Autoras: María Antonia López Bas, Jamilhé Naomi Prats Díaz, Rosario Calvo García
¿Qué es cuidar? ¿Cómo definimos el cuidado? ¿Cuándo consideramos que el cuidado se convierte en arte? Todas ellas son, sin duda, algunas de las preguntas que podrían iniciar cualquier programa de formación en humanización enfermera. Sería un buen comienzo para la reflexión; uno de esos momentos en los que filosofía y ciencia se juntan. Pero no son las preguntas las que deberían llamar nuestra atención, sino la respuesta; una respuesta simple que con pocas palabras englobe todos los pensamientos y sentimientos que una profesión como la enfermería debe tener presente en cada minuto de su ejercicio.
De todas las expresiones que definen el cuidado, hay una que, sin duda, llama nuestra atención: “la actividad humana mediante la cual se expresa una visión personal y desinteresada¨. Esa es la clave de nuestro quehacer diario; una dedicación que lleva en esencia el altruismo, un altruismo que tiene como fin el máximo bienestar en todas sus vertientes.
Es curioso que una tarea tan compleja tenga su base en el atributo más humano que acompañará inevitablemente al buen ejercicio de cualquier profesión de la salud: la humildad. Es desde el afán más desinteresado de ayudar desde donde parte la verdadera vocación. Solo cuando decidimos poner al servicio de otros aquellas cualidades en las que somos capaces de desarrollar nuestras máximas capacidades, cuando podemos realmente definirnos como profesionales. Es por ello que profesionalizarse en humanizar el cuidado, empieza por humanizar el concepto que tenemos de nosotros mismos y de la relación que mantenemos con los demás en la consecución de un objetivo común.
Es cierto que en la planificación del cuidado debe estar clara la función de cada profesional así como la necesidad de un líder que dirija y coordine todo el proceso de atención al paciente.
Y la pregunta es, ¿quién no se ha dado cuenta a lo largo de sus años de ejercicio profesional, de que el verdadero líder no es aquél que dicta normas intocables y que atribuye el éxito a su buen criterio profesional? El líder no se presenta ni se reconoce ante el resto como tal, pero por el contrario, es reconocido por otros. Es aquél que con su forma de hacer las cosas consigue resultados óptimos que son valorados por todos. Y lo hace, por supuesto, sin necesidad de reconocimiento personal para trabajar en la línea de la superación personal y la consecución del objetivo común con la participación del resto del equipo.
Ya en la época hipocrática se cuidaba con esmero la relación con el paciente considerando que su disposición anímica ayudaba a su pronta recuperación. Esta percepción no dista en absoluto de la actual, sino que con el paso del tiempo se ha afianzado como científicamente cierta.
En el arte de cuidar son varios los aspectos a tener en cuenta:
– Es necesario reconocer al paciente como un ser individual que en ningún momento puede resultarnos indiferente.
– Nunca vulnerar su dignidad atendiendo siempre a la ética del cuidado.
– Todos nosotros somos sujetos capaces de dar y recibir. Debemos mostrar al paciente nuestra necesidad de compartir conocimientos y expectativas con él, sin más intención que la mejora de su situación. Se trata de buscar tranquilidad dentro de un medio hostil como puede ser cualquier centro sanitario.
– No es necesario vestir un uniforme para determinar nuestra función. Se trata de mostrar disposición para ayudarle a ordenar la realidad propia del entorno presente y que, en mayor o menor medida, sea capaz de hacerlo por sí mismo.
– La información precisa es la herramienta necesaria para hacer una buena composición de la situación. Hacerlo con arte no consiste en notificar malas noticias para alardear de ser buenos comunicadores de información completa. Se trata de informar construyendo expectativas y estrategias de afrontamiento, no destruyendo posibilidades. No nos olvidemos de que el paciente construye su futuro día a día al igual que nosotros. No es tan importante el objetivo final como las pequeñas victorias que se alcanzan día a día y que nos ayudan a reforzar nuestra línea de actuación.
– Hacer que un paciente se sienta libre, es conseguir que participe en sus cuidados haciéndose responsable de su ejecución. Darle capacidad de decisión y participación es generar confianza en el plan de actuación.