SIBO: la importancia de la salud intestinal

Incluido en la revista Ocronos. Vol. VI. Nº 9–Septiembre 2023. Pág. Inicial: Vol. VI; nº9: 184

Autor principal (primer firmante): Beatriz Escós Lainez

Fecha recepción: 18 de agosto, 2023

Fecha aceptación: 14 de septiembre, 2023

Ref.: Ocronos. 2023;6(9) 184

Autores:

  1. Beatriz Escós Lainez. Enfermera generalista
  2. María Aranzazu Laguardia Obón. Enfermera generalista
  3. Silvia Gutiérrez Alba. Enfermera generalista
  4. Joanna Espina Lanas. Enfermera generalista.
  5. Silvia Anastasia Calvo Campos. Enfermera especialista en Enfermería Comunitaria.
  6. Cristina Languil Azcón. Enfermera generalista

Introducción

Aunque la microbiota intestinal se distribuye por todo nuestro tracto digestivo, existen lugares anatómicos con mayor concentración bacteriana, como es el caso del colon, en el que se calcula que habita el 95% de nuestra flora bacteriana.

En el intestino delgado, de forma normal, la densidad de microorganismos es menor que en el intestino grueso, debido a la mayor velocidad de tránsito, a los ácidos biliares y a la barrera gástrica que limita el paso de microorganismos desde la cavidad oral.

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Cuando el número de bacterias presentes en el intestino delgado es excesivo, se genera un problema: el SIBO.

Palabras clave

Sobrecrecimiento bacteriano, microbiota intestinal, dieta baja en FODMAP. Arqueas metanógenas, microbioma

Desequilibrio en la microbiota intestinal

El SIBO son siglas en inglés para “small intestine bacterial overgrowth” que significa un sobrecrecimiento de bacterias en el intestino delgado, es decir, las bacterias que están en nuestro colon se han subido al intestino delgado, y al haber un exceso, generan muchos síntomas intestinales:

Hinchazón, gases, molestias, … y en nuestro día a día, como se fomenta el sedentarismo, la alimentación no es del todo equilibrada, … da lugar a esas hinchazones que en muchas ocasiones están asociadas a ese sobrecrecimiento bacteriano.

El tratamiento de SIBO debe ser multidisciplinar. Primero un médico te diagnostica el problema intestinal, y te deriva para hacer una prueba de SIBO. Después, se hace una interconsulta con nutricionistas y diferentes especialistas según la persona, porque cada SIBO depende de la persona, es individual y diferente.

El éxito para el tratamiento es ir a la causa, por lo tanto, el tratamiento debe ser causal, siendo la nutrición básica para reducir los síntomas asociados a ese sobrecrecimiento bacteriano, y también para favorecer una microbiota saludable para que se vaya regulando ese SIBO de forma natural, y se debe potenciar un estilo de vida óptimo para prevenir ese SIBO a largo plazo.

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Debemos tener en cuenta, que SIBO suele ser una enfermedad secundaria a otra, y mientras no se elimine la causa la reaparición de SIBO tiene una alta probabilidad. Aquí entran en juego los probióticos, prebióticos y/o simbióticos con el objetivo de sustituir la microbiota “mala” por otra “buena”.

Normalmente, si es un SIBO de “tipo hidrógeno” (entre los microorganismos que están en sobrecrecimiento cuando hay SIBO destacan Proteobacterias como Escherichia, Klebsiella y Proteus.

Además de Streptococcus, Staphylococcus o Bacteroides, incluso bacterias como Desulfovibrio que produce sulfuro de hidrógeno, un gas muy irritante con olor a huevos podridos), se hace una dieta baja en azúcares que fermentan en intestino delgado, puesto que, si hay un sobrecrecimiento bacteriano, y en la dieta se introducen azúcares que fermentan allí, la persona se va a encontrar mucho peor.

Estos azúcares son la fructosa, la lactosa, gluten, sorbitol, polioles, … este tipo de moléculas les suele “gustar” a las bacterias, aumentando su actividad, generando así mucha más sintomatología. Este tipo de dieta, se conoce como dieta baja en FODMAP (oligosacáridos, disacáridos, monosacáridos y polioles fermentables).

En otros casos hay que pautar una dieta baja en metano, cuando es más un SIBO por sobrecrecimiento de arqueas metanógenas, y en estos casos hablamos de IMO (Intestinal Methanogen Overgrowth) y aunque las arqueas no son patógenas, producen metano y la acumulación excesiva de este gas en el intestino, afecta a su motilidad y puede producir síntomas molestos como estreñimiento, hinchazón y dolor.,

Incluso puede haber un crecimiento excesivo de hongos en el intestino delgado, y nos referimos a él como SIFO (Small Intestinal Methanogen Overgrowth)

El médico suele darle un tratamiento que reduzca a esas bacterias y a partir de ahí, hay que controlar la evolución del paciente, y valorar otros aspectos que están asociados al SIBO:

El estilo de vida; puede existir una alteración de la microbiota intestinal, existiendo algún parásito o cándida que esté generando ese sobrecrecimiento bacteriano; que exista una hipoclorhidria, por lo que no se hace bien la digestión y esto repercute en que entren más fácilmente bacterias a nuestro intestino delgado; el estrés crónico; abuso de determinados fármacos; ….

Hay que tener en cuenta todos aquellos aspectos involucrados en ello para que la persona se vaya recuperando y evitar las recidivas.

Para el diagnóstico, existen estudios específicos para valorar la calidad de nuestra dieta y de los microorganismos de nuestro tracto digestivo.

A partir de una muestra de heces, tenemos toda la información sobre el microbioma intestinal para que podamos construir la base adecuada para la salud digestiva, ya que la microbiota interactúa con el ambiente y el organismo, lo que influye en todos los aspectos de la salud.

El conocimiento de su estado puede contribuir a ayudar en casos de sistema inmunológico dañado, inflamación intestinal, sobrepeso/obesidad, problemas con el tránsito intestinal, malas digestiones, y como no si se padece SIBO.

Otro método diagnóstico, se basa en la medición de hidrógeno producido del metabolismo hidrocarbonado de las bacterias luminales en la respiración exhalada.

Conclusiones

Aunque se acaba de empezar a conocer la causa que provoca SIBO, ante la alta prevalencia de los síntomas, se hace imprescindible continuar investigando.

Tratar sus síntomas aumenta la calidad de vida del paciente, siendo necesario conocer el origen del sobrecrecimiento bacteriano individualmente para poder llegar a la ansiada curación.

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