Índice
- 1 Introducción
- 2 La fundamentación intelectual y los intereses subyacentes de las ciencias clínicas psiquiátrica y psicológica
- 3 La construcción sociocultural de las patologías mentales
- 4 El papel crítico del Trabajo Social Sanitario en la interpretación de las problemáticas de Salud Mental. La influencia de la Antropología Social y Cultural y de la Sociología
- 5 Intervención y rol profesional del Trabajador Social Sanitario en el ámbito de los equipos profesionales de Salud Mental
- 6 Conclusión
- 7 Referencias bibliográficas
Autores: 1.- Moisés Álvarez Alonso (A), 2.- Rebeca Juesas Celorio (A), 3.- Beatriz García Meré (B), 4.- Benito Otero del Castillo (B).
(A) Área IV – SESPA, (B) Área V – SESPA. Trabajadores Sociales del Servicio de Salud del Principado de Asturias (SESPA).
Nota de los autores: a lo largo del presente trabajo se empleará el masculino genérico para hacer referencia tanto a hombres como a mujeres, sin que por ello exista discriminación de género alguna.
Introducción
La problemática de la salud mental ha constituido una constante a lo largo de la historia. En todas las sociedades y contextos culturales se han generado dinámicas disgregadoras entre el individuo y el cuerpo social, en tanto en cuanto las conductas que se separan de la norma constituyen un elemento conducente a la estigmatización y el rechazo.
El Trabajo Social se configura como un vínculo de intermediación entre el sujeto -paciente y los sujetos – especialistas de la salud mental, los cuales atesoran en su haber intelectual un conocimiento que parte de la premisa de la superioridad técnica derivada de la adquisición de ciertas habilidades resultantes de lo que los antropólogos sociales denominan saberes inscritos, es decir las obtenidas a través de la formación académica reglada, por contraposición a los saberes incorporativos, provenientes de la experiencia vital o del aprendizaje sociocultural, en la línea en la cual los definió Tim Ingold.
Palabras clave: Trabajo Social sanitario, dualismo mente – cuerpo, estigmatización social, normalidad vs. anormalidad, vigilancia y control social, medicalización asistencial, psicologización de las problemáticas sociales.
La fundamentación intelectual y los intereses subyacentes de las ciencias clínicas psiquiátrica y psicológica
Las disciplinas biomédicas occidentales, tales como la Psiquiatría, la Psicología o la propia Medicina en general, beben de una tradición filosófica de raíz cartesiana que parte de la dicotomía mente – cuerpo y que sitúa los preceptos de la lógica y del discurso racional humano – logos – a la altura de lo que desde la época de la Grecia clásica se consideraba como la excelencia o la virtud – areté –. Dicha concepción filosófica tiene su origen en la doctrina pitagórica del dualismo, la cual hunde así mismo sus raíces en la filosofía de los jonios y sitúa en los pares de opuestos la dinámica de la armonía, puesto que según Filolao “la armonía es la unidad de las mezclas y concordancia de las discordancias”.
La realidad de la praxis clínica que tiene su origen en la mencionada tradición helénica tiende a patologizar problemáticas que si bien en su origen no tienen por qué tener una génesis orgánica, adquieren dicha dimensión al somatizarse y hacerse explícitas en la manifestación de lo que comúnmente se denomina “enfermedad”, física o mental. Aparece aquí de nuevo otra dicotomía dualista, puesto que cuerpo sólo hay uno y el cerebro forma parte del mismo. Los pares de opuestos definidos desde el ámbito sanitario, tales como sano – enfermo y en el ámbito de la salud mental normal – anormal, no son sino correlatos de otros conceptos afines del ámbito social, como integración -desviación o moralidad – inmoralidad. Quién decide qué es lo adecuado en relación a las anteriores dicotomías no son sino aquellos que controlan las instituciones económicas y políticas existentes, es decir, las élites dominantes que determinan la corriente de pensamiento oficial y las líneas de investigación que ha de seguir el conocimiento científico que le sirve.
La construcción sociocultural de las patologías mentales
La Psiquiatría y la Psicología son disciplinas científicas herederas de la tradición cultural judeocristiana, la cual se nutre de la filosofía grecorromana y concibe la conducta humana como un apéndice del cuerpo social, de tal manera que cualquier tipo de manifestación atípica, sea patológica o no, será considerada como una conducta disfuncional respecto a lo definido como “normal”, en caso de que no cumpla con las reglas normativas prescritas por las estructuras de poder existentes. Conceptos como “desviación” o “delito” no solamente guardan relación con la emergencia de actitudes antisociales, sino también con aquellas otras que no se consideran comúnmente aceptadas en el seno de la sociedad, independientemente de que resulten o no subversivas en relación a los intereses de la élite dominante. Es decir, serán susceptibles de patologización todas aquellos comportamientos o formas de concebir la realidad que rompan con los estándares de pensamiento de los grupos privilegiados, las cuales se enmarcan dentro de sus patrones culturales en un sentido amplio. Así por ejemplo, algunas manifestaciones que para la ciencia occidental son susceptibles de ofrecer sintomatología psicótica (p.ej: la posesión de un chamán por los espíritus o los ritos asociados al vudú y a la santería) en otras sociedades son interpretadas como evidencias de lo sagrado, dignas de respeto y consideración.
El papel crítico del Trabajo Social Sanitario en la interpretación de las problemáticas de Salud Mental. La influencia de la Antropología Social y Cultural y de la Sociología
El Trabajo Social sirve como disciplina articuladora entre la lógica del conocimiento biomédico y los sujetos sociales, siendo estos últimos titulares de derechos subjetivos en relación al sistema público de servicios sociales, dentro del cual se enmarca el sistema sanitario. De esta manera se favorece que los “expertos”, es decir, aquellos que ostentan un papel directivo dentro del proceso terapéutico en virtud de su formación académica, se hagan partícipes de la situación de los “pacientes”, poseedores de un rol receptor o pasivo. En términos antropológicos, ello favorece la adquisición de una perspectiva empática o emic, en contraposición a la perspectiva unilateral o etic otorgada por la especialización profesional. De esta manera, Psiquiatras y Psicólogos pueden hacerse eco de las vicisitudes individuales que trascienden lo meramente clínico para situarse en la esfera de lo social, lo ideológico y lo cultural. Todo lo anterior resulta especialmente relevante en relación a la diversidad de las tipologías humanas, las cuales aparecen determinadas por diferencias nacionales, étnicas, de orientaciones y/o gustos sexuales, de género, de clase, de edad, etc. en tanto en cuanto que la interpretación de la “realidad” depende de la mirada que se vierta sobre la misma en relación a las experiencias y a las diferencias interpersonales, del tipo que sean.
El Trabajo Social tiene un papel esencial respecto a la comprensión de las nuevas experiencias sociológicas postmodernas, tales como las tribus urbanas (p.ej: heavies, punkies, góticos, bakalas, etc.), los colectivos LGTBI, el veganismo, el ecopacifismo, el feminismo o el movimiento neo-hippie New Age, que si bien no ponen necesariamente en tela de juicio la desigualdad económica y la estratificación social existente en el mundo contemporáneo, sí constituyen movimientos contraculturales que atacan directamente al ethos de la sociedad de clase media, blanca y burguesa, en tanto en cuanto atentan contra el consumo de productos y servicios estandarizados y dirigidos a un mismo perfil de consumidor. Son por eso mismo, al igual que otras manifestaciones de la vida social, susceptibles de patologización y de estigmatización.
El paradigma biomédico, como guardián clínico de lo convencional, establece los criterios que determinan lo “sano” vs. lo “insano”, lo “correcto” vs. lo “incorrecto”, lo “normal” vs. lo “anormal”, creando al mismo tiempo instituciones organizacionales y sociales que sirven para mantener bajo vigilancia y control a todos aquellos que se alejan del modelo normalizado. El Filósofo social Michel Foucault hizo un recorrido histórico a través las diversas manifestaciones de dichos mecanismos coercitivos, los cuales adoptaron diversas formas de “tratamiento” de la enfermedad mental: manicomios, psicocirugía, electroshock y las últimas terapias mediante la aplicación unilateral de psicofármacos que en numerosas ocasiones no tienen en cuenta la opinión de los pacientes y los efectos secundarios que producen en ellos. Especialmente relevante ha sido el ingreso forzoso de los enfermos mentales en los hospitales psiquiátricos, esas instituciones totales que fueron objeto de estudio por parte del Sociólogo Erving Goffman a mediados del siglo XX, dadas sus especiales característicos y las relaciones de dominación y sumisión que generaban entre profesionales y pacientes.
La noción de problema mental no sólo incluye la ausencia de patologías psíquicas, sino también la adscripción a la moral y a la forma de pensamiento sancionada por el sistema de dominación económica, política y social imperante. El Trabajo Social Sanitario es una disciplina que busca el conocimiento de los problemas humanos desde un punto de vista holístico. Por lo tanto, desde su perspectiva de concienciación puede hacer ver a la Psiquiatría y a la Psicología cómo mediante una mala praxis se puede prestar una complicidad clínica represiva, ofreciendo una respuesta medicalizada o psicologizada a los problemas sociales, esto es, simplemente tratando sus síntomas y relegando a un segundo plano las causas o el origen de los mismos.
Varios ejemplos los encontramos en la interpretación sesgada que se practica habitualmente sobre diversas cuestiones, como por ejemplo el desempleo, la drogadicción y la conducta antisocial propia de entornos en situación de exclusión social. Otras veces, la perspectiva intelectualmente etnocéntrica de dichas disciplinas no permite comprender acertadamente otras formas de pensamiento o tendencias alternativas de diverso tipo, tales como orientaciones y prácticas sexuales atípicas o la definición de espacios corporales determinados por la aparición de nuevos géneros, caso de las personas transgénero que no desean ser objeto de una cirugía de reasignación de sexo y que prefieren disponer de caracteres sexuales propios de ambas realidades biológicas, lo cual contradice otro dualismo históricamente consolidado, en este caso el de sexo -género, el cual no tiene en cuenta que el segundo no es consustancial al primero, conforme a los pares de opuestos varón – masculino y hembra – femenino, dado que el sexo tiene una dimensión biológica y los roles de género se construyen culturalmente. Y ello no es sino un correlato más de la tradición cultural judeocristiana, la cual entiende la sexualidad humana desde un punto de vista procreativo, sancionando cualquier interpretación alternativa a la penetración pene – vagina, como las orientadas a fines lúdicos o a la creación de nuevos modelos de relaciones socioafectivas, parejas o familias entre personas con el mismo tipo de genitalidad.
Intervención y rol profesional del Trabajador Social Sanitario en el ámbito de los equipos profesionales de Salud Mental
El técnico en Trabajo Social Sanitario de Salud Mental se inserta dentro de equipos multidisciplinares más amplios entre los que, al margen de Psicólogos y Psiquiatras, también se encuentran los profesionales de Terapia Ocupacional, Enfermería, Gestión y Servicios. La figura que se reivindica en el presente trabajo ha de tener una dimensión de empoderamiento e ideologización. Este último aspecto no hace referencia a la adherencia a un partido o a una determinada filosofía política, sino que tiene que ver con la dimensión crítica que se puede adoptar desde el marco de análisis que ofrecen determinadas escuelas e interpretaciones intelectuales como son el construccionismo social y el interaccionismo simbólico. Tampoco se trata de prestar una adscripción incondicional a una u otra interpretación de la realidad social, sino más bien de adoptar un enfoque ecléctico que evite las explicaciones parciales y reduccionistas y que permita asimilar no sólo enfoques, sino también métodos, herramientas y técnicas que contribuyan a un perfeccionamiento de la praxis laboral.
En una sociedad de poseedores y desposeídos, de explotadores y explotados, donde existe un pensamiento único al servicio de las élites dominantes, no cabe lugar para el reduccionismo inherente a la interpretación exclusivamente clínica, a saber, el modelo clásico de estudio, diagnóstico y tratamiento. Los comienzos del Trabajo Social surgieron en torno al “social casework” o trabajo social de casos, tal y como lo definió la pionera de la disciplina en la segunda mitad del siglo XIX, Mary Ellen Richmond. Desde entonces, muchos han sido los profesionales implicados en el devenir histórico y evolutivo de una profesión cada vez más reconocida en los diversos ámbitos, entre ellos el sanitario.
Ahora bien, la presencia de los profesionales del Trabajo Social en salud mental no debe entenderse como la de meros técnicos que en el ejercicio de su actividad laboral deban adoptan un perfil burocrático – administrativo centrado en la acogida de una demanda y en la tramitación de un recurso económico, material, social o institucional. Ciertamente, entre las funciones de estos profesionales se encuentra la información y el asesoramiento respecto a los recursos que pueden ayudar a paliar una determinada carencia en relación a las problemáticas de salud psíquica existentes alrededor de la misma. Otras funciones adicionales son las de supervisión, mediación y orientación que pueden resultar necesarias respecto a la superación de situaciones de crisis. No obstante, conviene que el Trabajador Social no adopte un rol directivo en relación al paciente, sino colaborativo y cooperativo, con el fin de que el usuario de los servicios de salud mental pueda encontrar por sí mismo el camino hacia la solución de un problema o la superación de un momento vital crítico.
El Trabajador Social ha de actuar como dinamizador, incentivador y acicatepersonal de los pacientes y del resto de los profesionales, con el fin de estimular la participación en la construcción de un modelo sanitario perfeccionado donde a los conocimientos de los técnicos se sume una mayor y mejor comprensión de las problemáticas sociales. Y aquí se emplea deliberadamente la noción de social por oposición a la de individual, puesto que detrás de una persona hay una familia, un grupo y una clase social cuyas circunstancias no pueden comprenderse sin la debida contextualización en relación a los factores estructurales de base. Del conocimiento de los mismos y de su interpretación más acertada se ocupa el Trabajo Social, partiendo de un enfoque afín al colectivismo metodológico, por oposición al individualismo metodológico, es decir, el análisis de la importancia de las instituciones socioeconómicas frente al planteamiento individualista propio la ciencia económica clásica que tanta influencia ha ejercido sobre el actual mundo globalizado neoliberal.
Conclusión
El Trabajo Social Sanitario es una disciplina científica holística cuyo conocimiento aplica una mirada interdisciplinar a la interpretación de las situaciones adversas para los seres humanos, añadiendo al marco teórico propio la aportación que facilitan ciertos saberes con una gran capacidad crítica y de análisis, tal y como son la Sociología y la Antropología Social y Cultural, con el fin de mejorar la comprensión y el conocimiento del sufrimiento psíquico humano en relación a las diversas formas de pensamiento y a las distintas problemáticas sociales de cada momento. Este corpus metodológico tiene en cuenta la dimensión completa del individuo, dado que no puede ser concebido como un ente aislado, sino formando parte de un engranaje social más amplio que adquiere significado en el seno de un contexto cultural dado.
El enfoque clásico de las disciplinas clínicas se basa más bien en la intervención individual de cada caso. Sin embargo, el homo sapiens sapiens es un primate superior especial, un homo sociologicus además de homo cogitans y de homo faber del que no se puede esperar una explicación conductual sencilla y reduccionista en la que no intervengan las múltiples facetas y dimensiones de su compleja forma de vida. Al fin y al cabo, tal y como defendió en su día el Filósofo y Antropólogo Cláude Lévi-Strauss, el punto de inflexión entre la naturaleza y el ser humano es la cultura, cuestión que nos diferencia del resto de seres vivos.
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