Índice
Incluido en la revista Ocronos. Vol. VI. Nº 9–Septiembre 2023. Pág. Inicial: Vol. VI; nº9: 200
Autor principal (primer firmante): Irene Figuer Enciso
Fecha recepción: 19 de agosto, 2023
Fecha aceptación: 16 de septiembre, 2023
Ref.: Ocronos. 2023;6(9) 200
Autores:
- Irene Figuer Enciso (Fisioterapeuta)
- Francisco Delgado Quintana (Celador)
- Carlos Enrique Rastrero (Celador)
- Carlos García Ruiz (Celador)
- Diego Jeria Ordóñez (Enfermero)
- Nuey Alba Montero Sanz (TCAE)
Palabras clave: Tercera edad, actividad física, tiempo libre
Resumen
El fenómeno del envejecimiento de la población se ha convertido en una de las particularidades más destacadas de las sociedades europeas
Introducción
El fenómeno del envejecimiento de la población se ha convertido en una de las particularidades más destacadas de las sociedades europeas.
El territorio español está experimentando una rápida evolución demográfica que, según las estadísticas lo colocará en el tercer país más envejecido de Europa por detrás de Italia y Eslovenia en 2050 con una población mayor de 65 de un 32%.
La esperanza de vida se ha alargado de forma considerable en apenas un siglo. De los 35 años de 1900 a los 80 años de la actualidad. Por otra parte, los cambios económicos, sociales y culturales han provocado un fuerte descenso de los índices de natalidad.
Todo ello está produciendo en fenómeno conocido como el envejecimiento de la población, que en nuestro territorio lleva anexo otro fenómeno paralelo: el envejecimiento del envejecimiento, es decir el aumento de la proporción de personas de más de 80 años o lo que otros también llaman la aparición de la “4ª edad”.
Estos drásticos cambios demográficos están teniendo notables consecuencias que repercuten tanto en el ámbito económico, sanitario, social, laboral, familiar…
Aparte de los servicios ya existentes para las personas mayores es necesario que cada día se invierta más en recursos que apoyen a la persona mayor en su hogar, de cara a garantizar su calidad de vida en su entorno habitual. Ya que su prioridad es poder vivir en su casa el máximo tiempo posible, aunque sea con ayudas a domicilio, teleasistencia… que le permita seguir desenvolviéndose con autonomía en su propio hogar.
La que comienza con la jubilación es una etapa de la vida cada vez más larga y su potencial está en gran parte aún por explorar. Las personas, al acercarse a la edad de jubilación, deben prepararse para esa etapa de la vida con la misma intensidad y dedicación con que lo hicieron para la vida activa.
En este sentido, tal y como recogen las experiencias y las opiniones de los profesionales que trabajan en este campo, el desarrollo de actividades preventivas permite evitar, suavizar o al menos retrasar problemáticas que aparecen en este colectivo cada vez más grande y con más longevidad.
Así, el desarrollo de actividades preventivas constituye uno de los que haceres básicos.
No hay que conformarse tan solo con el desarrollo de políticas asistenciales, que, por supuesto son fundamentales, se trata de promover programas y actividades que, por su carácter preventivo y terapéutico, contribuyan a mantener la calidad de vida de estas personas.
Además, cabe recordar que si en algo es rico este colectivo es en su gran disponibilidad de tiempo libre. Es importante utilizar positivamente este tiempo libre en el que cabe todo, desde las horas de ocio, hasta las horas empleadas en ejercitar la memoria, cuidar el aspecto físico, vigilar la salud, enriquecerse social y culturalmente…
Todas estas actividades tan provechosas son muy importantes en el día a día de las personas de la tercera edad ya que repercuten favorablemente en su bienestar físico y psíquico, aumentan la autoestima y mejoran su calidad de vida.
Aunque está claro que envejecer es un proceso que todos realizamos naturalmente, también es cierto que podemos y debemos aprender a envejecer con dignidad y lo mejor posible.
Sin embargo, habitualmente pocas actividades se practican en este sentido.
Enseñar a utilizar todo el tiempo que tienen libre, idear e impulsar actividades y programas que resulten motivantes son objetivos que hay que cumplir a corto plazo para llegar a conseguir una vejez “ digna” para todos.
El momento de la jubilación
La jubilación es un complejo fenómeno, generalizado en las sociedades industriales, por el cual una persona que alcanza una determinada edad, normalmente a los 65 años, para el trabajo, queda desligada socialmente de su profesión y adquiere el derecho a una retribución económica.
Aunque para muchas personas la jubilación suele ser un motivo de alegría, no todos los individuos afrontan de igual forma el retiro laboral.
Si la persona que ve cercana la jubilación no lo afronta como un desenlace positivo de su vida profesional, que tiene que llegar en su momento, aumenta la probabilidad de que sufra una sintomatología depresiva.
El riesgo de esta sintomatología se eleva cuando la jubilación se ve como una consecuencia de una merma de las facultades en el trabajo, cuando cree que les afectará a todas las áreas de su vida y, en definitiva, cuando la nueva situación es percibida por el individuo como una etiqueta que le marcará ante los demás.
Para muchos será un quiebre en la vida profesional, que se agiganta al dejar de formar parte de la denominada “fuerza productiva del país”.
Es sabido que gran parte de los jubilados sienten, en el momento en que dejan su trabajo, un profundo vacío ante la sensación de creer que ya no son útiles para la sociedad.
Desde una perspectiva psicosocial de la valoración de la jubilación y las actitudes sociológicas ante la misma, ha distinguido tres fases diferentes en el proceso de jubilación:
- Fase previa al retiro: Con expectativas generalmente positivas (descanso, libertad…)
- Fase desde el comienzo de la jubilación que es generalmente eufórica y de disfrute del tiempo libre, aunque para todos negativa.
- Fase de desencanto para algunos por no saber qué hacer con su libertad y tiempo libre, y de acomodación positiva para otros.
Por lo tanto, las expectativas que posea un trabajador acerca de este nuevo periodo de su vida influirán en el ajuste correspondiente a tal estadio.
Hay que señalar que la jubilación no es simplemente un estado final, sino un proceso, una transición del trabajo al no trabajo y el grado de satisfacción con el estado final va, sobre todo, a depender de la habilidad con la que se afronte el proceso.
La principal premisa de la que hay que partir para alcanzar un buen ajuste mental en esta transición pasa por planificar las nuevas actividades:
En el hogar, otras actividades lúdicas, acciones profesionales independientes y un largo etcétera de cosas que se pueden hacer para emplear el tiempo. También hay que planificar los objetivos vitales que se quieren conseguir a partir de este momento.
No todas las personas tienen los mismos objetivos y, por lo tanto, hay que decidir qué tipo de actividades aportan las recompensas deseadas (sociales, profesionales o ambas).
Estas planificaciones tendrán que estar coordinadas con otra general conjunta con el resto de los miembros de la familia con los que se convive.
Para conseguir la confianza en uno mismo y no perder la autoestima hay que desarrollar las habilidades personales.
Por una parte, es muy importante saber relacionarse con los demás mediante habilidades de comunicación: establecer conversaciones en las que se sea capaz de ponerse en el lugar del otro, entrenamiento en expresión de emociones, entrenamiento en realización y asunción de críticas, estrategias de negociación, etc.
Pero también hay que saber detectar problemáticas psicológicas internas que orienten a los sujetos en la detección de estados de ansiedad, sintomatología de bajo estado de ánimo y, en general, de inestabilidad psicológica.
Y para ello hay que saber que las técnicas psicológicas que ayudan en estos entrenamientos son las de autocontrol emocional, aquellas que enseñan a las personas a conocer y a controlar las situaciones que les generan estrés.
En cualquier caso, lo que hay que tener en cuenta es que, para afrontar un cambio, cualquier persona necesita un periodo de adaptación. Que la capacidad natural de adaptación hace que el placer o el dolor (que nos produce un cambio repentino, positivo o negativo), por intenso que sea, disminuya con el paso del tiempo.
Para adaptarse saludablemente a los cambios relacionados con los años hay que seguir unas pautas, como son adaptarse poco a poco a una perspectiva diferente del tiempo; aceptar la inalterabilidad de la vida ya vivida; mantener relaciones estimulantes con las personas de su entorno; participar en la vida de los seres queridos; y adoptar un estilo de vida razonablemente independiente y activo.
Jubilación viene del verbo “ jubilare” que significa alegrarse, por lo tanto, todos deberíamos asumir que el reto de la vida no es ya llenarla de años, lo cual hoy en día, con los importantes avances científicos y médicos, resulta relativamente sencillo; sino llenar los años de vida jubilosa.
¿Qué hacer con el tiempo libre?
Desde la perspectiva de la psicología evolutiva del ciclo vital, la jubilación se considera como una oportunidad para el desarrollo personal y social y para la implicación en diversos tipos de actividades.
Tras la desvinculación del mundo laboral con la jubilación, la disponibilidad de tiempo libre representa uno de los bienes más preciados.
Sin embargo, para la mayoría de los jubilados actuales – socializados en la valoración positiva del trabajo y negativa del ocio – la actitud hacia este último resulta desfavorable.
La jubilación da la oportunidad a cada uno de desarrollar el arte de vivir el tiempo de acuerdo con nuestra personalidad y a nuestras preferencias.
Sin embargo, hay que considerar la realidad; el hecho de disponer de tiempo libre no supone que se ocupe en actividades gratificantes o que permitan un desarrollo personal.
De hecho, investigadores como Lennartsson y Silverstein han comprobado que un elevado porcentaje de las actividades de los mayores son sedentarias y se realizan en solitario.
Además, los mayores que suelen iniciar alguna actividad nueva después de jubilarse son aún pocos (el 13,2% según estimaciones del Observatorio de Mayores – IMSERSO en el 2014).
La importancia de realizar distintos tipos de actividades después de la jubilación reside en los efectos físicos y mentales específicos que generan.
La actividad desarrollada durante la vejez se ha relacionado con la mortalidad y la supervivencia de las personas.
Lennartsson y Silverstein demostraron que las actividad desde carácter solitario activo se asociaban a una disminución del riesgo de muerte, mientras que actividades como ir a la iglesia, el voluntariado o ir a ver a amigos se relacionaban con una menor mortalidad.
Además, resulta de los más positivo que no solo se relacionen con personas de su misma edad y condición, sino que también establezcan relaciones intergeneracionales, evitando de ese modo que el colectivo “jubilados” se convierta en una contracultura con relación a la sociedad global, propiciando de ese modo las conductas discriminatorias.
Podría afirmarse que estos efectos positivos de distintos tipos de actividades sobre la salud son universales, ya que se han observado resultados muy similares en contextos culturales muy distintos.
También se sabe que las actividades de tipo físico, por ejemplo, caminar y las productivas y sociales como el voluntariado, reducen estados depresivos y aumentan la felicidad.
En un estudio realizado en el que participaron 400 personas de entre 75 y 104 años de la ciudad de Salamanca se encontraron que las personas que realizaban más actividades de tipo intelectual (leer o asistir a actos culturales) estaban más satisfechas con su vida y tenían mejor estado de ánimo.
Del mismo modo que la salud es un determinante fundamental en la jubilación, también lo es para el desarrollo de las actividades en la vejez.
De hecho, el impacto del estado de salud sobre la realización de actividades en la vejez es mayor que el impacto de la edad en sí misma ya. Se ha comprobado repetidamente que los mayores más sanos están mejor preparados para asumir diferentes roles e implicarse en más actividades y redes de interacción social.
Sin embargo, hay que tener en cuenta que la buena salud no es siempre una garantía ni una condición necesaria para ocupar el tiempo libre de manera adecuada y gratificante.
En muchas ocasiones, sólo algunas condiciones de salud tienen un efecto negativo sobre ciertos tipos de actividades.
Además, las personas mayores son capaces de hacer ajustes en su funcionamiento diario que les permiten participar en actividades alternativas.
En la mayor parte de los casos, el reto es motivar a los mayores, incluso a aquellos con buena salud, para que utilicen adecuadamente su tiempo libre con distintas actividades de ocio.
A la hora de ocupar el tiempo libre son numerosos organismos, instituciones públicas y privadas e investigadores de distintas áreas científicas las que han identificado el perfil de actividades que realizan las personas mayores en España.
Podemos decir que existe una sustancial continuidad en el tipo de actividades que se realizan antes y después de la jubilación, de tal modo que más de dos tercios de las personas que se jubilan no inician actividades nuevas (culturales, artísticas, sociales, etc.) que no hubieran realizado antes.
De aquellos que sí inician nuevas actividades, los porcentajes más elevados corresponden a hacer turismo, manualidades, deporte y asistir a espectáculos.
Diariamente ocupan su tiempo en ver la televisión, ir al parque y pasear, oír la radio, hacer compras y recados, y leer. Son menos los que van a los bares o a asociaciones o clubs de jubilados. Las actividades menos realizadas tienen que ver con hacer deporte, voluntariado e ir a conciertos o espectáculos. Y existen pocas diferencias en la dedicación a las distintas actividades entre las personas mayores y las muy mayores.
Toda esta información indica que el vacío en la ocupación del tiempo que se produce con la salida de la actividad laboral reglada no suele llenarse con otra actividad “productiva” desde un punto de vista personal y/o social.
Como ya se ha mencionado en el apartado anterior una adecuada preparación para la jubilación podría ayudar a las personas mayores a dar sentido a esta nueva y desconocida etapa de su vida.
Tal vez hubiera que ayudarles a que utilizaran sus actividades más frecuentes con fines culturales, sociales o productivos.
Hay que reconocer que la ocupación del tiempo libre está muy condicionada por factores generacionales y sociales.
La educación recibida, la diferenciación social de actividades para hombres y para mujeres, las condiciones de salud derivadas de sus hábitos comportamentales (higiene, alimentación, beber, etc.) o los estereotipos sociales son factores con un peso muy importante en cómo ocupan su tiempo libre las generaciones actuales de personas mayores.
Desde esta perspectiva es más fácil comprender su falta de participación en actividades que les proporcionarían numerosos beneficios y darían un nuevo significado a esta etapa de la vida.
Dado que el trabajo voluntario proporciona, en la mayoría de los casos, mayor satisfacción a quien lo presta que a quien lo recibe, debería fomentarse en jubilados la participación en actividades solidarias, ya que disponen de mucho tiempo libre. De este modo, ayudando a los demás se sentirán más útiles y se elevará su autoestima.
Después de los años dedicados al trabajo un ocio pasivo e individual puede llegar a ser la antesala de la soledad y el aislamiento social, así como de un deterioro físico y psíquico prematuros.
Las actividades de ocupación del tiempo libre que se realizan en el hogar- ver televisión, escuchar la radio, hacer labores, leer…- no necesitan de la interacción con otras personas para su realización.
Sin duda, este tipo de ocio genera entretenimiento en quien lo practica y rompe con el aburrimiento en el interior del hogar, pero no es un ocio “ideal” para personas ancianas, pues es un grupo con tendencia al sedentarismo.
A pesar de las horas dedicadas a la televisión, según algunos estudios realizados, los mayores utilizan un 70% de su tiempo libre para entablar relación con otras personas, algo que sucede en la mayoría de las actividades que se realizan en clubes y asociaciones y que sin duda ayuda a fortalecerse frente a situaciones adversas y que ayuda a reducir el estrés en los mayores.
Una de las actividades que está comprendida en este grupo y que sin duda conlleva múltiples ventajas para la salud es la actividad física. El deporte constituye un campo de interés especial dentro de la ocupación del ocio de las personas mayores.
A pesar de ser una medida beneficiosa para el cuidado de la salud, pocas personas mayores participan en la oferta que existe al respecto: solo entre el 2-5% realiza este tipo de actividad.
Sin embargo, sabemos en los programas de actividad física para mayores son una garantía para estabilizar la tensión arterial, prevenir problemas cardiovasculares o mejoras el estado de ánimo.
Actividad física y salud en el tiempo libre
La participación en programas de actividad física ayuda a mejorar la calidad de v ida en las personas mayores, facilitando el que se mantengan con un estilo de vida independiente y activo, resultando clave el efecto del ejercicio físico sobre la fuerza, el equilibrio y la resistencia cardiovascular para reducir el riesgo de caídas, minimizar las enfermedades y mantener una gran independencia (Gill et al., 1995).
La incidencia que la realización de actividad física tiene sobre diversos aspectos que afectan a la calidad de vida de forma directa (estado afectivo, condición física) e indirecta (ocio, relaciones sociales, participación comunitaria, etc.), coincide con la concepción global de otros estudios que apoyan el argumento de la mejora de la calidad de vida a través de la modificación de los elementos que pueden considerarse como parte de este constructo.
La práctica sistemática de la actividad física aumenta la calidad de vida de las personas mayores y la falta de ella conduce a una disminución de su salud en su totalidad.
Mantener un nivel de actividad física es vital para la salud y la autonomía en los ancianos, estando directamente asociada a su calidad de vida. Cuanto peor es la percepción de las personas mayores sobre su estado de salud, menor es su calidad de vida.
El ejercicio físico realizado regularmente puede retrasar la aparición de algunos de los síntomas que acompañan a ciertas enfermedades crónicas, manteniendo la capacidad funcional que permite al anciano realizar las tareas de la vida diaria, paliando los cambios registrados en la composición corporal y contribuyendo de esta forma a mantener la autonomía y la calidad de vida.
El ejercicio es el único método probado y seguro que puede mantener la condición física, siendo los ancianos el grupo de población que resulta más beneficiado con este tipo de actividad, siendo el trabajo en grupos o en familia el óptimo para favorecer la permanencia en los programas.
De esta forma, mediante la práctica continua de ejercicio, mejorará la funcionalidad e independencia, al mismo tiempo que será beneficioso también para el estado de ánimo y la calidad de vida del paciente anciano.
También existe una relación entre el estilo de vida saludable y calidad de vida; hay autores que hacen referencia a los beneficios para la salud en las personas mayores, al incrementar los niveles de fuerza, capacidad aeróbica, equilibrio y marcha, mejorando así el estado funcional.
Otros autores afirman que una actividad física regular retarda el descenso de la capacidad física, mejora la calidad de vida y aumenta la capacidad funcional, incidiendo en que la práctica de ejercicio por parte de las personas mayores conllevaría una reducción de los costes sanitarios.
Otras investigaciones sugieren que existe una relación positiva entre actividad física y bienestar psicológico en las personas de edad al influir sobre el retraso y mejora de la pérdida de memoria, reducción del estrés emocional y la ansiedad, aumento de la sensación de bienestar, habilidad para relajarse y la mejora de la autoimagen.
En este sentido, se ha argumentado que los efectos positivos de la actividad física, ya sea aeróbica o anaeróbica, puntual o continuada, son debidos al contexto social del ejercicio, a su significación personal, al entorno físico en el que se desarrolla, o a una combinación de todos ellos.
Algunos autores españoles defienden que las personas mayores para estar satisfechas con sus vidas tienen que pensar que son necesarias a los demás; que la sociedad aún los necesita y argumentan en este sentido que el ejercicio realizado de forma continuada, el ajuste social y las actividades productivas que requieran compromiso y responsabilidad, pueden contrarrestar el deterioro que produce el envejecimiento.
Autores internacionales concluyeron que los síntomas depresivos y la incapacidad física pueden iniciar un descenso en la salud física y psíquica de las personas mayores y, consecuentemente, repercutir sobre su calidad de vida, por lo cual la prevención o reducción de los síntomas depresivos debe ser considerada un importante punto de intervención en la salud de los mayores.
Está aceptado que la falta o disminución de los apoyos sociales es un importante factor para la disminución de satisfacción por la vida y el aumento de los síntomas depresivos encontrados en poblaciones ancianas.
Al observar en un estudio longitudinal la relación de antecedentes y consecuencias de la práctica de actividades físicas entre personas mayores, se constató que los sujetos practicantes tenían pocas limitaciones en las extremidades inferiores, mejor percepción de su estado de salud, más relaciones de amistades y mayor control sobre su salud, aunque ésta no suponía una preocupación para ellos.
El ejercicio físico puede modificar el proceso de envejecimiento mejorando con ello la condición física en los ancianos, y contrarrestando el declive fisiológico secundario causado tanto por el envejecimiento propio como por el sedentarismo.
También se afirma que el ejercicio físico, además de minimizar los cambios fisiológicos asociados con el envejecimiento, contribuye a mejorar la salud psicológica y el bienestar, incrementando la longevidad y disminuyendo el riesgo de las enfermedades crónicas que afectan a las sociedades industrializadas.
Resultando útil a la vez como tratamiento primario o adjunto para algunas enfermedades crónicas, reduciendo los efectos secundarios adversos de algunos tratamientos médicos, siendo una herramienta positiva en el tratamiento y prevención de la discapacidad.
El ejercicio físico mejora la expectativa de vida, que se amplía en uno o dos años, por lo que los programas de ejercicio físico realizado de forma regular deberían ser incluidos como un elemento básico en cualquier programa destinado a mejorar la salud de los ancianos.
Se considera el ejercicio físico como una parte fundamental del conjunto de las actividades preventivas a desarrollar con los ancianos, con el fin de prevenir el deterioro funcional y, una vez que éste se ha producido, tratar de recuperarlo, teniendo como objetivo principal que el anciano pueda permanecer en su domicilio con el mayor grado de independencia posible.
La actividad física puede llegar a ser un indicador de la calidad de vida en los ancianos puesto que, al desarrollar una mayor carga de actividad física, permite llevar una vida más independiente y, probablemente, optimizar el estado físico del individuo.
La participación en un programa de educación física beneficia de manera determinante el desarrollo de la autoimagen y autoestima de las personas mayores.
Estos patrones de conducta que se establecen favorecen el aumento de los recursos propios fomentando así la autonomía e independencia y, en consecuencia, mejorando la calidad de vida y contribuyendo a alcanzar en estas edades un estado de mayor bienestar.
Conclusión
Para finalizar diremos que la aplicación de un programa de actividad física en grupo y adaptado para las personas mayores produce mejoras en el estado afectivo sobre los niveles de depresión.
Las mejoras sobre la calidad de vida en las personas mayores que realizan actividad física de forma regular es mayor en aquellas que tienen una peor condición física o un estado afectivo con niveles elevados de depresión, que, en el caso de este estudio, este perfil se corresponde con las mujeres.
La percepción de los sujetos sobre su condición física es que, tras la participación en el programa, existen actividades de la vida cotidiana que pueden realizarse con más fluidez, o realizar algunas que antes no podían conseguir.
En relación con el tipo de influencia de la práctica de actividad física sobre la calidad de vida en las personas de edad, podemos concluir que la realización de actividad física de forma regular mejora la calidad de vida de las personas mayores.
A modo de resumen de todo lo que he plasmado en estas hojas puedo decir que la actividad física constituye uno de los medios más seguros de mantener la autonomía social, además de asegurar el mantenimiento de las capacidades motrices e intelectuales, permitiendo una mejor adaptación psicoafectiva del anciano a su entorno familiar y social.
Bibliografía
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