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Autores: José Antonio Gayol Suárez, Yolanda Zapico Sánchez, María Argüelles Sampedro, Miriam Villadangos Fernández
Palabras clave: Violencia, género, desigualdad, estereotipos,mitos.
Resumen
Nunca como ahora hemos estado tan cerca de la igualdad entre mujeres y hombres; las leyes, recursos institucionales y políticas públicas así lo demuestran. Sin embargo, las actitudes y mentalidades no han avanzado al mismo ritmo. Así, nos encontramos con que romper las estructuras patriarcales se torna en una tarea ardua y compleja, en la que el primer escalón pasa por conocer los mitos y estereotipos sexistas que las sustentan.
Introducción
De acuerdo con los patrones psicológicos de nuestro desarrollo humano, si bien las personas comenzamos a desarrollar nuestra propia identidad personal desde el mismo momento de nuestro nacimiento, no es hasta los tres años de edad que se inicia el sentimiento de pertenencia a nuestro sexo, siendo ya a los seis años capaces de establecer diferencias entre identidad sexual e identidad de género.
Intervenir sobre la discriminación por razón de sexo, y por tanto sobre la violencia contra mujeres, supone deconstruir una serie de valores y normas sociales que pautan de manera discriminada y en base al género, como han de ser, vivir y actuar hombres y mujeres. Esta deconstrucción implica un cambio capaz de transformar mentalidades, actitudes y comportamientos. En definitiva, supone cambiar nuestra propia identidad personal.
Desigualdad, violencia hacia las mujeres y coste sanitario
Es una realidad que hoy en día unos de los principales problemas con los que se encuentra nuestra sociedad continúa siendo la discriminación por razón de género. Datos como: la escasa presencia femenina en estudios técnicos, la brecha salarial, el desempleo femenino, la violencia de género, y la insuficiente representación femenina en puestos que comporten poder, así como su corta permanencia en los mismos, nos demuestran que aún nos queda un largo camino hasta alcanzar esa ansiada igualdad que como apuntaba John Stuart Mill allá por el siglo XIX y recoge la Ley Orgánica para la Igualdad efectiva de Mujeres y hombres, “no admitiera poder ni privilegio para unos ni incapacidad para otros” (2007:12611).
La igualdad es un principio fundamental reconocido desde hace ya muchos años en nuestros ordenamientos jurídicos, tanto nacionales como internacionales. Nuestra propia constitución de 1978 es un ejemplo de ello. Así, en su artículo 14 reconoce: “Los españoles son iguales ante la ley, sin que pueda prevaler discriminación alguna por razón de nacimiento, raza, sexo, religión o cualquier otra condición o circunstancia personal o social”.
No obstante, esta igualdad legal aún dista mucho de convertirse en real y muestra de ello son las mujeres año tras año han perdido su vida a manos de sus parejas o ex-parejas víctimas de una violencia que, en palabras de la Ley Orgánica de Medidas de Protección Integral contra la Violencia de Género, “se manifiesta como el símbolo más brutal de la desigualdad existente en nuestra sociedad. Se trata de una violencia que se dirige sobre las mujeres por el hecho mismo de serlo, por ser consideradas, por sus agresores, carentes de los derechos mínimos de libertad, respeto y capacidad de decisión”.
Esta violencia no se reduce sólo a la violencia física, que es la más aparente y notable en los servicios de urgencias, sino que abarca muchas más formas y topologías (sexual, psicológica, etc.) que llevará a la víctima a otros recursos sanitarios (atención primaria, ginecología y obstetricia, salud mental, etc.). Esto supone un alto coste no sólo social si no también sanitario, que sitúa a esta lacra como uno de los principales problemas sanitarios del momento.
Ciertamente, la violencia contra las mujeres es por desgracia la muestra más cruel de la desigualdad imperante no sólo por el número de víctimas que deja a su paso, sino también por el mensaje que transmite. Cada nueva víctima de la violencia contra las mujeres nos indica que el modelo patriarcal no sólo sigue vigente y plenamente interiorizado sino que se perpetúa día tras día a través de unos mitos y estereotipos de género que no por absurdos dejan de tener validez.
De acuerdo con Mª José Díaz-Aguado, los estereotipos “asocian lo masculino con una serie de características a las que suele denominarse de forma genérica (Bakan, 1966): agencia-instrumentalidad (agresividad, competitividad, acción, dureza, insensibilidad..); y lo femenino con otras características opuestas a las anteriores, a las que se ha denominado expresividad-comunalidad (ternura, empatía, debilidad, dependencia, pasividad, sensibilidad social, comprensión…)” lo que limita el desarrollo de estrategias emocionales, y por tanto origina diferencias evolutivas a la hora de enfrentarse a los problemas. Esta vinculación de lo masculino con la violencia, y lo femenino con la sumisión está en la base de los comportamientos violentos contra las mujeres y por eso es necesario erradicar estos estereotipos que intentan justificar una superioridad masculina.
Mitos y estereotipos de la violencia hacia las mujeres
Trabajar la prevención de la violencia contra y hacia las mujeres supone una acción transversal que, en primer término, ha de abordar los elementos sustentadores de esas desiguales relaciones ente los géneros. Es decir, prevenir la violencia pasa por comprender los pilares patriarcales, siendo capaces de detectar y deslegitimar el sexismo de género que invade nuestra cultura y nuestra vida.
Un ejemplo de este sexismo lo tenemos en las siguientes expresiones recogías por el Instituto Asturiano de la mujer, claro ejemplo de los mitos y estereotipos más extendidos:
- Cuando hay hijos o hijas en el matrimonio es mejor que la mujer aguate por el bien de éstos.
- Es el hombre quien debe tomar la iniciativa, pero no hay que confundir eso con la violencia.
- La violencia se debe a una cuestión genética y hormonal, pretender eso es ir contra natura.
- No me extraña que la haya matado; con el carácter que tenía, yo hubiera hecho lo mismo.
- La mayoría de las violaciones se producen en la calle, a altas horas de la noche. En realidad, una mujer debería ser consciente de por dónde no puede ir a determinadas horas.
- El hombre que mata a su mujer está mal de la cabeza.
Estos mitos delimitan el problema como hechos aislados, acontecidos en determinados grupos sociales, familias, o tipos persona. Del mismo modo también atribuyen la violencia masculina contra sus parejas a los efectos del alcohol o las drogas, a la enfermedad mental, a los conflictos familiares, a las características de la víctima o del victimario, …
Algunos de los mitos más conocidos respecto a la violencia contra la mujer vienen a decir que la mujer es masoquista: “a ella le gusta”, “ella quiere esa situación”, “Busca a un hombre violento porque es lo que le va” e incluso que ella es la que se lo busca: “lo está pidiendo”, “ella provoca”, …
Todos estos mitos simplifican la realidad proponiendo respuestas simples y tranquilizadoras que encubren la verdadera razón explicativa del fenómeno. Mientras se atribuya la violencia al alcohol, al estrés, a la ira, se estará ocultando que en realidad la violencia se debe a una construcción social, la jerarquía sexual y a diferentes maneras de controlar y someter a las mujeres.
Pero como no van a existir mitos, cuando hemos sido socializados en una cultura en la que se han apoyado citas como esta de San Agustín aparecida en su libro Confesiones que dice:
- “Mi madre obedecía ciegamente al que le designaron como esposo, y al propio tiempo cuando iban mujeres a casa llevando en el rostro señales de cólera marital, les decía –vosotras tenéis la culpa, culpad a vuestra lengua, que es impropio de sirvientas hacer cara a sus señores, lo cual no aconteciera si al leeros vuestro contrato de matrimonio, hubieseis comprendido que otorgabais un pacto de servidumbre”.
- Y otras citas de “grandes pensadores” como:
- “La mujer está hecha para ceder al hombre y para soportar también sus injusticias”. Rousseau
- “La mujer no pertenece a sí misma sino al hombre…el hombre es el administrador de todos sus derechos, él es un representante natural en el Estado y en la sociedad entera”. Fichte
- “Durante su infancia una hembra debe ser sometida a su padre, en la juventud a su marido y cuando su señor haya muerto a los hijos, una mujer no debe ser jamás independiente. Por cuanto un marido pueda ser lejano de cualquier virtud o libertino o privado de buenas cualidades, una esposa fiel debe constantemente adorarlo como a un dios” Leyes de Manú.
(Citas extraídas de: Consejería de la Presidencia. Instituto Asturiano de la Mujer, ed. (2003). Materiales didácticos para la coeducación. Educación afectivo-sexual. Asturias: IAM)
Conclusión
Para prevenir futuras actuaciones de discriminación y violencia hacia las mujeres, se haga necesaria la deconstrucción de todos estos mecanismos que impiden nuestro desarrollo igualitario, y limitan el respeto a la dignidad humana y la libertad de las personas. ¿Cómo? desarrollando una conciencia crítica, analizando la realidad desde la visión que nos dan las gafas color violeta y conociendo sus cimientos y mecanismos de actuación.
Bibliografía
Barragán, F. et al. (2001). Violencia de género y currículum. Málaga: Ediciones Aljibe.
Constitución Española (1978).
Instituto Asturiano de la Mujer, ed. (2003). Materiales didácticos para la coeducación. Educación afectivo-sexual. Asturias: IAM
Díaz-Aguado, María José. “Adolescencia, sexismo, y violencia de género”. Papeles del psicólogo 23.84 (2003): 35-44.
Ley Orgánica para la igualdad efectiva de mujeres y hombres (2007) de 22 de marzo.
Ley Orgánica de Medidas de Protección Integral contra la Violencia de Género (2004)
Ministerio de Trabajo y Asuntos Sociales. (2001). II Plan Integral contra la violencia de género 2001-2004. Madrid: MTAS
Organización de Naciones Unidas.