tasa de casos de mujeres que describían un trato “irrespetuoso, ofensivo o negligente” en sus embarazos, y concretamente en el momento del parto, a través de su declaración “Prevención y erradicación de la falta de respeto y maltrato durante la atención del parto en centros de salud”. No obstante, en esta declaración de apenas 3 páginas, no se nombra en ningún momento el término de violencia obstétrica.
En julio de 2019 la Relatora de Naciones Unidas Dubravka Simonovic, presenta ante el Consejo de Derechos Humanos su informe “Sobre la violencia contra la mujer, sus causas y consecuencias, analizado la cuestión del maltrato y la violencia contra las mujeres en los servicios de salud reproductiva con especial hincapié en la atención del parto y la violencia obstétrica, así como las causas profundas y los problemas estructurales que deben afrontarse para luchar contra estas formas de maltrato y violencia”, donde se define la violencia obstétrica como “la violencia sufrida por las mujeres durante la atención del parto” (p. 4), catalogándose como violencia de género y por tanto, como una violación de los derechos humanos. Asimismo, en el informe se formulan una serie de recomendaciones dirigidas a todos los países para prevenir y combatir este tipo de maltrato: la violencia contra las mujeres en los servicios de salud reproductiva y durante la atención al parto.
Sin embargo, previo a la publicación de este informe, ya existían distintas definiciones de violencia obstétrica de relevancia internacional, como la realizada por la abogada argentina Graciela Medina, quien la define como:
toda conducta, acción u omisión, realizada por personal de la salud que, de manera directa o indirecta, tanto en el ámbito público como en el privado, afecte el cuerpo y los procesos reproductivos de las mujeres, expresada en un trato deshumanizado, un abuso de medicalización y patologización de los procesos naturales (Medina, 2008, p.175).
Otra definición es la de la activista por los Derechos Humanos Arguedas Ramírez, quien define la violencia obstétrica como “Un conjunto de prácticas que degrada, intimida y oprime a las mujeres y a las niñas en el ámbito de la atención en salud reproductiva y, de manera mucho más intensa, en el período del embarazo, parto y postparto” (Arguedas, 2014, p.147)
O la promulgada por el Comité de Expertas del Mecanismo de Seguimiento de la Convención Belém do Pará en 2015, quien define la violencia obstétrica como:
La apropiación del cuerpo y procesos reproductivos de las mujeres por personal de salud, que se expresa en un trato deshumanizador, en un abuso de medicalización y patologización de los procesos naturales, trayendo consigo pérdida de autonomía y capacidad de decidir libremente sobre sus cuerpos y sexualidad, impactando negativamente en la calidad de vida de las mujeres (Bellón, 2015, p. 93)
Esta definición ha sido recogida en Venezuela por la Ley Orgánica sobre el derecho de las mujeres a una vida libre de violencia, convirtiéndose, como ya se ha dicho, en el primer país en tipificar la violencia obstétrica como delito en 2007. Posteriormente en 2009 la legislación argentina aprobó la Ley 26.485 o “Ley de protección integral para prevenir, sancionar y erradicar la violencia contra las mujeres en los ámbitos en que desarrollen sus relaciones interpersonales” (medina, 2009), donde el delito de violencia obstétrica implica tanto la violencia física como la violencia psíquica y afecta a todos los profesionales que intervengan durante la gestación y el parto de las mujeres. En 2009 la doctora argentina en Ciencias jurídicas y Sociales, Graciela Medina tipifica dos tipos de violencia obstétrica: una física basada en la administración de farmacología no justificada, prácticas invasivas sin argumentar o no respetar la posibilidad de un parto biológico, y una violencia psíquica, que abarca el trato deshumanizado o discriminatorio, así como la humillación cuando la mujer solicita asesoramiento o atención durante una práctica obstétrica. Esta violencia incluye a su vez, la falta de información durante el parto, el estado de su recién nacido/a, y no tener en cuenta las opiniones de las mujeres.
A Venezuela y Argentina se les unió México en 2014 tipificando también la violencia obstétrica como delito y definiéndola como:
Todo acto u omisión intencional, por parte del personal de salud que, en el ejercicio de su profesión u oficio, dañe, lastime o denigre a la mujer durante el embarazo, parto y puerperio, así como la negligencia en su atención médica, y alterar el proceso natural del parto de bajo riesgo, mediante el uso de técnicas de aceleración, y practicar el parto vía cesárea, existiendo condiciones para el parto natural, sin obtener el consentimiento voluntario, expreso e informado de la mujer ( Ley Estatal del Derecho de las Mujeres a una Vida Libre de Violencia del Estado de Chihuahua del 2004, artículo 5).
La violencia obstétrica como una manifestación de la violencia de género, se configura como una violación de los Derechos Humanos que afecta, entre otros, al derecho a la salud, a la dignidad, a la vida, a la libertad, a la seguridad y no ser sometido/a a torturas, a tratos crueles, inhumanos o degradantes. Tal como refiere la OMS en su declaración “El maltrato, la negligencia o la falta de respeto en el parto pueden constituirse en una violación de los derechos humanos fundamentales de las mujeres, descritos en las normas y los principios internacionales de derechos humanos” (OMS, 2014), asimismo, la falta de sensibilidad ante el dolor, la falta de información a las parturientas, su cosificación o su trato pueril durante todo el proceso son las maneras más habituales de vulnerar los derechos humanos en el ámbito de la atención sanitaria en embarazadas. “La violencia obstétrica se manifiesta en dispositivos que adoptan formas e intensidades muy diversas, que van desde la omisión de medidas sanitarias, hasta la tortura y la muerte”. (Selzer, 2020, p.174).
Asimismo, la violencia obstétrica, como violencia de género, no deja de ser un mecanismo de control social que imita el guión de subordinación femenina y dominación masculina, en paralelo al guión de subordinación de los/as pacientes frente a la dominación por parte de personal sanitario, existiendo, por tanto, una doble subordinación hacia las mujeres que conlleva una doble desprotección (como mujeres y como pacientes). La violencia obstétrica es su vez un dispositivo que legitima la pasividad de las mujeres, quienes no tienen derecho a preguntar ni a ser informadas sobre las intervenciones que sus cuerpos van a padecer. De esta manera, se continúan realizando episiotomías (contraindicadas por la OMS en 1985 cuando la investigación científica evidenció no solo su falta de beneficio como técnica rutinaria, sino su contribución al agravamiento de los desgarros perianales), o cesáreas sin indicación ginecológica.
Esta pasividad es consecuencia del conformismo aprendido desde la infancia a través de la sociabilización diferenciada por sexos y de la asignación de roles genéricos (como el de aceptación) y de comportamiento acorde a lo que se espera que las mujeres sean socialmente (Giddens, 1991/2000). Si a esta inacción forzada, se le suma el factor miedo, tan presente en el momento del parto, se propicia una situación, donde la mujer parturienta se encuentra en una situación de vulnerabilidad perfecta para “dejarse hacer” todo aquello considerado como bueno y pertinente por el personal sanitario.
En relación a este último punto, cabe detenerse en el concepto de sociabilización, un proceso de aprendizaje que comienza en el nacimiento y dura toda la vida, a través del cual “los individuos, en su interacción con otros, desarrollan las maneras de pensar, sentir y actuar que son esenciales para su participación eficaz en la sociedad» (Van der Zanden, 1986, p.126). Es el proceso por cuyo medio la persona humana aprende e interioriza, en el trascurso de su vida, los elementos socioculturales de su medio ambiente, los integra a la estructura de su personalidad, bajo la influencia de experiencias y de agentes sociales significativos, y se adapta así al entorno social en cuyo seno debe vivir (Rocher, 1996, p.134).
Asimismo, en este proceso de iniciación a la vida social y cultural, y a partir de la influencia de los agentes socializadores, “adquieren identidades diferenciadas de género que conllevan estilos cognitivos, actitudinales y conductuales, códigos axiológicos y morales y normas estereotípicas de la conducta asignada a cada género” (Barton & Walker, 1983)
De manera que durante este proceso de sociabilización se van adquiriendo aquellos comportamientos, normas, creencias, valores, actitudes, que se consideran “adecuados” y que no dejan de constituir una trasferencia de los contenidos del sistema patriarcal en lo que a las relaciones entre los hombres y las mujeres se refiere (Altable, 1998; Charkow & Nelson, 2000; Moreno et al., 2007; Oliver & Valls, 2004). Como dijo la socióloga francesa Émile Durkheim en 1976, es una “imposición que la sociedad hace a los individuos”.
Así, en las sociedades se crean sistemas de roles y patrones de comportamientos diferenciados según se sea hombre o mujer, prescribiendo guías de actuación sexistas donde a lo masculino se le atribuiría una identidad autónoma, independiente y controladora y a lo femenino una identidad dependiente y relacionada con el cuidado y el servicio (Sampson, 1993). Estos modelos normativos de lo que es ser un hombre masculino y una mujer femenina, propuestos por el patriarcado y aprendidos durante el proceso de socialización, han sido denominados por autoras como Marcela Lagarde (1999, 2005) como mandatos de género y atribuyen, entre otras características, a las mujeres el ser bellas, vulnerables y sumisas.
Identificar esta violencia “invisible” no es sencillo, ya que se realiza bajo el consentimiento de las instituciones y los países, y se encuentra brutalmente normalizada, hasta el punto de cuestionarse por qué apenas tres países en todo el mundo han legislado para contrarrestar, en este caso, a la violencia obstétrica. Quizás porque no les conviene, o quizás porque no se le considera importante, pues no deja de ser “algo de mujeres” y, por consiguiente, relevada a un segundo plano, pues de otra manera no se entiende que en el siglo XXI la violencia obstétrica esté todavía en cuestionamiento. Asimismo, continuando con la estructura social androcéntrica, en el ámbito de la salud la mayoría de los puestos de poder están ocupados por hombres, así como la medicina tradicional en su modelo hegemónico y la mayoría de los profesionales de la ginecología. No obstante, cada vez comienzan a formarse más mujeres en el ámbito de la medicina, a la vez que se incrementan las campañas de sensibilización, lo cual plantea una apertura hacia la visibilización y erradicación de la violencia obstétrica.
Consecuencias de la violencia obstétrica
Dentro de las consecuencias de la violencia obstétrica, podemos distinguir entre físicas y psicológicas, siendo estas últimas las más preocupantes por sus altas tasas de prevalencia e invisibilidad.
Referente a las consecuencias psicológicas, en los últimos años múltiples estudios han manifestado una elevada prevalencia de síntomas correspondientes a un trastorno de estrés postraumático (TEPT) postparto presente en cerca del 35% de las mujeres (Allen, 1998; Creedy et al., 2000; Soet et al., 2003). Asimismo, según el estudio “Prevalencia y predictores de la experiencia de trauma psicológico de las mujeres durante el parto”, realizado por Soet, Brack y Dilirio en 2003, una tercera parte de las mujeres estudiadas en Reino Unido describían sus partos como experiencias traumáticas en las que pasaron miedo por perder su vida, las de sus recién nacidos/as o por las secuelas que éstos/as pudieran tener. Mientras que en Estados Unidos según los autores Beck, Gable, Sakala, & Declercq, en 2011 en su estudio “Trastorno de estrés postraumático en madres primerizas: Resultados de una encuesta nacional estadounidense en dos etapas”, el 18% de las mujeres estadounidenses referían numerosos síntomas de padecer un trastorno de estrés postraumático (TEPT) postparto.
Ante una experiencia traumática, el organismo responde ante esta situación, que considera amenazante o peligrosa, activando a nivel neurológico el sistema simpático (también denominado de huida o de alerta) y una de sus regiones más primitivas, la amígdala cerebral. De esta manera, los recuerdos originados por la experiencia traumática, en lugar de ser archivados en el hipocampo, como ocurriría con el resto de los recuerdos, quedan atrapados en esta parte primitiva, repitiéndose continuamente y provocando una serie de respuestas neurofisiológicas ante cualquier estímulo. Lo cual hace que las mujeres estén hipervigilantes con sus recién nacidos/as, en un estado de alerta continuo y agotador. (Beck, 2004)
El trastorno de estrés postraumático (TEPT) postparto es, para muchos de estos autores, la consecuencia más grave a nivel psicológico de la violencia obstétrica.
Dentro de las consecuencias físicas de la violencia obstétrica, la OMS lleva desaconsejando intervenciones que a día de hoy continúan vigentes, como son la posición de litotomía con las piernas abiertas sobre perneras, los tactos indiscriminados, la administración incorrecta de oxitocina o la realización de episiotomía sin indicación, el pinzamiento prematuro del cordón umbilical, esterilización forzada….
Cabe destacar debido a su alta incidencia:
- La administración incorrecta de oxitocina sintética: una hormona que induce a las contracciones uterinas, aumentando su intensidad y frecuencia. La oxitocina aumenta la hipertonía del útero y el riesgo de rotura del mismo, así como el sufrimiento fetal, lo cual puede desencadenar en una cesárea de urgencia y en el aumento de la mortinatalidad. La oxitocina incrementa notoriamente los dolores de la parturienta, debiendo ser analgesiada, lo que en ocasiones ralentiza el proceso del parto.
La OMS en sus recomendaciones de 2018 concluye que con los datos disponibles no existe evidencia científica para avalar que el uso discrecional de oxitocina sea beneficioso para las parturientas o los/as neonatos/as. Ello no significa que la oxitocina sea ineficaz para el tratamiento de partos prolongados, o para prevenir la hemorragia postparto, pues sigue siendo el fármaco uterotónico recomendado por la OMS. Sin embargo, no se justifica que sea beneficioso el uso discrecional de oxitocina en un parto normal prolongado. La administración de este fármaco es una intervención mayor y debe utilizarse únicamente bajo una indicación válida. El mismo principio es aplicable para la más moderna variación de inducción con prostaglandinas y para la inducción con estas sustancias.
- Realización indiscriminada de episiotomías: la episiotomía es una incisión que se realiza con unas tijeras o un bisturí en el perineo durante el parto para agrandar el canal vaginal. Durante años se ha ejecutado de manera rutinaria con la idea de que contribuía a prevenir los desgarros vaginales durante el parto o su posterior infección. Sin embargo, las investigaciones y la evidencia científica han desestimado esta premisa y su indicación rutinaria, así como demostrado su causalidad en las disfunciones sexuales para la mujer o la incontinencia de orina. Asimismo, según Mardsen Wagner (1999), Ex director del Departamento de Salud Materno-Infantil de la OMS “la episiotomía nunca es necesaria en más del 20% de los partos. La ciencia ha constatado que causa dolor, aumenta el sangrado y causa más disfunciones sexuales a largo plazo” (Wagner, 2000).
Asimismo, los efectos nocivos de este sistema impuesto también llegan a traspasar los límites de las mujeres parturientas, contaminando a los/as propios/as sanitarios/as, a través de patologías como cansancio emocional, despersonalización o crisis de vocación que los lleva incluso a abandonar la profesión (García, 2018). Para contrarrestar esta situación y contribuir a la erradicación de esta mecanización y normalización de procedimientos obstétricos violentos, así como la introducción de prácticas más humanizadas, la OMS recomendó en 2014 que “los/as profesionales de la salud en todos
los niveles necesitan respaldo y capacitación para asegurar que las mujeres embarazadas sean tratadas con comprensión y dignidad”, ya que, según los expertos de la misma organización, la falta de formación de los profesionales (sobre todo en los países de bajos recursos) se perfila como un factor predisponente de la mala praxis entre los/as ginecólogos/as y matrones/as. (Olza, 2019).
Cuantificar la violencia obstétrica
Volviendo a la definición de violencia obstétrica y la implicación de los organismos internacionales, la OMS refiere en su declaración de 2014:
A pesar de la evidencia presente, que sugiere que el trato irrespetuoso y ofensivo a las mujeres durante el parto en centros de salud es bastante frecuente en la actualidad, no hay consenso internacional sobre cómo definir y medir, científicamente, el maltrato ni la falta de respeto. Por consiguiente, se desconocen su prevalencia e impacto en la salud, el bienestar y elecciones de las mujeres. Existe una notable agenda de investigación para lograr una mejor definición, medida y comprensión del trato irrespetuoso y ofensivo a las mujeres en el parto, y cómo prevenirlo y erradicarlo (OMS, 2014, p.2)
No obstante, describe algunas prácticas que hacen visible la violencia obstétrica como:
El trato irrespetuoso y opresivo durante el parto, el maltrato físico, la profunda humillación y abuso verbal, la realización de procedimientos médicos sin consentimiento o con coacción (incluida la esterilización), la falta de confidencialidad, la no obtención del pleno consentimiento informado, la negativa a administrar analgésicos, violaciones flagrantes de la intimidad, rechazo de la admisión en un centro de salud, desatención de las mujeres durante el parto y retención de las mujeres y los recién nacidos en un centro de salud debido a su incapacidad para pagar, entre otras cuestiones (OMS, 2014, p.1).
De manera que, en julio de 2014, la Federación Internacional de Ginecología y Obstetricia (FIGO) desarrolló el protocolo «Maternidad y Parto Amigable», donde se identificaron 10 categorías para conseguir que las mujeres sean tratadas con respeto y dignidad y, por tanto, libres de violencia:
- Movilidad y posiciones preferentes para el trabajo de parto y durante el parto.
- Privacidad.
- Elección de la pareja para el parto.
- Políticas no discriminatorias para el tratamiento de mujeres con VIH, jóvenes, minorías étnicas…
- Ausencia de abuso físico, verbal, emocional o económico.
- Atención de una maternidad asequible o gratuita.
- Ausencia de prácticas utilizadas de forma rutinaria que no estén basadas en la evidencia.
- Alivio del dolor no farmacológico y/o farmacológico según sea necesario.
- Promoción de la atención inmediata piel con piel madre/recién nacido/a.
- Promoción de la lactancia materna.
En 2018, la OMS publica sus últimas recomendaciones “Para los cuidados durante el parto, para una experiencia de parto positiva. Transformar la atención a mujeres y neonatos/as para mejorar su salud y bienestar”, donde se recogen las últimas novedades e indicaciones para evitar la violencia obstétrica en las distintas etapas del trabajo del parto y en la atención hacia los/as recién nacidos/as.
Las categorías de la FIGO y las recomendaciones de la OMS se están utilizando como referencia para determinar la existencia de este tipo de violencia en el ámbito de la obstetricia y su marco conceptual, así como en la creación de protocolos basados en un trato digno, donde se respete el principio de autonomía y de non nocere de las mujeres.
Una vez entendida la violencia obstétrica y sus efectos dañinos, se pasará a posicionar a Senegal y otros países africanos, en la lucha contra esta forma de discriminación hacia las mujeres.
África del oeste y la violencia obstétrica
La violencia obstétrica en países de África del Oeste como Senegal, es prácticamente invisible pues apenas existen estudios o cifras que la avalen, como sí lo tienen la mortalidad materno-infantil. Según Jaffré (2008) en su investigación sobre las causas de la mortalidad maternal en África del Oeste (la mayor realizada hasta el momento sobre mortalidad materno-infantil y referencia en este ámbito), la mujeres en África Occidental no mueren únicamente por una única patología obstétrica, sino por una configuración compleja, una articulación de este vasto conjunto de variables discontinuas (médicas, sociales, organizativas), algunas de las cuales son recurrentes, pero que es imposible acotar estrictamente a priori, por lo que incita a la continuidad de investigaciones cualitativas, indispensables para analizar no sólo las causas de estas muertes sino para definir acciones apropiadas y aplicables localmente para mejorar esta dramática situación.
Para Jaffré los actos de negligencia por parte del personal sanitario, aunque son realizados libremente y sin coacción, los presenta como el resultado de un intento de conciliar las limitaciones económicas de una carrera profesional con la obligación “justa” de recibir unos beneficios mínimos de los estudios cursados y ofrecer a su familia un estatus social, de otra manera impensable. Para el antropólogo la causa de que estos comportamientos se repitan a diario, radica en un efecto estructural más que de una elección ética e individual, por lo que estas prácticas no provocan ninguna crítica real y son actualmente imposibles de transformar, pues corresponden a simples actitudes «vitales» de adaptación frente a las cuales las normas éticas occidentales están descontextualizadas y carecen de valor.
Las conclusiones del investigador francés se pueden entender como una justificación de la violencia obstétrica por parte de un sistema patriarcal, que exime de responsabilidad y crítica aquellas acciones violentas (no todas fruto de la negligencia) hacia las mujeres, al ser consecuencia de un contexto económico paupérrimo. Sin embargo, en este planteamiento tan esencialmente capitalista y característico de una sociedad machista, no se tienen en cuenta factores como la repercusión de estas intervenciones sobre las mujeres, o la existencia de la violencia obstétrica, la cual no se nombra, ni se le da importancia en las conclusiones del estudio.
Tras ocho años de haberse realizado este estudio, la OMS, Naciones Unidas y otros organismos internacionales financiaron un estudio trasversal que se publicó en la revista The Lancet, iniciado en 2016 y finalizado en septiembre de 2019, sobre cómo se trataba a las mujeres durante el parto en los centros de salud en tres países africanos: Ghana, Guinea y Nigeria, y en el país asiático de Myanmar (Bohren et al., 2019, noviembre 29). Dicho estudio concluyó, que más de un tercio de las mujeres participantes sufrieron malos tratos, así como que éstos estaban directamente relacionados con la condición socioeconómica, educacional y edad de las mujeres, de manera que cuanto más joven y con menos recursos económicos, la probabilidad de sufrir violencia obstétrica aumenta.
En el año 1993 el gobierno de Níger, con la colaboración del médico en salud pública Alain Prual, publicó una carta de derechos de los pacientes. Veintiséis años más tarde, el 23 de octubre de 2019, el mismo facultativo actuó como organizador en la ciudad de Dakar del foro regional africano sobre la experiencia del cuidado, donde acudieron varias ONG y profesionales del sector materno-infantil. Durante tres días distintos grupos de profesionales debatieron aspectos vinculados a la violencia obstétrica, en aras de mejorar la calidad asistencial tanto a las mujeres como a sus hijos/as (Mbong, 2019 octubre 21).
Este foro culminó con la adopción de una Carta de Cuidado Materno Respetuoso, en la que se consensa que el concepto de maternidad segura debe ampliarse más allá de la prevención de la morbilidad y la mortalidad para incluir la cuestión del respeto a los derechos civiles básicos de las mujeres, incluido el respeto a su autonomía, dignidad, sentimientos, elecciones y preferencias, así como la elección de quién las acompañará durante estos importantes momentos (Achard, 2019). Se considera al parto como un importante rito necesario de respetar, cargado de un profundo significado personal y cultural, tanto para la mujer, como para su familia.
Aunque esta carta carece de la importancia y de la relevancia que pueda poseer un acuerdo internacional, pues no está ratificada por la firma de los gobiernos, ofrece a las mujeres un documento de referencia donde apoyarse y se postula como un punto de partida para avanzar en la creación de una futura ley que proteja a la maternidad y a la mujer, pues esta Carta de Atención Materna Respetuosa se ha redactado con base en los estándares universales de los derechos humanos plasmados en los convenios, ratificados por la gran mayoría de los países.
Metodología y plan de trabajo utilizados
Para llevar a cabo esta investigación con perspectiva de género, se ha utilizado un estudio cualitativo desde un enfoque fenomenológico, etnográfico y de género, con el fin de conocer la realidad percibida y sentida de los sujetos a estudio. Se han utilizado instrumentos de estadística descriptiva para la organización y análisis de datos, con el objetivo de profundizar en el estudio de las características existentes en la muestra seleccionada.
El proyecto se ha diseñado de acuerdo con la Ley Orgánica 03/2018, de 5 de diciembre, de Protección de Datos de Carácter Personal y Garantía de los Derechos Digitales y respetando los principios de la Declaración de Helsinki.
El punto de partida fue proponer el objeto o pregunta de la investigación encaminada a conocer y analizar la experiencia de parto vivida por las mujeres senegalesas, en busca de indicios de violencia obstétrica. Un acontecimiento severamente complejo desde una perspectiva sanitaria y emocional. En esta investigación, las preguntas a las que se le buscó respuesta fueron:
- ¿Qué es realmente la violencia obstétrica? ¿Cómo se mide?
- ¿Cómo es la experiencia de parto en las mujeres senegalesas?
- ¿Se puede considerar que en Senegal existe violencia obstétrica o es una construcción occidental?
A continuación, se realizó una revisión, recopilación y análisis bibliográfico acerca de la violencia obstétrica en el ámbito global y en Senegal, se examinaron estrategias nacionales en el campo obstétrico, informes de cooperación en el ámbito de la salud maternal de distintos organismos internacionales y otras fuentes relevantes en el ámbito de la investigación para la realización de este trabajo.
Diseño
En la búsqueda de respuestas a las preguntas planteadas en la investigación, se ha optado por el diseño de una estructura metodológica cualitativa, ya que “permite entender los fenómenos sociales desde la perspectiva de los actores, examinar el modo como experimentan el mundo y conocer los aspectos importantes de la realidad para quien la percibe” (Taylor & Bogdan 2000, p. 35), a través de un diseño etnográfico enfocado en analizar la experiencia de parto de diferentes mujeres senegalesas, en busca de analizar sus experiencias de parto.
Asimismo, este trabajo se ha realizado bajo una perspectiva feminista, ya que, permite analizar los hechos de la vida humana en su vastedad, en la manera como afectan a las mujeres y a lo femenino, pero también en sí mismos, principalmente en lo que toca a las expresiones de los poderes de dominio y sus efectos en la humanidad en su conjunto” (Castañeda, 2019, p. 29). y busca “generar conocimientos desde, por y para las mujeres, así como en torno a lo femenino” (Harding, 1998).
Investigar para conocer y conocer para transformar con base en el feminismo son etapas de un mismo proceso que busca revertir siglos de acumulación de conocimientos sobre las mujeres que se han utilizado para dar continuidad a las distintas formas de control y sujeción de las que han sido objeto (Castañeda, 2019, p. 32).
La finalidad de la perspectiva, y metodología, feminista en un trabajo de investigación permite sacar a la luz las relaciones de género interrelacionadas con el fenómeno de estudio, así como, las desigualdades sociales y de género asociados a estas relaciones, contribuyendo en un primer momento a su visualización, para posteriormente erradicarlas. La metodología feminista como planteamiento crítico desde una visión feminista, es una construcción colectiva con una sólida base científica, que actualmente se encuentra en continuo avance.
Procedimiento
El estudio se realizó a través de entrevistas semiestructuradas individuales divididas en tres bloques diferenciados:
- Datos personales de las participantes. Aquí se recogen datos sociodemográficos como el nombre (se sustituye por un número por principio de confidencialidad), edad, nivel de formación, trabajo, número de hijos y edades, número de partos y tipo de parto (vaginal o cesárea).
- Experiencia vivida y sentimientos durante el parto. En este apartado se busca que la mujer nos describa su experiencia y como se desarrolla su parto con el máximo número de detalles, haciendo especial atención en el factor emocional y el trato recibido por parte del personal sanitario.
- Intervenciones durante el parto. Esta sección es más técnica y se compone de preguntas cerradas, en caso de no haber sido recogidas previamente en el apartado anterior, indicativas de violencia obstétrica. Este apartado se divide a su vez en dos partes, intervenciones sobre la madre y sobre el/la recién nacido/a.
El guión se la entrevista se elaboró en función de los indicadores de violencia obstétrica extraídos del informe de violencia contra la mujer publicado por Naciones Unidas publicado en julio de 2019 junto con las recomendaciones de la OMS (2018) y de la FIGO (2020) para la humanización del parto, que se consideran visibilizadoras de la violencia obstétrica, así como el trato irrespetuoso y opresivo hacia la mujer en el momento del parto.
Muestra
La recogida de datos se llevó a cabo durante los meses de noviembre, diciembre de 2020 y enero de 2021, en las regiones de Thíes y Dakar, en contextos hospitalarios y en centros de salud.
Las participantes fueron seleccionadas mediante una estrategia de muestreo mixto no probabilístico. Por un lado, se ha requerido un muestreo intencional por conveniencia, a través de la colaboración del personal sanitario del centro de salud de Thíes y, por otro, un muestreo en cadena o “bola de nieve” en la región de Dakar. En cuanto al tamaño de la muestra, en una investigación cualitativa esto no es importante desde el punto de vista probabilístico, pues su finalidad no es medir variables y realizar inferencias como en la investigación cuantitativa, sino la riqueza y calidad de los datos recolectados para el posterior análisis y comprensión de los mismos.
Como criterio de inclusión se utilizó mujeres mayores de 18 años que hubieran llevado a cabo partos con embarazos a término en los últimos dos años, para que las puérperas tuviesen una experiencia aún reciente de dicho suceso y pudieran relatarlo. Como criterio de exclusión se consideró aquellas mujeres que no eran capaces de comprender las preguntas realizadas, ya que en Senegal se hablan distintas lenguas y no todas las mujeres entienden el francés.
La muestra se compuso por 10 mujeres, de las cuales el 30% eran primigestas y primíparas, (primer embarazo y parto), para el 20% este fue su segundo parto y embarazo y el 50% eran multíparas de más de 2 partos. Una de las entrevistadas refiere haber parido un mortinato y desconocer las causas de la muerte fetal.
La edad media de las mujeres fue de 31 años, la más joven tenía 24 años y la mayor 35 años.
El 90 %de los nacimientos fueron mediante parto vaginal (1 de ellos de nalgas), y un 10% fue cesárea. Todos los partos vaginales fueron atendidos por matronas.
El 50% de las mujeres dieron a luz en un centro de salud, el 30% lo hizo en un hospital público y el 20% en un hospital privado. Los centros de salud están dotados de una sala de paritorio, donde acuden las mujeres de las zonas rurales a las que acudir a los hospitales les supone tiempo y recursos de los que no disponen.
Actualmente existen campañas de Naciones Unidas, como la centradas en sensibilizar a las mujeres para que acudan a parir a centros médicos y reducir así la elevada mortalidad perinatal de Senegal, que en 2019 era de 236 por cada 100.000 nacidos vivos. Según el informe sobre el estado de la población mundial en Senegal del 2017, la tasa de mortalidad materna en Senegal se estima en 273 muertes por cada 100.000 nacidos vivos, elevándose la tasa de partos atendidos por personal calificado de 50,5% en 2012 a 58,6% en 2016 (UNFPA, 2019). Asimismo, la proporción de mujeres que dieron a luz en un establecimiento de salud en el país africano aumentó de un 71% en 2012 a un 76% en 2016 (Le Fond Francais Muskoka, 2019).
Recogida de datos
La recogida de datos se ha llevado a cabo en lengua francesa mediante una entrevista semiestructurada, comenzando con unas preguntas abiertas ¿Cómo recuerda el día de su parto? ¿Cómo se sentía? …, con el objetivo de que la mujer describiese su experiencia, sus recuerdos, sus sentimientos, su vivencia…, y posteriormente con unas preguntas cerradas, siguiendo un guión en busca de elementos de un parto humanizado e indicadores de violencia obstétrica. Durante el trascurso de la entrevista se realizaron preguntas abiertas con la intención de que las mujeres hablaran abiertamente, con la mayor comodidad posible. La duración de las entrevistas osciló entre 50 minutos y 1 hora con 50 minutos, en función de la heterogeneidad y de la complejidad del parto y de la riqueza informativa de la entrevista.
Todas las entrevistas se iniciaron con la explicación del trabajo de investigación que se pretendía realizar, incluyendo su finalidad, importancia para las mujeres e intentando empatizar con las puérperas con el objetivo de la creación de un clima cálido donde se sintiesen cómodas para narrar sus historias. A las participantes se les ofreció información por escrito (mediante una ficha informativa), y verbal acerca de la confidencialidad del estudio y de su derecho a retirarse del mismo en cualquier momento; igualmente se
solicitó permiso para grabar la entrevista y se les entregó el consentimiento informado. Una vez firmado el consentimiento y aceptado participar, libre y voluntariamente en el estudio, se pasó a realizar la entrevista.
Análisis de datos y resultados
Análisis de datos
Una vez finalizadas las entrevistas se realizó una lectura de toda la información obtenida, con la finalidad de obtener una visión global de la violencia obstétrica en las participantes desde su contexto sociocultural y en la búsqueda del desarrollo de futuros conceptos.
A continuación, se realizó un esquema de operacionalización de conceptos, donde la variable de violencia obstétrica se descompone en dimensiones y estas a su vez traducidas en indicadores observables.
Tabla 1. Esquema de operacionalización de conceptos
Ver: Anexos – Estudio cualitativo sobre la violencia obstétrica en Senegal, al final del artículo
Nota. Elaboración propia
Por último, se han ido analizando las entrevistas en función de si existen o no los indicadores de violencia obstétrica, extrayendo así los resultados del estudio.
El análisis de los datos obtenidos se ha llevado a cabo mediante una estadística descriptiva en base de porcentajes relativos de las diferentes categorías, representados mediante diagramas de barras y de sectores.
Resultados
Los resultados de este estudio procuran analizar la experiencia de parto de las mujeres senegalesas en las regiones de Dakar y Thíes, valorando la existencia de indicios de violencia obstétrica a partir del relato de sus propias percepciones.
Proceso de parto
De las 10 mujeres entrevistadas, 4 parieron en un centro de salud, 3 en un hospital público y 2 en un hospital privado
Gráfica 1. Lugar del parto
Ver: Anexos – Estudio cualitativo sobre la violencia obstétrica en Senegal, al final del artículo
Nota. Elaboración propia
En cuanto al tiempo de parto una vez que las puérperas entran en el sistema sanitario oscila entre una y cuatro horas.
Tabla 2. Tiempo de parto
Ver: Anexos – Estudio cualitativo sobre la violencia obstétrica en Senegal, al final del artículo
Nota. Elaboración propia
El tiempo medio de parto de las mujeres es de 2 horas y 44 minutos. El 50% de las mujeres parieron antes de las cuatro horas.
El 90% de las entrevistadas refieren haber comenzado con el trabajo de parto en sus domicilios, esperando para acudir al centro sanitario.
Nº6: este es su tercer parto, tiene dos hijas de ocho y diez años. Refiere que está trabajando cuando comienza con contracciones, por lo que acude al hospital. Al llegar la matrona le realiza una ecografía y le comunica que se encuentra de 37 semanas de gestación y que todavía no está de parto. Seguidamente, sin explorarla la manda de
vuelta a su casa con una receta de Spasfon® (un antiespasmódico) para disminuir las contracciones uterinas. La parturienta le dice que tiene que haber un error y que ella está cumplida y de parto. No obstante, se va a su casa, pero sin comprar la medicación pautada.
Pasa la noche con dolores y a las 9:00 se vuelve a presentar en el hospital, donde la matrona al verla le indica que se vaya pues no está de parto. “No me quería explorar, le pedí ver a otra matrona, pero se negó”. Un ginecólogo pasó por allí y al enterarse de lo estaba ocurriendo, ordenó que explorasen a la entrevistada. Tras ser explorada se quedó en el hospital pues estaba de parto. El bebé nació tres horas después.
Nº 7: La paciente acude un miércoles por la tarde al hospital al notar contracciones, la exploran y le dicen que se vaya a su casa y vuelva más adelante. Al día siguiente sobre las 23:00 llega al hospital, el bebé nace a las 23:59 horas.
Las entrevistadas nº1, nº2, nº3, nº4 y nº5, dieron a luz en el centro de salud de Thíes y todas refieren que sabían cuándo acudir al centro, pues la matrona se los había explicado previamente.
La nº 8 comenzó con dolores durante la noche, pero se esperó a la mañana siguiente para acudir al hospital.
La nº9 estaba en su casa cuando comenzó a sentir que estaba de parto. Cuando los dolores empezaron a ser más fuertes acudió al hospital.
La nº 10 comenzó con contracciones por la noche y permaneció en su casa hasta la mañana siguiente, cuando acudió al hospital sobre las 7:30
El tiempo medio entre que las puérperas ingresan en el centro hospitalario hasta que dan a luz es de 2,4 horas. Este dato resulta relevante pues a mayor tiempo de permanencia en un centro sanitario, ya sea ambulatoria u hospitalaria, mayor probabilidad de sometimiento a diversas intervenciones.
Centros sanitarios
En los centros de salud y hospitales públicos se ubican las salas de dilatación. Estas salas están compuestas por varias camas. Normalmente en cada cama hay una mujer en fase de dilatación, aunque en ocasiones, cuando la sala está llena, no es inusual ver a dos mujeres compartiendo cama, cada una sentada en una parte de la misma. Cuando las contracciones se aceleran y comienzan las ganas de empujar, las mujeres se trasladan al paritorio, donde hay de uno a varios potros, en función de las dimensiones del centro hospitalario, de manera que es habitual que coincidan varias mujeres pariendo a la misma vez.
En cuanto al equipamiento de los centros sanitarios, una matrona refiere que, por ejemplo, la rotura de un termómetro hace que se dejen de controlar las infecciones, o que la desaparición de un tensiómetro hace que se dejen de identificar a las mujeres con riesgo de eclampsia. En muchos casos, la falta de una «herramienta» hace que se deje de realizar un gesto técnico indispensable y que se reduzca a un seguimiento «a ojo».
Esta falta de recursos junto con un personal poco formado y un contexto sociocultural correspondiente a un país subdesarrollado, es para autores como el antropólogo Yannick Jaffré (2008), la causa de los niveles de violencia obstétrica en los países del África del oeste. No obstante, aunque en su investigación sobre las causas de la mortalidad maternal en estos países, no nombra el término de violencia obstétrica, existe una clara evidencia de la alta existencia de la misma, que aunque el investigador francés intenta justificar por razones económicas, culturales y sociales, y refiere que no es ético juzgar desde una perspectiva occidental, un parto donde la mujer ha sufrido un trato negligente, o ha sido maltratada, vejada o humillada, no deja de ser violencia contra la mujer y por tanto , una violación de los derechos humanos.
Resultados de violencia obstétrica física
Episiotomía
La episiotomía, como se describió en el marco teórico, es un tipo de intervención quirúrgica realizada en el periné de la mujer durante la última fase de la segunda parte del trabajo de parto, consistente en el ensanchamiento del orificio vaginal mediante una incisión con tijera o escalpelo que posteriormente se repara mediante sutura (Berzaín, 2014), con el objetivo de agrandar el periné en partos complicados, y como ya se ha dicho previamente, no es necesaria en más de un 20% de los partos. La OMS desde el año 1985, en sus recomendaciones sobre el nacimiento, (la Declaración de Fortaleza), ha rechazado a la episiotomía como intervención rutinaria y la evidencia científica ha confirmado que produce dolor innecesario, aumenta el riesgo de sangrado y puede a largo plazo ser causa de disfunciones sexuales. Naciones Unidas en su declaración sobre los Humanos, maltrato y violencia contra la mujer en 2019, calificó esta práctica como un “acto de tortura, tratamiento inhumano y degradante” y la revista “The Lancet” la definió como mutilación genital en un artículo publicado en 1999, escrito por el Dr. Wagner, antiguo director del departamento de salud materno infantil de la OMS.
Variables como disminución del sufrimiento fetal, prevención de desgarros perianales o mejora la incontinencia urinaria en puérperas, han resultada no estar avaladas por la evidencia científica. Sin embargo, esta técnica de cirugía menor se continúa practicando de forma rutinaria en gran cantidad de países, sobre todo en primíparas
La episiotomía se instauró en los protocolos obstétricos de atención al parto como un procedimiento rutinario en la primera mitad del siglo XX. Actualmente, los estudios la indican exclusivamente ante supuestos muy concretos, teniendo en cuenta que, aunque es una técnica bastante sencilla, no está exenta de importantes complicaciones.
En la actualidad la evidencia científica sigue sin apoyar su efectividad.
Imagen 1. Técnica de la episiotomía
Ver: Anexos – Estudio cualitativo sobre la violencia obstétrica en Senegal, al final del artículo
Nota. Adaptado de “Cirugía Menor en Cirugía y Obstetricia”, W. Sandoval, 2003.
Gráfica 2. Episiotomías
Ver: Anexos – Estudio cualitativo sobre la violencia obstétrica en Senegal, al final del artículo
Nota, Elaboración propia
El 20% de las mujeres encuestadas refiere haber sufrido una episiotomía.
Nº 9: “Como me quejaba de que me dolía la barriga, al día siguiente por la mañana, sobre las 7, entraron a mi habitación dos matronas y me apretaron la barriga muy fuere para que salieran los restos de la placenta. Me dolió mucho…. Me cortaron con unas tijeras abajo y me cosieron, fue horrible, me dolió mucho”.
Refiere que no le pusieron anestesia y desconoce el número de puntos de sutura que recibió y por qué le hicieron la episiotomía, supone que fue para favorecer la salida de los restos placentarios que permanecieron tras el alumbramiento.
Nº6: “Me dijeron que tuve un desgarro, que me cortaron para que el bebé saliese mejor y me cosieron”. Cuando te cosen te dejan en el potro con una cuña debajo por si tienes una hemorragia.
“No sé los puntos que me pusieron. Sé que me pusieron puntos porque una matrona me dijo que no me moviese, que me estaba cosiendo, pero no sé cuántos me dieron”.
Tactos vaginales
El tacto vaginal consiste en introducir los dedos 1º y 2º de la mano para examinar las estructuras pélvicas a través de las paredes de la vagina, permitiendo conocer al personal sanitario el estado del cuello uterino (dilatación, consistencia, borrado), la altura de presentación del bebé, la situación, la presentación, posición y actitud, así como cualquier anomalía. Es una de las técnicas diagnósticas fundamentales durante la instauración y el progreso del parto.
La OMS aconseja realizarlos a intervalos de cuatro horas, pudiéndose adelantar si la situación lo requiere y la SEGO recomienda de dos a cuatro horas. Esta técnica invasiva requiere siempre un consentimiento informado.
El 30% de las mujeres entrevistadas recuerdan los tactos vaginales como dolorosos.
El 20% refiere haber sido informada ante la realización de un tacto vaginal (ambas en clínicas privadas), el 80% restante describe que las matronas les dijeron que abriesen las piernas y a continuación, les realizaban los tactos vaginales sin proporcionarles explicación. A ninguna de las participantes se les pidió permiso para realizarles este procedimiento invasivo.
“La matrona vino, me dijo abre las piernas y noté como me metía los dedos…me dolió un poco. Cuando terminó me dijo que ya estaba y se fue”. Participante nº 10
“En la habitación había más camas con más mujeres, llegaban, te abrían las piernas y te metían los dedos”, “Sí claro, todas nos veíamos, pero no te fijabas en las otras”. Participante nº 9
En cuanto al número de tactos vaginales que se les realizó, todas contestan que varios, no saben con exactitud cuántos les hicieron. Asimismo, todas concuerdan en que no se les informaba acerca de los centímetros de dilatación.
Cuatro entrevistadas dieron a luz en menos de dos horas desde que entraron en el sistema de salud. Al preguntarles acerca del número de tactos vaginales que se le realizaron, responden que varios. La número 4, quien parió en una hora cree que por lo menos le hicieron 3.
Gráfica 3. Tactos vaginales
Ver: Anexos – Estudio cualitativo sobre la violencia obstétrica en Senegal, al final del artículo
Nota. Elaboración propia
a) Manobra de Hamilton
La maniobra de Hamilton es un método mecánico utilizado para inducir el parto y se realiza mediante un tacto vaginal en el que el/la profesional sanitario/a separa con la punta de los dedos las membranas del segmento uterino inferior fijadas en el borde interno del cuello uterino, produciendo la liberación de prostaglandinas endógenas y, con ello, el aumento de las contracciones uterinas, la expulsión de líquido amniótico y la estimulación del cuello uterino.
Es una práctica muy controvertida, que está desaconsejada por la OMS. En 2020 se publicó una revisión bibliográfica en la biblioteca Cochrane con el objetivo de “averiguar si el despegamiento de membranas es una forma segura y efectiva de inducir el parto a término o cerca de término y si es más efectivo que los métodos formales de inducción” (Finucane, 2020, febrero 27). Esta revisión bibliográfica concluyó que “la evidencia en cuanto a este procedimiento fue de certeza baja”.
Esta maniobra se considera demasiado dolorosa y un sufrimiento innecesario en las parturientas, para una eficacia relativa.
De las mujeres entrevistadas, solo una refiere que se le ha realizado esta maniobra.
“Le dije a doctor que no quería epidural, que quería parir normal y sentir todo el parto. Al doctor creo que no le sentó muy bien porque me dijo que, si quería pasar dolor, iba a pasar dolor. Entonces me hizo un tacto vaginal que me dolió muchísimo, grité y todo de dolor”, “el médico me habló de muy malas formas, fue muy, muy desagradable”, Mujer nº 8.
Cuando lo recuerda se pone a llorar. A esta participante no se le explicó la intervención que se le iban a realizar, ni el dolor que le produciría.
“Cuando terminó (el ginecólogo) se fue… yo seguía en la cama con mucho dolor, se me saltaron hasta las lágrimas… pero él no me preguntó ni como estaba, ni nada… fue muy duro…”.
Maniobra de Kristeller
El 10% de las parturientas refiere haber sufrido la maniobra de Kristeller.
“Mientras una matrona me gritaba que empujase, vino otra y empezó a apretarme la barriga por arriba muy fuerte para que el bebé saliese”, “Me estuvo doliendo durante varios días donde me apretó”. Mujer nº 10.
Gráfica 4. Maniobras de Hamilton y Kristeller
Ver: Anexos – Estudio cualitativo sobre la violencia obstétrica en Senegal, al final del artículo
Nota. Elaboración propia
Cesárea
Solo una de las participantes refiere haber sido sometida a una cesárea porque el feto se presentaba en posición podálica. Tras haber sido valorada por el ginecólogo, se le hizo una cesárea en una clínica privada.
Gráfica 5. Cesáreas
Ver: Anexos – Estudio cualitativo sobre la violencia obstétrica en Senegal, al final del artículo
Nota. Elaboración propia
Uso de instrumental: fórceps, ventosa o espátula
Ninguna de las participantes expone haber requerido de la utilización de instrumental durante la etapa expulsiva del proceso del parto.
Porcentaje relativo: 0%.
Rasurado del vello púbico
Un 20% se rasuró el vello púbico antes de acudir al centro sanitario tras ser advertidas por sus matronas de que era más higiénico, ambas pertenecientes al mismo centro de salud. Un 20% fue rasurada cuando llegaron bien al centro de salud, o bien al hospital.
Gráfica 6. Rasurado de vello púbico
Ver: Anexos – Estudio cualitativo sobre la violencia obstétrica en Senegal, al final del artículo
Nota. Elaboración propia
Administración de oxitocina sintética
La oxitocina es una hormona excretada en los núcleos supraópticos y paraventriculares del hipotálamo y almacenada en la glándula pituitaria posterior, que se administra por vía endovenosa para favorecer la actividad uterina cuando se acontece un fracaso del parto, con el objetivo de que el parto progrese hacia un parto vaginal.
Entre los efectos secundarios de este fármaco, se encuentra un aumento del dolor (lo que implica una mayor necesidad de analgesia), al incrementarse la intensidad y frecuencia de las contracciones uterinas, el aumento del riesgo de sufrimiento fetal, de rotura uterina o de hemorragia postparto.
El 50% de las mujeres participantes en el estudio afirma se les administró oxitocina, sin explicarles sus efectos. Refieren se les suministraron un fármaco para parir más rápidamente, que les intensificó las contracciones y el dolor.
Una de las participantes no sabe si se la pusieron o no, “me pusieron un bote con suero pero no sé lo que contenía”. “No sé si me aumentó las contracciones porque me dolían mucho”.
Según la matrona del centro de salud, es habitual administrar la oxitocina durante el periodo expulsivo de un parto para que éste se produzca con mayor rapidez, independiente de si el parto se está desarrollando o no con normalidad.
Gráfico 7. Administración de oxitocina
Ver: Anexos – Estudio cualitativo sobre la violencia obstétrica en Senegal, al final del artículo
Nota. Elaboración propia
Administración de analgésicos y otras técnicas para disminuir el dolor
El 100% de las entrevistadas refiere que no se le administró analgesia para mitigar el dolor.
En relación con otros métodos no farmacológicos para controlar el dolor, el 20% afirma haber realizado técnicas de respiración durante el parto, tras haber recibido la formación por parte de la matrona en consultas de seguimiento del embarazo.
La OMS (2018) ofrece en sus recomendaciones para los cuidados durante el parto una opción farmacológica para reducir el dolor de las contracciones durante el trabajo del parto, a través de la administración por vía parenteral de opioides como fentanilo, diamorfina o petidina, y otra no farmacológica compuesta por técnicas manuales, como masajes y empleo de compresas de agua tibia, o diferentes técnicas de relajación. La ejecución o no de cualquiera de estas opciones será siempre, en función de la voluntad de las mujeres.
En cuanto a la administración de fármacos analgésicos hay que tener en cuenta dos factores. Primero, las mujeres entrevistadas, desde que acceden al centro sanitario hasta que dan a luz, han pasado menos de cuatro horas, y segundo, que en los centros públicos, salvo la atención prestada por parte del personal sanitario, la totalidad del material y medicación utilizada como los guantes de las matronas, gasas, agujas de punción, sueroterapia, sistemas de perfusión endovenosa, gastos de laboratorio, medicación…, se abonan por adelantado, de manera que hasta que no se ha reembolsado o se ha acudido a una farmacia extrahospitalaria a por la medicación prescrita (no siempre hay suficiente stockage en las farmacias hospitalarias o de los centros de salud), no se le administra a las parturientas ( hay casos donde, si se considera que la mujer no tiene recursos, ni se le atiende). Este contexto económico promueve la existencia de una limitación formal por parte del personal sanitario de utilización de recursos materiales y farmacológicos con la finalidad de ocasionar el menor gasto posible a los pacientes, así como enfatiza la importancia del tiempo, pues se requiere del previo pago de fármaco analgésico, en este caso, lo que implica el tiempo que requiere la obtención del mismo por parte de un familiar o acompañante de la mujer.
Asimismo, para realizar el ingreso en un hospital privado, se requiere el pago por adelantado de una fianza que garantice los gastos derivados del mismo. El coste de una clínica privada es bastante superior al de un hospital público.
Por ello, la administración de analgesia para mitigar el dolor de las contracciones durante el trabajo del parto no siempre va a ser posible, por la sencilla razón de la organización
del sistema sanitario (o el propio sistema en sí mismo). Esta organización deriva en una política de gestión de recursos, por parte del personal sanitario de guardar todo lo que no sea imprescindible, para poder destinarlo a situaciones de emergencia vital, en una visión de lo necesario como vital, (todo lo que no es vital no es necesario), que difiere de la perspectiva occidental.
En resumen, en muchas ocasiones no es posible acceder a fármacos analgésicos, porque no hay, o son excesivamente caros, o se guardan para otras intervenciones. En este último apartado habría que hacer un estudio aparte para valorar el uso de los analgésicos y la importancia de la mujer en el momento del parto. Hay que puntualizar, que es normal el desabastecimiento de las farmacias hospitalarias en el sistema de salud senegalés.
Posición de litotomía obligatoria
Mucha mayor prevalencia tiene el parto en posición de litotomía, que continúa siendo la posición habitual en el expulsivo con una frecuencia del 87.4 %. Teniendo en cuenta que tanto la Estrategia como la correspondiente Guía de Práctica Clínica recomiendan permitir que las mujeres adopten la postura que espontáneamente prefieran y que les resulte más cómoda, este resultado se aleja enormemente de lo esperado y sólo puede explicarse por ser la posición más favorecedora para el trabajo del profesional y no para la mujer en el parto (Observatorio de Salud de las Mujeres, 2012, p.68).
Cuando la parturienta se encuentra en decúbito supino, su vientre oprime la aorta abdominal y la vena cava inferior dando lugar a una reducción del flujo circulatorio entre la madre y el feto, y por tanto a una hipoxia fetal, que dependerá del tiempo en que la madre permanezca en dicha postura. Igualmente, al reducirse la circulación sanguínea aparecen modificaciones en la dinámica uterina. Asimismo, conservar la postura de litotomía durante el expulsivo impide una correcta apertura de la pelvis, obstaculizando el canal del parto y favoreciendo la práctica de una episiotomía.
La totalidad de la evidencia científica coincide en que la razón de instalar a las parturientas en un potro durante el parto, es debido a que dicha postura es la más cómoda para el personal sanitario, pues les proporciona una mayor accesibilidad junto con una visión más amplia del canal del parto, y no por un beneficio materno-infantil.
La OMS (2018) en sus “Recomendaciones de la OMS Para los cuidados durante el parto, para una experiencia de parto positiva”, recomienda “alentar la adopción de una posición para dar a luz que sea de su elección, inclusive las posiciones erguidas”.
No obstante, en los resultados obtenidos de las entrevistas realizadas, el 100% de las entrevistadas parieron en posición de litotomía sobre un potro. Esta posición está tan socialmente aceptada que, aunque la evidencia no la recomiende, parece impensable parir de otra manera.
Sin embargo, una de las parturientas relata que antes muchas mujeres parían solas y en cuclillas.
“Era pequeña y mi tía estaba embarazada, estábamos lavando la ropa y mi tía se fue, yo ni me di cuenta (risas), hasta que vino mi tía con un bebé. Se fue y lo parió, así se hacía aquí antes. También depende de la etnia que seas. Mi abuela, sus hermanas y muchas tías mías han parido solas en la aldea, antes no había puestos de salud para ir y lo hacíamos solas….” Mujer nº 6.
Imagen 2. Principales posiciones para el parto.
Ver: Anexos – Estudio cualitativo sobre la violencia obstétrica en Senegal, al final del artículo
Nota. “Parir en movimiento”, Blandine Calais-Germain, 2015
No permitir posturas antiálgicas fuera de la cama: levantarse y caminar, posición en cuclillas…
Cuando se les pregunta a las participantes como mitigaban el dolor, si podían levantarse, todas relatan que estar en la cama era obligatorio. Algunos de estos relatos fueron:
“Me levanté y me fui al pasillo a caminar, la matrona se enfadaba y me decía que tenía que estar tumbada en la cama, que no podía levantarme. Me decía que era una desobediente (risas)”. Mujer nº 6.
“Tuve suerte, estaba tumbada en la cama y la matrona me decía que me tenía que poner de lado para que el niño respirase mejor” Mujer nº 10.
A la participante nº8 la matrona le dijo que, si el trabajo del parto no comenzaba, habría que hacerle una cesárea. A lo que ella comenzó a bajar y subir las escaleras del hospital privado en el que se encontraba. Cuando iniciaron las contracciones más fuertes, refiere que se tumbó en la cama como le indicó la matrona.
Cuando se les explicó que existían posturas que ayudan a controlar el dolor, todas las entrevistadas manifestaron desconocerlas, relatando que nadie las había informado, y mostrando incredulidad al respecto.
Gráfica 8. Posición para parir
Ver: Anexos – Estudio cualitativo sobre la violencia obstétrica en Senegal, al final del artículo
Nota. Elaboración propia
Gráfica 9. Posturas antiálgicas
Ver: Anexos – Estudio cualitativo sobre la violencia obstétrica en Senegal, al final del artículo
Nota. Elaboración propia
No suministrar bebida o comida durante el proceso del parto
En este apartado hay que tener en cuenta la perspectiva de precariedad de recursos explicada en el apartado i) Administración de analgésicos y otras técnicas para disminuir el dolor; el no ofrecer agua o comida puede ubicarse en este contexto socioeconómico concreto y entenderse como una limitación estructural del propio sistema.
“Salí de la habitación y le pedí a una mujer si me podía traer un café porque mi abuela decía que si tomas algo caliente, te ayuda a parir antes. Cuando la matrona me vio bebiéndolo, me dijo enfadada que no tenía dolor porque me estaba tomando un café.” Nº 6.
El 90% de las participantes refiere que no se les ofreció nada para comer o beber. Sólo al 10% se le ofreció una botella de agua y algo para comer, era una clínica privada.
Las participantes procedentes de la zona rural refieren haber comido antes de ir al puesto de salud para parir.
Una vez que las mujeres han dado a luz, a los familiares o acompañantes se les permite llevar algo de comida y bebida, dependiendo de si pueden ver a la mujer o no. No obstante, las mujeres una vez que han finalizado el proceso del parto permanecen unas horas en el hospital y seguidamente parten a sus hogares. El puerperio inmediato se reduce a unas pocas horas, en función del estado de la puérpera y de circunstancias externas.
“Nunca te dan nada para beber o comer, si quieres te lo puedes llevar tú, pero a muchas matronas no les gusta que comas”. Nº 9, hospital público.
Negarse a atender a la parturienta
“Le dije que estaba de parto, que ya había parido dos veces y sabía lo que era estar de parto, pero la matrona no me atendía, me decía que me fuera, pero yo no me fui y me senté en un pasillo. Como era cuando el COVID, pasó un ginecólogo y se puso a echar a la gente de los pasillos, cuando llegó a mí le dije que estaba de parto pero la matrona me decía que no y no me quería explorar. El ginecólogo le ordenó a la matrona que me explorara y cuando me exploró vio que de verdad estaba de parto y me quedé en el hospital”. Mujer nº 9.
El resto de las mujeres refieren haber sido atendidas con normalidad. Asimismo, dos participantes han relatado dos historias de familiares que al llegar al puesto de salud o al hospital, las han derivado sin ser exploradas por no tener capacidad para atender a la parturienta o por no tener los recursos necesarios. En uno de los casos relatados, la mujer falleció en el taxi antes de llegar, era tía de una de las mujeres entrevistadas.
Grafica 10 y 11.
10. Ofrecer agua y comida a las parturientas – 11. Atender a una parturienta
Ver: Anexos – Estudio cualitativo sobre la violencia obstétrica en Senegal, al final del artículo
Nota. Elaboración propia
6.2.2. Resultados de la violencia obstétrica psicológica
Trato irrespetuoso o humillante. Juicios de valor, críticas, comentarios vejatorios
“¡Empuja!, ¡¿O quieres matar a tu hijo?!” Esto refiere que le gritaba la matrona durante el expulsivo a la parturienta nº 6.
Esta mujer relata que una vez que nació su hijo, se lo llevaron rápidamente sin que ella pudiese verlo. No le dijeron si estaba bien o por el contrario había fallecido. Refiere que le suturaron, dejándola sola en la sala de paritorio tumbada en el potro sobre una cuña y con las piernas abiertas. “No te muevas o puedes tener una hemorragia”, le dijo la matrona antes de irse. La mujer explica que, cuando se hace la episiotomía con su correspondiente sutura, se deja a la puérpera en el potro por si se produce una hemorragia.
Refiere que le dolía la zona sacra y la sentía entumecida.
Al ver pasar a un matrón le preguntó por su hijo y éste le dijo que había sido un varón y se encontraba bien. Pasadas casi cinco horas desde que dio a luz, pidió a un matrón que vio pasar que la ayudase, éste le preguntó si había traído una bolsa con sus enseres personales y ropa para cambiarse ella y al recién nacido, le ayudó a levantarse y la acompañó a otra sala.
Una vez en la cama de la otra sala continuaba preguntando por su bebé, pues oía a bebés llorar y quería ver al suyo, estaba nerviosa. Entonces, una matrona vino con su recién nacido llorando en brazos y le dijo, “es el bebé que más llora de todos, ¡Está muerto de hambre!”, le decía riéndose. La puérpera describe la actitud de la matrona como inhumana.
Este relato corresponde a la participante nº6, quien indica que se sintió humillada y juzgada en más de una ocasión por su comportamiento: levantarse de la cama durante la dilatación, tomarse un café caliente o enfrentarse a la matrona asegurando que sí estaba de parto.
La participante nº 8 relata que, cuando el ginecólogo le ofreció administrarle la anestesia epidural, ella se negó argumentando que quería vivir la experiencia del parto al completo y sentir como nacía su bebé, alegato que cree que no le gustó al ginecólogo, quien le dijo “si quieres pasar dolor, vas a pasar dolor”, “de muy malas formas” y a continuación le realizó un tacto vaginal que le dolió tanto que la hizo llorar. Mientras narra este incidente se emociona, recordando el fortísimo dolor que sufrió y llora.
Refiere que se sintió juzgada y culpable de no haber querido la epidural.
La participante nº 9 relata en relación a la matrona cuando la estaba suturando tras realizar la episiotomía: “me hablaba mal… Me decía que no me moviera de muy malas formas…pero me hacía daño y yo me movía”.
La participante nº 10 refiere que tuvo mucha suerte con el trato recibido, pues le tocó una matrona mayor que conocía a su tía y fue bien tratada, cosa que no siempre pasa, recalca. Cuenta que existe una gran diferencia entre las matronas mayores y las jóvenes, estas últimas tratan peor a las mujeres.
Gritarle a la parturienta
Está desarrollado en el apartado anterior en la participante nº 6. El resto de las participantes no refieren que les hayan gritado.
Gráfica 12. Gritar o tratar irrespetuosamente a la parturienta
Ver: Anexos – Estudio cualitativo sobre la violencia obstétrica en Senegal, al final del artículo
Nota. Elaboración propia
Negar a la mujer el acompañamiento por parte de una persona de su elección durante el parto
“…permitir durante todo el proceso la presencia de la persona acompañante que la mujer haya elegido. Se considera especialmente relevante que exista un nivel de cumplimiento alto en este dato, por existir abundante evidencia que muestra los beneficios del acompañamiento desde las etapas más tempranas. Este apoyo continuo favorece el progreso fisiológico y una mayor satisfacción de las mujeres por la experiencia de parto, así como mejora los resultados de parto por su relación con el hecho de provocar menor uso de analgesia epidural, menor incidencia de partos instrumentales y de cesáreas.” (OMS, 2012, p.38).
Asimismo, Bohren concluyó en sus estudios “Apoyo continuo para las mujeres durante el parto” (2017, Julio 6) y “Percepciones y experiencias del acompañamiento durante el trabajo de parto: síntesis de evidencia cualitativa”(2019, Marzo 19), que el acompañamiento a las mujeres durante sus partos tiene múltiples efectos positivos sobre ellas y sobre sus recién nacidos/as, como “aumento del parto vaginal espontáneo, la menor duración del trabajo de parto y la disminución de los partos por cesárea, el parto vaginal instrumental, el uso de cualquier analgésico, el uso de analgésicos regionales, la baja puntuación de Apgar a los cinco minutos y los sentimientos negativos sobre las experiencias del parto”. A su vez, en los estudios se muestra la preocupación acerca de la relación entre la deshumanización del parto y la falta de apoyo durante el mismo, que requiere más investigación.
El sostén emocional que aporta un acompañante durante el parto ayuda a disminuir el temor y los niveles de ansiedad de la mujer, dándole seguridad y mitigando la sensación de soledad y miedo que las acompaña (Bohren et al., 2019, marzo 19).
El acompañamiento también abarca información, consejos, reforzar las decisiones de la parturienta e incluso salir en su defensa si se vulneran sus derechos, apoyo en técnicas de control del dolor…. Sin embargo, aunque en Senegal esta figura de acompañamiento no existe, y por tanto no se puede utilizar de indicador de violencia obstétrica, sí se puede utilizar como indicador de la misma, el hecho de que una persona acompañe a la mujer durante el trabajo de parto. Este acompañamiento durante las fases de dilatación, expulsión y alumbramiento, conducirá una experiencia positiva del parto, mejorando de esta manera, la confianza de la parturienta.
Según ha explicado una matrona del puesto de salud de Thíes, el acompañamiento durante el período expulsivo de un parto no está permitido ni en el centro de salud ni en los hospitales públicos o privados del país, salvo excepciones, pues “los acompañantes preguntan mucho y suelen interferir en su trabajo”.
Las mujeres que parieron tanto en el centro de salud, como en los hospitales públicos declararon no tener permiso para estar acompañadas en la sala de dilatación por ningún familiar en la sala de dilatación, mientras que de las que dieron a luz en un hospital privado sólo una pudo estar acompañada durante la fase de dilatación por su marido (europeo). Este parto derivó en una cesárea, en la que por protocolo del centro no se permite el acceso a familiares a dicha intervención.
Sin embargo, el 100% de las mujeres entrevistadas refieren que hubieran preferido estar acompañadas durante el trabajo del parto.
“Hubiera preferido que hubiera alguien conmigo, pero aquí no está permitido.” N º 3 “Me sentía segura con la matrona, ya la conocía.” N º 4.
“Mi madrastra estaba fuera, me hubiera gustado que estuviese en la sala de dilatación, hice los ejercicios que ella me dijo, pero estaba nerviosa, dolía mucho y me tenía que aguantar. Sí que me hubiera gustado que estuviese a mi…”Nº 5, primípara.
“Claro que hubiese preferido no estar sola, en los otros dos partos en el pueblo estuve acompañada en la dilatación y es mejor.” N º 6.
Nº 9 hubiera preferido estar acompañada por su marido. Nº 10, hubiera preferido estar acompañada de su tía.
Gráfica 13. Acompañamiento durante el parto
Ver: Anexos – Estudio cualitativo sobre la violencia obstétrica en Senegal, al final del artículo
Nota. Elaboración propia
Carencia de privacidad, varias mujeres pariendo a la misma vez en la misma sala
La infraestructura de las salas de dilatación y el paritorio impiden la privacidad de las parturientas.
En el centro de salud, la sala de dilatación se compone por 7 camas, 5 por un lado y 2 por el otro, entre las que no hay separaciones. En la zona derecha de la sala, enfrente de las dos camas, hay una habitación sin puerta y sin techo donde se encuentran dos potros, uno al lado del otro. Este paritorio tiene acceso visual desde las dos camas que se encuentran delante de la entrada.
La mujer nº4 refiere que deberían mejorar las condiciones del Centro de Salud.
Las mujeres que han parido en los hospitales públicos relatan que, en la sala de dilatación, hay varias camas alineadas, donde se encuentran acostadas o sentadas las parturientas, pudiéndose ver sin ningún tipo de impedimento. Si la sala está llena, es posible ver dos mujeres compartiendo una cama, sentadas cada una en un lado de la misma. Una vez han parido vuelven a la misma sala, durante unas horas hasta recibir el alta hospitalaria, salvo que hayan presentado alguna complicación durante el parto o el postparto.
En cambio, la infraestructura en los hospitales privados es diferente. Una de las mujeres declara haber permanecido toda su estancia en una habitación compartida con otra parturienta, salvo el tiempo que acudió al paritorio, donde parió sin más compañía que la de una matrona, mientras que la otra parturienta se benefició de una habitación individual, a excepción del tiempo de la cesárea a al que fue sometida. Ambas pasaron la noche en la habitación del hospital.
No proporcionar información sobre el proceso o intervenciones. El consentimiento informado
“… resulta imprescindible informar a las mujeres y sus acompañantes de manera efectiva durante todo el proceso del parto, usando un lenguaje lo más claro posible y evitando la jerga médica.” (OMS, 2018, p. 25)
“El consentimiento informado para el tratamiento médico relacionado con los servicios de salud reproductiva y el parto es un derecho humano fundamental. Las mujeres tienen derecho a recibir toda la información sobre los tratamientos recomendados a fin de que puedan pensar y adoptar decisiones bien informadas.” (UN, 2019, p. 13)
Toda persona tiene derecho a conocer toda la información relativa a su salud: es un derecho fundamental (Stegemann, 2012). El cuerpo es propiedad privada de cada individuo, siendo cada individuo su tutor, de manera que, se ha de disponer de toda la información posible sobre sí mismo, para poder crear un criterio válido y fundamentado para decidir libremente entre las alternativas existentes.
La información clínica se enmarca dentro de las actuaciones asistenciales, siendo trasmitida con veracidad y en un lenguaje comprensible para la madre, abarcando como mínimo la evolución de su parto y el estado de salud de la madre y el feto o recién nacido/a
Todos los profesionales sanitarios, en este caso matronas y obstetras, que atiendan, o bien apliquen técnicas o procedimientos a una embarazada, tienen la obligación de informar y de aclarar las dudas que preocupen a la mujer. Esta información se facilitará verbalmente, salvo en las intervenciones que requieren la firma del paciente, en cuyo caso la información se presentará por escrito.
Sin embargo, los datos encontrados no coinciden con estas indicaciones. Son más bien contrarios, pues el 100% de las participantes refieren que la información recibida por parte del personal sanitario ha sido prácticamente inexistente. Como comenta la mujer nº 9, más que información, las matronas aportaban indicaciones sobre las posturas a adoptar o lo que debían hacer durante el proceso de dilatación, parto y postparto inmediato.
“No, no te decían de cuantos centímetros estabas, sino que ya te faltaba poco o que ya pasabas al paritorio…ahora haz esto, ponte de lado izquierdo para que el bebé respire mejor, estate quieta, abre las pierna…”nº 9.
“La matrona lo decidió todo, no me preguntó nada” (nº1), “no me han explicado nada” (nº2), “no te explican nada, llegas y la matrona te dice lo que tienes que hacer” (nº3”).
“Nadie me explicó nada… que me sentara sobre la cama, luego que si ya está aquí… y te llevan al potro… pero no te explican nada, y no protestes porque se enfadan, ni siquiera cuando nace el niño, lo cogen y se lo llevan y no te dicen nada…” nº6.
A la número 7 le hubiese gustado que le dieran más información para ayudarle a reducir el miedo.
“En general no te explican nada y si preguntas no está bien visto y se pueden enfadar, es como si cuestionaras su trabajo, pero no es eso… es que tú quieres saber. “nº 10.
“Aquí normalmente no preguntamos, no es costumbre, ellas saben lo que hacen y nosotras no”.
Una de las participantes manifiesta que su recién nacida fue reanimada tras nacer, pero desconoce la causa.
Al realizarles las preguntas sobre si se les informó según iba transcurriendo el parto, muchas miran con cierta incredulidad pues sus conocimientos acerca de un embarazo o un parto son escasos, y, por tanto, la pregunta resulta ser un poco abrumadora para muchas, pudiendo llegar a interpretarse como mal intencionada, pues se la puede considerar falta de respeto hacia la matrona. Por ello, hubo que incidir en este aspecto y explicarles que no era una falta de consideración hacía la profesional, ni para su trabajo.
No solicitar permiso para la realización de tactos vaginales u otras intervenciones
El 100% de las participantes declara que no se les solicitó permiso para realizarles los tactos vaginales ni cualquier otra intervención, ni verbal, ni por escrito.
“Vino, me dijo que abriera las piernas y me exploró, ellas vienen te dicen que abras las piernas y te exploran, tú ya sabes lo que te van hacer” nº 10.
“La matrona vino me pinchó y me puso un suero, no me dolió (…), no me dijo nada, vino y me lo puso, es normal” nº7.
No proporcionar información sobre el/la recién nacido/a
El 20% de las entrevistadas exponen que una vez que dieron a luz no se les dio ningún tipo de información acerca de los neonatos/as. Una de ellas permaneció sobre el potro cinco horas, sin saber durante este tiempo si su hijo estaba vivo o no.
La parturienta nº 7 refiere que una vez dio a luz (sobre media noche) se llevaron al bebé y se lo devolvieron al día siguiente, solo sabía que estaba bien.
Gráfica 14. Información y consentimiento
Ver: Anexos – Estudio cualitativo sobre la violencia obstétrica en Senegal, al final del artículo
Nota. Elaboración propia
Ignorar el miedo de la parturienta
Presentar miedo ante la proximidad de un parto es un sentimiento, en mayor o menor medida, universal en todas las embarazadas. Una mujer tendrá tantos partos diferentes como partos tenga, pues todos son distintos y no se conocerá su evolución hasta que finalicen, pues en cualquier momento, el proceso puede complicarse, comprometiendo la vida de la nueva criatura o de la gestante. Son realmente, un misterio.
Tener miedo es una realidad y el contexto fisiológico materno que deriva de él también lo es. A nivel fisiológico, el miedo genera adrenalina, y la adrenalina es contraria a la oxitocina, que a su vez es necesaria para el adecuado progreso del parto. Por ello, hablar con la parturienta, explicarle la normalidad del proceso y tranquilizarla, es esencial para ayudarla a vivir la experiencia del parto lo más positiva y gratificante posible, aparcando el miedo a lo desconocido, así como el temor a la muerte, tan presente en algunas parturientas. Asimismo, dada la elevada tasa de mortalidad materno-infantil del país, es habitual que las mujeres hayan entrado en contacto con el drama del fallecimiento de alguna conocida embarazada o su hijo/a, durante el parto.
“Tuve más miedo a morir en este parto que en los dos anteriores…y eso que los otros fueron más complicados…en uno pensé que se perdía al bebé, pero no sentí miedo de morirme yo…” Nº 6. Esta mujer manifiesta echar de menos a alguien a su lado que le hubiese hablado y ayudado a relajarse.
Esta mujer relata que a veces, es preferible que muera el bebé a la madre, ya que, si muere la madre y esta tiene hijos/as pequeños/as a su cargo, no siempre va a tener quien los alimente, mientras que siempre va a poder volver a quedarse embarazada (remarca que culturalmente no se puede decir esto, aunque todo el mundo lo piense). En Senegal la lactancia materna adquiere un alto valor en cuestión de alimentación, siendo habitual que esta se extienda hasta la llegada de un/a nuevo/a recién nacido/a.
En este apartado, resulta interesante lo aportado por la participante n3, quien tras sufrir un mortinato a término, da a luz 15 meses después a un varón, refiriendo no haber sentido miedo durante el segundo parto, pues el aborto fue “voluntad de Dios”.
“No sentí miedo por el bebé, sí por mí…Me hubiera gustado que la matrona me hubiera hablado y tranquilizado para disminuir el miedo”, nº9.
Ignorar el dolor de la parturienta
La totalidad de las mujeres entrevistadas afirman que el proceso del parto es doloroso, aumentando en intensidad a medida que evoluciona la dilatación y se acerca la fase expulsiva del/ la recién nacido/a, momento cúspide del dolor. No obstante, la capacidad de tolerancia al dolor es desigual en función de cada participante.
Existen unos mandatos internos establecidos en las distintas sociedades, cuyas consignas indican “parir con dolor” y, por tanto, no se puede pretender que sea de otra manera. Pero ello no impide el acompañamiento a la mujer durante el parto, ya que tal como reconocen expertos en la materia, dicho acompañamiento puede reducir la ansiedad, la tensión e incluso el dolor derivado de la intensidad de las contracciones atenuando, por tanto, los aspectos negativos de la experiencia sensorial.
Al preguntar acerca del dolor, de sus manifestaciones y de cómo se han sentido tratadas al respecto, se observa que las manifestaciones de dolor no son bien aceptadas culturalmente.
“No puedes gritar… si no gritas es prueba de coraje y valentía”, nº 2.
“No importa que te duela mucho, no te hacen caso “, nº4.
“Te han explicado (las matronas) que en el parto tienes que aguantar el dolor”, nº 5 “No tienes dolor, te estás tomando un café” nº6.
La número 7 refiere haber pasado mucho dolor en la dilatación y no sentirse comprendida, “no me dijeron ninguna postura para bajar el dolor….hubiera preferido que me dieran algo para el dolor”
La nº 8 rehusó la administración de la anestesia epidural, a lo que el ginecólogo le dijo “si quieres pasar dolor…vas a pasar dolor” y a continuación le realizó la maniobra de Hamilton (ver apartado maniobra de Hamilton).
El 20% de las participantes expone haberse sentido comprendidas respecto a los dolores del parto, frente al 80% que señala indiferencia por parte del personal obstétrico, hacia su dolor.
En la cultura senegalesa la mujer no debe llorar, ni gritar en el parto; es una cuestión de honor familiar. Si una mujer grita es porque es cobarde y se considera una ofensa para su familia. Todas las participantes son conscientes de esta situación y la asumen como natural, ninguna afirma haber gritado, aunque se le ha preguntado de manera directa.
Gráfica 15. Dolor y miedo
Ver: Anexos – Estudio cualitativo sobre la violencia obstétrica en Senegal, al final del artículo
Nota. Elaboración propia
No sentirse comprendida por parte del personal sanitario, trato frío y no empático
Las participantes procedentes del centro de salud refieren haber sido bien tratadas por las matronas que las atendieron, mientras que el resto de la mujeres aportan opiniones dicotómicas al respecto.
“Puedes llorar pero no te van hacer caso… Las matronas deben cambiar su forma de hacer las cosas, ser más humanas y hacer mejor su trabajo”, estas son palabras de la entrevistada nº9.
La número 6 describe el trato de las dos matronas que la atendieron como frío, nada amable e incluso lo califica de cruel. Manifiesta que el personal debería estar más sensibilizado y proporcionar una atención más humana hacia las mujeres.
La número 7 refiere que el ginecólogo que la atendió fue “muy amable, no me dio muchas explicaciones pero buen trato”.
La número 8 relata haber sentido una muy mala experiencia por parte del ginecólogo, lo describe como una mala persona, grosera y nada empática. Cuando narra su experiencia con el obstetra, la recuerda como “realmente mala” y se emociona. Sin embargo, el trato recibido por parte de las enfermeras una vez que nació el niño lo describe como gentil, muy amable y profesional. Igualmente se sintió frustrada cuando le dijeron que había que realizarle una cesárea y no iba a poder tener un parto vaginal.
Otra de las mujeres declara que “le gustaría que las matronas te tranquilicen, te hablen bien, te traten bien para que piensen en otra cosa y te duela menos…y que no te griten”. Nº 10.
El 50% expone haber sido bien tratado por parte del personal sanitario que las atendió durante el parto. No obstante, esta cifra debería ser mayor si se tiene en cuenta que el 60% de las parturientas manifiesta haber sentido indiferencia respecto a su miedo y el 80% que a su dolor no se le dio la importancia que para ellas merecía. La diferencia de porcentajes, se encuentra en las participantes procedentes del centro de salud, quienes refieren haber sido bien tratadas a la par que sentido ignoradas.
No permitir el “piel con piel”
Colocar al/ recién nacido/a desnudo en el pecho y abdomen de la madre favoreciendo el contacto físico precoz de ambas epidermis según ha comenzado su vida extrauterina, es una técnica cuyos beneficios están probados y son indiscutibles.
Entre los beneficios más destacado se encuentran la mejora de la termorregulación del/la neonato/a y de sus constantes vitales, así como de las hormonas encargadas de la iniciación de la lactancia materna y el favorecimiento del vínculo afectivo o el desarrollo neurológico.
Es una práctica recomendada por la OMS, UN, FIGO, SEGO, y otras asociaciones a favor de un parto humanizado.
Al 50% de las participantes no se les permitió hacer el “piel con piel” con su recién nacido/a.
Gráfica 16. Piel con piel
Ver: Anexos – Estudio cualitativo sobre la violencia obstétrica en Senegal, al final del artículo
Nota. Elaboración propia
No propiciar la lactancia materna o preguntar a la madre sobre el tipo de lactancia que va a proporcionar
En el 100% de los casos ha sido fomentada la lactancia materna.
No se ha preguntado a las madres si optaban por la lactancia artificial, situación que encaja en el contexto económico de un país con bajos recursos. De hecho, es más habitual cuando una mujer por algún motivo no puede amamantar a sus hijos/as, que otra mujer lo haga en su lugar, evitando comprar así las conocidas leches de fórmulas, pues son muy caras e inaccesibles para la mayoría de la población.
Dar biberón sin preguntar previamente a la madre
Dos participantes de las que dieron a luz en hospital privado, refieren que a sus recién nacidos/as les dieron un biberón de leche artificial sin consultarles con antelación.
La mujer nº 7 relata que se llevaron a su bebé a la sala de neonatos y se lo devolvieron al día siguiente alimentado con lactancia artificial para que ella descansara del esfuerzo del parto. Se le pregunta si le pareció correcta esta acción de la matrona y respondió que sí, pues “era por su bien”.
Una situación similar vivió la parturienta nº8, a quien sin preguntarle le dieron a su hijo biberones de lactancia artificial con el argumento de la tardanza en la producción de la leche tras una cesárea.
Ambos hospitales eran privados y a ambas mujeres les dio información sobre la lactancia artificial y los beneficios de la lactancia mixta.
Gráfica 17. Lactancia
Ver: Anexos – Estudio cualitativo sobre la violencia obstétrica en Senegal, al final del artículo
Nota. Elaboración propia
Satisfacción con el parto
El 90% de las entrevistadas respondió que la vivencia del parto había sido una experiencia positiva, frente a un 10% que la describió como una experiencia negativa.
“Me ha parecido una experiencia muy dura…. Ha sido muy, muy duro….Por ahora no voy a tener más”. Mujer nº 5.
Tras la lectura de las entrevistas, se observa que el 30% de las mujeres refieren no desear volver a pasar por un parto.
Mientras relata su experiencia, una de las mujeres rompe a llorar al recordar el dolor padecido durante el parto y la actitud descarnada del ginecólogo, “me ha quitado las ganas tener más hijos”.
Reconoce que su parto difiere mucho de cómo ella lo esperaba, manifestando padecer nerviosismo y llanto, cada vez que lo recuerda. Su hijo tiene 8 meses. No obstante, lo califica como una experiencia positiva, dado que su hijo nació sano y recibió un trato amable por parte del equipo de Enfermería. Se trata de una mujer primípara, a quien le gustan las familias numerosas, pero que, por el momento, descarta tener más descendencia, a consecuencia de su mala experiencia.
La mujer nº 6 recuerda su tercer y último parto como una experiencia “muy” negativa. Su segundo parto, aunque cargado de complicaciones y con riesgo de muerte fetal, no lo rememora como una experiencia negativa, mientras que con este último parto sí, afirmando “no voy a volver a parir, lo pasé muy mal”.
La mujer nº 1 asegura “por ahora no quiero tener más…. Voy hacer una pausa… no sé si en el futuro tendré más, pero por ahora no…. Ha sido mucho más doloroso que los otros dos (el parto)”. A pesar de esto, lo califica como una experiencia positiva.
Gráfica 18. Experiencia del parto
Gráfico 19. Volverían a parir
Ver: Anexos – Estudio cualitativo sobre la violencia obstétrica en Senegal, al final del artículo
Nota. Elaboración propia Nota. Elaboración propia
Peculiaridades
Una de las entrevistadas narra cómo se llevan a cabo las relaciones sexuales en muchos matrimonios, sobre todo en los forzados. Consiste en una “entrega” del cuerpo de la mujer al servicio del hombre, en las que la mujer se acuesta sobre la cama, se levante la falda y gira la cabeza esperando a que el marido finalice el coito. Al preguntarle a otra de las mujeres entrevistadas entre risas confirma esta práctica.
Discusión
Durante la realización de esta investigación y tal como como refiere el antropólogo Yannick JAffré en su estudio “La batalla de las mujeres”, se evidencia la existencia de una clara diferencia de perspectiva que obliga a no observar los paritorios o salas de dilatación senegalesas desde una óptica occidental, sino desde la visión correspondiente a un país de África del Oeste, bajo en recursos y con un sistema sanitario plagado de dificultades en infraestructura y gestión. Este cambio de óptica, se traduce en este trabajo en que ciertos indicadores de violencia obstétrica estipulados por la OMS, no son valorables tal cómo se pretendió en un principio (como la administración de medicación analgésica o porcentajes de cesáreas realizadas), debido a las características propias del contexto.
Este trabajo se ha realizado en un contexto sociocultural altamente patriarcal y bajo en recursos, lo cual desencadena una serie de situaciones particulares e intolerables que acontecen de manera cotidiana. La precariedad de recursos (tanto materiales como humanos) desencadena una gestión inadecuada de los mismos, donde la mujer como receptora de los servicios ofrecidos por un modelo médico hegemónico vigente en el país, se encuentra en una situación exacerbada de indefensión y sometimiento, sin derecho a réplica.
El análisis de las diferentes experiencias de parto relatadas por las mujeres del estudio, refleja la existencia de procedimientos indicativos de violencia obstétrica, encontrados en la totalidad de las entrevistas realizadas. En todos los relatos se hallan expresiones físicas o psicológicas de este tipo de violencia, en mayor o menor grado de intensidad.
Existe una evidente preocupación por parte de los Organismos Internacionales y del Gobierno Senegalés de reducir la alta tasa de mortalidad materno-infantil, tal como se aprecia en el Plan Nacional de Desarrollo sanitario y social 2019 – 2028 y el Plan Estratégico de Salud Reproductiva 2012-2015, donde se plantean entre otros objetivos por parte del gobierno, reducir la mortalidad materna, la mortalidad infantil y la fertilidad controlada, priorizando en sus programas los cuidados obstétricos y neonatales de urgencia.
No obstante, estos objetivos fomentan la patologización del embarazo y el sometimiento del cuerpo femenino, características propias del modelo biologista patriarcal actual, ya que no están dando importancia al parto humanizado. Una vez que estas tasas alcancen los valores esperados, se espera que el gobierno y otras organizaciones comiencen a luchar contra esta lacra de violencia. Sin embargo, para que esto suceda habría que cambiara un sistema socio-cultural ferozmente androcéntrico que no tiene intención de dejar de serlo, o por lo menos a corto plazo.
Para muchas mujeres el hecho de poder ser atendidas por profesionales “con estudios”, ya es un privilegio que infunde un enorme respeto por su parte y que conlleva la aceptación de ciertas actitudes o procedimientos inaceptables, como daños colaterales, minimizando su importancia. Con sobrevivir al parto es suficiente. Como dijo una de las entrevistadas, “durante el parto pensaba… ¿Si yo muero, ¿quién va a alimentar a mi otro bebé?”.
Esta pregunta requiere una especial atención, al plantearse como correcto e incuestionable el hecho de que en un parto la vida del/la recién nacido/a es prioritaria frente a la vida materna. No obstante, no siempre puede ser visto así por la propia madre, a quien no se le pregunta su opinión si se presenta una ocasión de urgencia vital. En ocasiones, en contextos de pobreza y supervivencia la muerte de la madre puede conducir a la muerte del/ la propio/a recién nacido/a, ante la incapacidad por parte de la familia de acceder a la alimentación artificial (debido a su alto coste), o de encontrar a otra mujer que pueda amamantarlo. Esta dramática situación podría incluso poner en riesgo la vida de algún otro/a pequeño/a hermano/a de corta edad.
Esta proposición de consultar a la madre sobre la elección entre su vida o la de su bebé en situación de alto riesgo, puede resultar “salvaje”, “inhumana” e inaceptable para muchas creencias culturales, patriarcales o religiosas, y, por tanto, requiere de una visión feminista, que adopte una perspectiva al margen de un contexto cultural androcéntrico y plantee esta decisión como propia y exclusiva de la parturienta.
Una de las entrevistadas relató que una mujer guineana de su barrio, perdió a su hijo lactante ante la imposibilidad de comprarle leche artificial. A esta situación de pobreza extrema se unió el hecho de tratarse de una mujer procedente de otro país que no hablaba ni la lengua local, ni el francés. Este hecho, aunque aislado, pues no se han conseguido más datos de situaciones similares, sirve para ubicar el entorno socio- económico y el planteamiento de esta cuestión, que no deja de ser una imposición del mandato de género impuesto por un sistema androcéntrico donde el sufrimiento y el dar la vida por los/as hijos/as es una obligación exclusiva de la mujer.
Tanto el parto como la sexualidad en Senegal son desde una perspectiva de género actos machistas, donde a las mujeres les corresponde el rol de la reproducción y gestión de niño/as propiedad de los padres (el padre es el jefe de familia y los/as hijo/as son su propiedad según su legislación) y se desarrolla bajo esta premisa. Estos mandatos de género les exigen a la mujeres ser fuertes y dignas de un buen marido, a quien proporcionarle una “buena” y sana descendencia, para evitar en lo posible, que éste se vuelva a casar con otra mujer (hasta cuatro veces está permitido por la legislación senegalesa) y deje de prestarle la misma atención tanto a ella como a sus hijos/as.
Los indicadores de violencia obstétrica física relevan que las episiotomías realizadas se mantienen dentro de los límites de la OMS, así como también el bajo índice de cesáreas y partos vaginales operatorios (requieren instrumental como fórceps o ventosas). Aquí hay que tener en cuenta que la realización de cesáreas está restringida a la población con acceso a un centro hospitalario y que a su vez pueda pagarla, por lo que su bajo índice no sería indicativo de una buena práctica médica, sino una consecuencia de limitación de recursos.
Las maniobras de Hamilton y Kristeller, ambas no recomendadas por la OMS por su ineficacia, riesgo de complicaciones y producción de dolor innecesario, se han realizado en un bajo porcentaje, al igual que el rasurado del vello púbico por parte del personal sanitario. No obstante, ninguna de estas prácticas debería llevarse a cabo al no existir indicación para ello.
En cuanto a la administración de oxitocina sintética, ésta se ha administrado en un porcentaje demasiado elevado según criterio de la OMS, así como los tactos vaginales se han realizado de manera indiscriminada, sin tener en cuenta las recomendaciones de tiempo entre ellos y sin el consentimiento de las mujeres, quienes afirman en totalidad que esta intervención les ha resultado dolorosa.
“Una buena mujer es buena para parir”, esta premisa sigue estando presente en el imaginarium popular senegalés. Para una mujer senegalesa parir con honor y con dignidad se traduce en no manifestar su miedo o su dolor. Si una mujer grita o llora se considera una humillación para su familia, sobre todo para su familia política. Junto a las pequeñas salas de maternidad suelen esperar estos familiares y ciertos allegados, de manera que si la parturienta grita es fácilmente audible y rápidamente trasmitido este acto vergonzoso al resto de la comunidad, convirtiendo a la mujer en objeto de cotilleos. Esta situación puede llegar a suponer un estigma social en su comunidad y objeto de rechazo por parte de su suegro o suegra.
Todas las participantes asumieron en el rol de mujer valiente acorde con esta creencia, que no les permite manifestar miedo o debilidad, obligándolas a mantener la compostura, ante el miedo de ser rechazadas por su comunidad. Este apartado resulta interesante como objeto de estudio en próximas investigaciones, donde se indague sobre los niveles de ansiedad que podría provocar esta norma social en las parturientas.
Asimismo, la gestión del dolor y del miedo se encuentra completamente ausente en gran cantidad de ocasiones. Su manejo por parte del personal sanitario es deficiente e incluso nulo, pero no sólo por un déficit de formación en habilidades empáticas, sino por las ya nombradas imposiciones culturales.
El 100% de las entrevistadas manifestó no gritar en el parto, un dato que concuerda con la importancia del contexto cultural del país y de mantenimiento de unas normas que permiten la contribución a la perpetuación de un sistema patriarcal fuertemente dominante que utiliza herramientas como la asistencia a los partos mediante el modelo médico hegemónico, para ejercer su control sobre las mujeres senegalesas.
Las mujeres no gritan, no manifiestan sus emociones. La expresión de sentimientos no está bien vista, y aún menos si estas emociones son negativas. Por ello, tampoco se permite la expresión del dolor en el parto, pues el dolor es signo de debilidad y la debilidad no está bien vista en una sociedad donde los fuertes son los que sobreviven (Senegal tiene una media de edad de la población total de 18,51 años en 2020). No obstante, se observa una valoración negativa del dolor por parte de la mayoría de mujeres entrevistadas, quienes describen el parto como sinónimo de sufrimiento físico y emocional, debido al dolor, miedo y riesgo de muerte. Sin embargo, ante la pregunta de si están satisfechas con sus partos, refieren sí estarlo “porque todo salió bien”. Esta afirmación se encuentra en contradicción con el contenido de los relatos anteriores y se basa exclusivamente en que la madre y recién nacido/a están bien, están vivos.
Igualmente, no se tiene en cuenta la autonomía de las mujeres, ni tampoco su integridad física o moral, ni se respeta su capacidad para tomar decisiones durante el parto, básicamente porque carecen de información necesaria para opinar.
Las mujeres no toman decisiones durante su parto, pues no consideran importante mantener ellas el control, sino que lo consideran propio de las matronas. Las matronas son quienes tienen que ejercer el control y tomar las decisiones que consideren necesarias, ofreciéndoles de esta forma seguridad y confianza a las parturientas. Los centros sanitarios son considerados como fuentes de seguridad y su personal como acompañantes útiles, dicha sensación de seguridad es más fuerte en los centros de salud, debido al apoyo de los profesionales.
Las parturientas afirman que tener una matrona a su lado pendiente de sus necesidades y sus reacciones durante el proceso de parto, les confiere seguridad. Para la mayoría de
mujeres resulta fundamental el soporte de las matronas y otros profesionales sanitarios durante el parto y demandan a los profesionales más información, empatía y consejos sobre la mejor manera de abordar el dolor y el proceso del parto. Todas piden más soporte y atención por parte del personal sanitario.
En cuanto a los obstáculos del acceso a la farmacología, se debería insistir en la aplicación de métodos alternativos para controlar el dolor del trabajo de parto, tales como masajes, aplicación de compresas calientes, técnicas de respiración, de relajación, libertad de movimientos… por parte de las matronas en las clases de preparación al parto ( o en las consultas), e incluso durante el proceso del mismo, ya que el acceso a analgésicos está muy limitado para la mayoría de la población, tanto por la escasez de los mismos, como por la posibilidad económica de acceder a ellos. Es por ello que habría que compensar este déficit y erradicar la posición de litotomía obligatoria durante el periodo expulsivo, pues está evidenciado que esta posición incrementa el dolor, aumentando los daños perineales, con un mayor número de episiotomías, así como un riesgo más elevado de sufrimiento fetal. Por otro lado se debería considerar reducir el uso rutinario de oxitocina sintética ya que aumenta la dinámica uterina incrementando el dolor de las contracciones que no podrán ser controladas con medicación analgésica.
Las mujeres son conscientes del riesgo que implica parir en su país y acuden a los centros sanitarios en busca de una mayor atención por parte de personal con formación adecuada y que resulte eficiente en caso de existir complicaciones en el parto.
La mayoría de las mujeres entrevistadas, muestran una fuerte preocupación por la de las matronas y el personal sanitario, quienes se presentan como un soporte fundamental para las parturientas. Las mujeres solicitan mucha más información en el transcurso del proceso y más profesionalización, resumida en términos de humanización, por parte de los profesionales. Asimismo, refieren que el trato suele ser más cordial y empático en las matronas de mayor edad que en las jóvenes.
Resulta singular, como las mujeres, aun siendo tratadas de manera cuestionable (desde una perspectiva de occidente), se sienten agradecidas por ser atendidas en los centros sanitarios. Ello complica la visibilización de este tipo de violencia y concuerda con la satisfacción respecto al proceso de parto manifestada por las entrevistadas, satisfacción claramente mediada por los resultados del mismo, independiente del resto de factores adversos.
En las distintas narraciones, se observa una falta de formación asistencial humana cualificada por parte del personal obstetra en el trato suministrado a las parturientas. En
apariencia, el trato que reciben las mujeres ha sido desde el punto de vista de violencia obstétrica, menos agresivo en el centro de salud que en los hospitales, siendo los relatos de los partos en hospitales públicos, los que presentan niveles más alto de violencia obstétrica y deshumanización por parte del personal sanitario.
Por otro lado, en los centros de salud se evidencia un trato más cercano hacia las mujeres, que no por ello está exento de la realización de prácticas desaconsejadas por la OMS.
No obstante, aunque se pueden recurrir a varias explicaciones ante la frecuente conducta de hostilidad hacia las mujeres, ninguna la legitima. El marco económico y racial adquiere una gran magnitud en un contexto de segregación de género, étnico y económico, que se manifiesta en el encuentro entre personal sanitario y pacientes de orígenes sociales y geográficos muy diferentes, de manera que matronas o ginecólogas/as procedentes de zonas urbanas y contexto socioeconómico alto, a veces pueden tener dificultades para incluir a mujeres de la clase baja y de otros grupos étnicos.
Por ello, resulta fundamental formar al personal sanitario obstetra como refiere la OMS para que relatos como los recogidos en este trabajo se extingan. Educar a los profesionales de la salud (auxiliares, enfermeros/as, médicos/as, matronas/es), dándoles una formación adaptada a los problemas que pueden encontrar en el ámbito de la gestión sanitaria, pero también de las relaciones humanas dentro de los servicios sanitarios, es fundamental y prioritario para erradicar esta violencia.
Asimismo, es necesario empoderar a las mujeres de una manera real, con proyectos eficaces y con educación, pues el empoderamiento reduce, entre otros factores, el grado de sometimiento tolerado por las mujeres.
Por otro lado, en Senegal, las parturientas no disponen de datos para juzgar la eficacia de la atención facultativa recibida, por lo que no suelen protestar ante los errores médicos sufridos. El desconocimiento de datos sobre el curso de su proceso de gestación y de parto, así como de la atención recibida, las coloca sistemáticamente en una posición de sometimiento frente la autoridad médica, independientemente de la calidad de la atención prestada. De igual modo, no existen espacios para expresar su dolor, pues si gritan o protestan se arriesgan a ser maltratados verbalmente.
Por ello, es necesaria la creación de herramientas en el sistema sanitario que permitan a las mujeres hacer valer sus derechos, tanto como usuarias como, simplemente, seres humanos.
En el contexto social-cultural senegalés, lo concerniente al embarazo y parto son temas tabúes de los que apenas se habla, entendido en gran parte, por la elevada tasa de mortalidad infantil y por una concepción de la muerte como algo puramente natural y cotidiano (la media de edad se encuentra en 18 años). Ello conlleva a que vivir un embarazo creando vínculos afectivos con un bebé que aún no ha nacido y puede que no sobreviva al parto, resulte impensable. Enfrentarse a un parto supone enfrentarse a la muerte y quizás de aquí venga su superstición. Es por ello que a las mujeres senegalesas (extrapolable a otros países africanos), no les gusta decir que están encintas o que miren a sus recién nacidos/as, pues si luego el parto no sale bien o el bebé fallece, existe la creencia popular de que ha sido a causa de “mal de ojo” o brujería. De manera que, una mujer embarazada puede mantener su estado en secreto para evitar exponerse tanto a sí misma, como a su hijo/a al “mal de ojo”, prefiriendo acudir a un marabú o curandero/a para obtener una protección divina, en lugar de al centro de salud más cercano.
En cuanto al proceso de parto, este se lleva a cabo en gran medida en el interior de las viviendas, debido a que las mujeres no suelen acudir a los centros sanitarios hasta etapas avanzadas del parto o cuando el dolor de las contracciones se vuelve más intenso. En caso de acudir al centro en una etapa de dilatación aún precoz, que requiera de estar más horas de lo establecido ocupando una cama, se indica a las mujeres que regresen a sus casas y vuelvan cuando el parto esté en un estadio más avanzado. Debido a la limitación de recursos, el sistema sanitario no puede permitirse el seguimiento de las parturientas durante un tiempo prolongado, aumentando de esta forma el riesgo de complicaciones en el parto por falta de un monitorea adecuado.
Sin embargo, como elemento positivo, la entrada tardía en el sistema sanitario senegalés propicia un desarrollo más fisiológico del proceso de parto, en contraposición con lo que ocurre en los países occidentales, donde la llegada precoz al hospital por miedo a una complicación en el parto, o por la tendencia social de encuadrarlo dentro de la patología obstetra, interfieren en el desarrollo fisiológico del parto, propiciando tanto su instrumentalización como su medicalización. Sería adecuado o interesante encontrar el término medio entre estas dos actuaciones de manera que se llegase a respetar el proceso fisiológico del parto a la vez que se ofreciese una atención segura del mismo.
Como revelan los resultados del estudio, a las mujeres no se les permite estar acompañadas durante el parto. Dado que las parturientas comparten la sala de dilatación e incluso, en ocasiones, la sala del expulsivo, podría entenderse la prohibición de estar acompañadas por una figura masculina, aun tratándose del padre del recién nacido, por razones obvias de intimidad. Sin embargo, sí podría ser posible una acompañante femenina como la madre, hermana, tía, amiga…
Las manifestaciones de violencia obstétrica son altamente toleradas por las mujeres del estudio, pasando muchas de estas acciones, desapercibidas por las participantes. Esto pone de manifiesto el grado de alienación de estas mujeres respecto al sistema patriarcal en el que viven.
“El niño y tú estáis bien, eso es lo importante”, esta frase tan característica, utilizada durante años y que recoge tanto conformismo en su trasfondo, adopta en Senegal un significado más férreo, puesto que, en un país donde la mortalidad materno-infantil es tan elevada, sobrevivir a un parto es un privilegio para muchas mujeres. Tanto para el gobierno como para las diferentes organizaciones no gubernamentales y organismos internacionales que se ocupan del tema, el foco de atención está puesto en disminuir la mortalidad materno-infantil, no en ofrecer una atención de calidad y respetuosa a las mujeres en sus partos. A pesar de las preocupaciones manifestadas tanto por la OMS como por las diferentes agencias de Naciones Unidas al respecto del trato vejatorio y la violación de los derechos humanos a los que son sometidas diariamente las mujeres durante el parto, este aspecto resulta aún secundario en el nivel de intervención en el país.
Limitaciones
Dentro de las limitaciones se han encontrado dificultades idiomáticas y étnicas, dado que Senegal está constituido por diferentes etnias, poseedoras cada una de una lengua propia y no todos sus habitantes hablan francés (aunque sea la lengua oficial del país), sobre todo en zonas del interior del país.
Dos de las mujeres entrevistadas hablaban exclusivamente la lengua wolof, por lo que se requirió de la intervención de una traductora. Esta colaboradora era una matrona del puesto de salud donde se realizaron entrevistas, lo que hace plantearse si lo aportado por las parturientas contiene sesgo de información, pudiendo haberse mermado la riqueza de contenido de estas tres entrevistas.
Una limitación importante ha sido la negativa a hablar de varias mujeres, al tratarse el tema del embarazo y el parto un tema tabú en la cultura senegalesa, cargado de superstición y secretismo. Ha sido complicado encontrar mujeres dispuestas a contar sus experiencias de manera libre y sin reservas a una mujer extranjera.
Asimismo, esta investigación ha estado condicionada por el propio género de la investigadora, pues al ser mujer y haber pasado por dos partos, al igual que las mujeres del estudio, resultó ser beneficioso para favorecer la creación de un clima de empatía, relaciones de igualdad y cierta complicidad con las entrevistadas. Esta herramienta del género como refería la antropóloga Wolf (1996) “supuesta identidad femenina para poder acceder a las mujeres de otras culturas”, ha resultado ser práctica en esta investigación, pues ha permitido la obtención de información muy valiosa, que no se habría podido acceder a ella si no fuera por la coincidente identidad de género.
En cuanto al análisis de los resultados, debido a la falta de estudios previos de V.O. en Senegal o países similares, no es posible comparar resultados con otras investigaciones.
Otra de las limitaciones del estudio se encuadra en la propia metodología cualitativa utilizada, pues su objetivo no es la generalización de los resultados obtenidos sino comprender las experiencias de las mujeres desde su subjetividad y sentimientos. Se busca explorar en las vivencias y perspectivas de las mujeres senegalesas en el momento de sus partos, no extrapolar los resultados obtenidos, correspondiente a un estudio cuantitativo.
Conclusiones
Desde el análisis realizado se extrae la existencia de manifestaciones de violencia obstétrica en la totalidad de las mujeres senegaleses participantes en este estudio, independientemente de la causa.
Ante este drama sanitario, urge un cambio de perspectiva y una trasformación de las prácticas obstétricas. Escudarse en lógicas externas al sistema hospitalario, que interfieren en el comportamiento de los distintos actores (tanto personal sanitario como mujeres embarazadas), como económicas, sociales, culturales, políticas…. O incluso de género (pues se trata de sociedades basadas en fuertes sistemas patriarcales y discriminatorios), para comprender y justificar las situaciones dantescas vividas por algunas mujeres en el momento de sus partos, (como plantea Yannick Jaffré en su estudio antropológico “La batalla de las mujeres”) sí son reprochables y no tienen cabida en una perspectiva feminista, donde se evidencia una vulneración y dominación del cuerpo de la mujer por parte de un sistema androcéntrico.
Las entrevistas realizadas en el estudio revelan un trato hacia las mujeres de carácter paternalista y degradante llegando a ser cruel en algunos casos. Este trato vejatorio, normalizado por parte del personal sanitario, refleja la situación de dependencia y sumisión a la que están sujetas las mujeres, quedando a la merced de un sistema que las trata como objetos gestantes, como productoras de “hijos del hombre”, de mano de obra, de mandato divino. Estamos frente a un escenario donde el miedo no existe, el dolor se oculta y se prohíbe la manifestación de emociones, mecanizándose un proceso natural, propio e individualizado para cada mujer, como es un parto. A su vez, la elevada mortalidad materno infantil, debida en parte al fracaso en el seguimiento del embarazo, obliga a que se priorice la supervivencia de las madres y los/las bebés durante el parto, pasando por alto el bienestar o implicación de las parturientas en su propio proceso, a quienes no se las tiene en cuenta ni se las valora.
Asimismo, los protocolos en Senegal están desactualizados. Estos protocolos no siguen las recomendaciones para un parto respetuoso con los derechos de las madres, los/as niños/as y sus familias, ni respetan el acompañamiento de las parturientas para la toma de decisiones seguras e informadas y son antagónicos a la evidencia científica, lo cual conduce a una mala praxis por parte del personal sanitario. Esto requiere una urgente transformación de las prácticas obstétricas con el fin de un erradicar la violencia hacia las mujeres parturientas.
Las diversas formas de discriminación a las que están sometidas las mujeres, así como las situaciones de vulnerabilidad en las que se encuentran (social, económica, física), propician su adaptación y sumisión a las condiciones, a veces muy duras, del sistema sanitario en el momento de parir. Del mismo modo, la ausencia del derecho a reclamar sobre una mala atención médica, así como la falta de empoderamiento psicológico de las mujeres y de la asunción de un rol de sometimiento secundario a las creencias culturales, terminan por legitimar una mala praxis que las mujeres no están preparadas para cuestionar. De manera que, como primer paso para humanizar los partos y eliminar la violencia obstétrica, habría que plantearse la necesidad imperiosa de empoderar a las mujeres senegalesas aportándoles conocimientos, con los que puedan eliminar el velo del silencio y del miedo a hablar, con el objetivo de visibilizar las diferentes dimensiones del problema.
En oposición al modelo médico hegemónico está surgiendo lentamente y con duras dificultades, un nuevo modelo más respetuoso de atención al parto, que rechaza la violencia obstétrica, una violencia que durante siglos se ha mantenido invisible, presentándose incluso como innata del propio proceso de parto. Actualmente, múltiples manifestaciones de la violencia obstétrica son indiscutibles y están avaladas por la comunidad científica, quien las reconoce e identifica como violencia hacia las mujeres, y por tanto, como una violación de los derechos humanos. No obstante, no se debe confundir el modelo de atención humanizada durante el parto, con un movimiento que vaya en contra de los avances científicos o que conlleve una concepción idealizada y romántica del parto antiguo, pues este nuevo modelo nace de la unión entre evidencia científica y los derechos humanos.
Admitiendo la existencia de este grave problema de salud pública que perjudica a las mujeres, independientemente de su origen, resulta indispensable implementar por parte de los gobiernos y organismos internacionales, estrategias urgentes para su erradicación. Asimismo, el personal de la salud debe tomar conciencia de la magnitud de sus acciones para adoptar medidas que garanticen un servicio respetuoso y de calidad hacia las parturientas, partiendo de la base de los derechos de las mujeres y de la inaceptabilidad de la justificación de la misma, bajo argumentos como una clara limitación de recursos o una manifestación más de la cultura senegalesa.
El trato del personal hacia las parturientas se presenta como la variable más destacada y de mayor peso en todas las entrevistas realizadas. De manera general, las mujeres refirieron haber recibido un trato impersonal, agravado en los hospitales públicos, donde se presenta frecuentemente, de manera deshumaniza, irrespetuosa y con insuficiente atención. Dichos comportamientos, se presentan como la base de la violencia obstétrica sufrida, fuente de sentimientos negativos que contribuyeron de manera directa en sus experiencias del proceso del parto. Se observó que las relaciones de poder entre el personal y las mujeres no beneficiaban la proximidad, sino que dificultaba el intercambio de información, legitimando la imposición de los criterios e intervenciones de los/as profesionales e ignorando las decisiones y el bienestar de las parturientas.
En todos los casos estudiados, la violencia obstétrica ha estado presente en uno o en varios momentos de los relatos, en función de los/as diferentes profesionales que atendieron a las mujeres durante el proceso del parto. Las participantes en el estudio también han relatado recibir una atención adecuada (sobre todo en el centro de salud) y recordar el parto como una experiencia positiva. No obstante, cuando describen sus experiencias positivas, en referencia al personal sanitario, aluden “haber tenido suerte”, casi como algo puntual, en lugar de concebirlo como lo que debería de ser.
En un parto humanizado la mujer siente el apoyo de los profesionales, estableciéndose una terapéutica, a través de la cual, el profesional se muestra cercano a las necesidades de las usuarias, recibiendo un trato centrado en priorizar la escucha y el respeto a la opinión de la parturienta. La humanización de la obstetricia se sigue presentando como un desafío para los profesionales de la salud, instituciones y para la sociedad en general. Las matronas como profesionales cualificados y de referencia durante el proceso del parto, han de basar sus prácticas en la evidencia científica, adquiriendo competencias no solo de carácter técnico, sino también ético-actitudinales, como el respeto, la empatía y la escucha activa, con el objetivo de ubicar a las mujeres como receptoras de una atención de calidad, donde sus opiniones importen y sean ellas las protagonistas de su parto
No obstante, no hay que olvidar que el personal sanitario no deja de estar constituido por agentes inmersos en un fuerte sistema patriarcal, donde la visión recibida de las mujeres y de su sexualidad se caracteriza por la cosificación del cuerpo femenino y patologización del embarazo, de manera que muchas veces no son conscientes de la gravedad de sus actos.
Asimismo, se tiende a confundir la satisfacción del parto con el resultado final del mismo, es decir, si una vez el/la bebé ha nacido, tanto éste/a como la madre se encuentran vivos y en buen estado de salud, el parto se tiende a considerar satisfactorio, aunque haya presentado altos índices de violencia obstétrica.
Por último, cabe recordar, la importancia de informar, formar y ejercer presión social para devolver a las mujeres su protagonismo en sus procesos reproductivos. Es necesario que
las mujeres senegalesas, como cualquier mujer del mundo, decidan como quieren llevar a cabo sus partos y se impliquen en la toma de decisiones, en contraposición de un modelo médico paternalista que las ignora, incidiendo en la humanización y el respeto hacia la parturienta en el momento del parto, bajo la consideración de que el derecho a decidir le corresponde a las mujeres y que los partos empoderados, respetados e informados son una firme reivindicación feminista.
De este trabajo se concluye la necesidad de continuar profundizando acerca de la violencia obstétrica en países africanos, poco tenidos en cuenta hasta el momento, y donde las peculiaridades y limitaciones de estos contextos socioculturales, no solo frenan este tipo de investigaciones, sino que paradójicamente, son a su vez fundamentales en la búsqueda de estrategias que desafíen las causas de discriminación hacia las mujeres. En este punto, también resultaría interesante profundizar en lo relativo a la salud sexual y reproductiva de la mujer en Senegal desde una perspectiva de género
Asimismo, el conocimiento de la realidad obstétrica en Senegal desde una perspectiva feminista confiere a los profesionales una visión holística de la situación y una mayor comprensión del sentir de las mujeres, evitando iatrogenia en las intervenciones, mejorando la asistencia prestada y dotando a las mujeres de protagonismo en la toma de decisiones relativas a su salud.
Finalmente, la utilidad de este estudio también puede extenderse a futuras investigaciones, de manera que de las conclusiones obtenidas puedan emanar nuevas hipótesis de estudio abordables con metodología cualitativa o cuantitativa.
ANEXOS
ANEXO I
ENTREVISTA: se mantendrá el anonimato de las entrevistadas.
Nombre
Edad
Nivel de estudios
Trabajo
Número de hijos/as y edades
Número de partos
Parto normal
Ø Experiencia vivida y sentimientos durante el parto
¿Alguien le informó de cómo se desarrolla un parto, las contracciones, respiraciones…?
¿Alguien la acompañó al hospital o al centro de salud?
¿Dónde estaba? (habitación, cama) ¿estaba sola o acompañada? En caso de estar sola, ¿le hubiera gustado estar acompañada de su madre, hermana, algún familiar, amiga… aparte de la matrona?
Durante este tiempo, ¿le dieron algo de beber o de comer?, ¿Estuvo alguien pendiente de usted? ¿El personal sanitario le explicó cómo iba su parto?
¿le dieron algo para dolor? ¿Se sintió comprendida por parte del personal que le atendió?
¿Sintió que no le daban la importancia que tenía para usted su dolor?
¿Cómo cree usted que se podría haber reducido su miedo?
El personal sanitario que le atendió, ¿le trató amablemente, le tranquilizó, le informó de lo que estaba pasando, o por el contrario recuerda usted un trato desagradable, frío, o incluso violento, así por ejemplo por cómo se dirigían a usted, gritos, actitudes, comentarios, acciones…?
Ø Intervenciones durante el parto
→ Sobre la madre
Amniorrexis * Cesárea * Epidural * Episiotomía *
En caso afirmativo, sabe ¿Cuántos puntos le dieron? ¿Sabe lo que son los puntos para el marido y si se los pusieron?
Inducción por oxitocina sintética o prostaglandinas*
En caso afirmativo ¿le explicaron en qué consistía y los efectos?
Inmovilización Maniobra de Hamilton* Maniobra de Kristeller*
Tactos vaginales
¿Cómo los recuerda? ¿Le pidieron permiso para realizarlos? Maniobra de Hamilton
*En caso de haber contestado positivo, ¿Le dieron el consentimiento informado para que lo firme?
Ø Sobre el recién nacido
- Una vez nacido su bebé, ¿pudo hacer “piel con piel”?
- ¿La separaron de su bebé una vez nacido/a? Si es la respuesta es afirmativa, ¿por qué?
- ¿Su bebé fue reanimado? En caso afirmativo, ¿sabe por qué?
- ¿Pudo amamantar al bebé cuando nació?
- ¿Se le facilitó la lactancia materna? ¿le explicaron cómo dar el pecho al recién nacido/a?
- ¿Le dieron a su bebé algún biberón sin su consentimiento?
- ¿Le regalaron leche de fórmula al salir del hospital?
- ¿El parto fue como usted esperaba?
- ¿Recuerda su parto como una experiencia positiva o negativa?
- ¿Cómo crees que se podía mejorar para que las mujeres estuvieses mejor durante el parto?
- Si la entrevistada tuviese más hijos/as ¿Qué diferencias experimentó con los otros partos, en cuanto al trato que recibió por parte del personal sanitario?
- ¿Hay algo más que quisieras contar?
ANEXO II. HOJA DE INFORMACIÓN DE LA INVESTIGACIÓN
La finalidad de este consentimiento informado es proveer por escrito a las participantes de esta investigación con una clara explicación de la naturaleza de la misma, así como de su rol en ella como participantes. Se conversará con las participantes de modo informal sobre las experiencias en los diferentes partos que han tenido, en particular en relación a los procedimientos de intervención obstétrica.
La meta de este estudio es analizar la experiencia de parto de las mujeres senegalesas
Su participación es totalmente voluntaria. Su rechazo a participar en el estudio o el abandono durante la realización, en el momento que lo estime oportuno, no le conllevará ninguna consecuencia negativa ni se le exigirá ninguna explicación.
Si usted accede a participar en este estudio se pedirá que conteste a unas preguntas abiertamente de manera libre e informal, lo que le llevará unos 40 minutos de su tiempo, se le preguntará acerca de distintos aspectos de su parto, que intervenciones experimentó, como se sintió… Esta conversación se realizará en privado entre usted, la entrevistadora y la intérprete, con el objetivo que se sienta lo más cómoda posible.
Todas sus respuestas serán completamente confidenciales, de manera que no habrá datos personales que pudieran identificarla. Los datos personales que pudieran identificarla serán eliminados.
La entrevista será grabada, preservando siempre la confidencialidad de los datos. Una vez terminado el procesamiento del contenido de la entrevista nadie, salvo la investigadora, tendrá acceso a las transcripciones completas.
Si tiene alguna pregunta puede realizarla en cualquier momento de la entrevista, así como si alguna de las preguntas le parece incómoda puede no responderlas.
Los resultados del estudio le serán enviados si usted lo desea.
Su participación en este estudio contribuirá a incrementar el conocimiento de la experiencia de parto de las mujeres. Asimismo, este estudio no conlleva ningún tipo de riesgo para sus participantes.
Muchas gracias por su tiempo y su participación.
Anexo III. CONSENTIMIENTO INFORMADO PARA PARTICIPAR EN EL ESTUDIO
Experiencias de las mujeres en el parto.
He entendido la información que se me ha proporcionado acerca de la participación en esta investigación y acepto voluntariamente participar en esta investigación, mediante la realización de una entrevista.
Entiendo que la información que yo aporte es estrictamente confidencial y que no será utilizada con otro propósito distinto fuera de los de este estudio.
He sido informada que puedo retirarme de este estudio cuando así lo decida, sin que esto conlleve ninguna consecuencia para mi persona.
Comprendo que el investigador se compromete a informar y aclarar todas las dudas que me surjan en el trascurso de esta investigación.
Doy libremente mi conformidad para participar en este estudio.
Fecha 07 de enero de 2021
Firma participante – Firma investigadora
Anexos – Estudio cualitativo sobre la violencia obstétrica en Senegal.pdf
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