¿Exergo o palimpsesto? La educación en tiempos de pandemia

Incluido en la revista Ocronos. Vol. V. Nº 4–Abril 2022. Pág. Inicial: Vol. V; nº4: 69

Autor principal (primer firmante): Miguel Leyva Ramos

Fecha recepción: 18 de Marzo, 2022

Fecha aceptación: 14 de Abril, 2022

Ref.: Ocronos. 2022;5(4) 69

Autores: Miguel Leyva Ramos (1) y Martina de Jesús Aguilar Pesántez (2)

  1. Profesor de Química (1981). Licenciado en Historia. Universidad de la Habana (1990). Profesor e investigador en su país natal en el nivel superior. Diplomado en Nuevas tecnologías educativas (2010). Especialista en Docencia Universitaria. Universidad Nacional de Mar del Plata (2009). Magíster en Letras Hispánicas (2012). Universidad Nacional de Mar del Plata. Doctor en Humanidades y Artes con mención en Educación. Ejerce la docencia desde 1977, profesor del nivel secundario y terciario. Actualmente es Profesor Adjunto de las asignaturas Dimensión Sociohumanística II, Sociedad, Estado y Políticas de Salud y Sociología y salud del nuevo Plan de estudio 2017 y de las asignaturas Antropología Cultural y Sociología del Plan de estudio 2006, correspondiente a la carrera de Licenciatura en Enfermería de la Facultad de Ciencias de la Salud y Trabajo Social. Profesor de Estadística aplicada a las Ciencias Sociales y Principios de Economía para las carreras de Licenciatura en Sociología, Licenciatura en Ciencias de la Educación y Licenciatura en Ciencias Políticas en la Facultad de Humanidades de la Universidad Nacional de Mar del Pata. Miembro del Grupo de Investigación de Filosofía de la Educación (GIFE). Investigador categorizado III. Ha dirigido al menos unas 25 tesinas de grado y cuatro Trabajos finales de la Especialización en Docencia Universitaria. Está en proceso la tutoría de dos Trabajos finales de Especialización, actualmente también dirige dos tesis de Maestría una en Políticas Sociales y otra en Práctica docente. Así como dirige seis tesis doctorales, en doctorandos que realizan su función de docentes en la carrera de medicina de la Universidad de Cuenca Ecuador y codirige una tesis doctoral a una colega radicada en la Argentina.

  2. Licenciada en enfermería (2009). Universidad de Cuenca. Magister en Gestión en Atención Primaria de Salud (2017). Universidad Andrés Bello. Doctoranda en educación en la Universidad Nacional del Rosario. Docente de la carrera de enfermería  de la Universidad de Cuenca.

Preludio

Este texto, es un texto necesario ya que interpela críticamente la situación y condicionamientos derivados de la pandemia de COVID – 19 que ha azotado al planeta los dos últimos años y que no sólo nos habilita afrontar la referida pandemia y sus derivas de manera objetiva y subjetiva, sino que nos ha permitido a la Magíster Aguilar Pesantez como doctoranda y al Dr. Leyva Ramos como tutor de su tesis doctoral colaborar en dicha investigación, que como sugiere el título, constituye un metatexto ya que ha sido pensado como una lectura independiente que en el caso de Leyva Ramos su interés supremo consiste en un material de lectura para ser utilizado por los estudiantes de las Licenciaturas en Enfermería, Sociología, Ciencias Políticas y Ciencias de la Educación y en el caso de los aportes de Aguilar Pesantez es un texto marginal ya que está fuera de su tesis doctoral, pero a la vez en total correspondencia con esta.

Se ha dicho, este artículo es el resultado de un momento sociohistórico concreto, que por su trascendencia mundial y su impacto en todos los niveles de la vida social no debemos pasar por alto. Ahora bien, lo cierto es que el diseño y la organización de este trabajo ya estaba configurado previo a la pandemia pues estaba relacionado con la naturaleza de nuestras intervenciones pedagógicas en cualquier contexto y el momento sociohistórico donde se desarrollen, por lo que con la llegada de la pandemia y los decretos de aislamiento y distanciamiento social como medida profiláctica para paliar la extensión e intensidad de la pandemia, nos representó un problema respecto del lugar que debía ocupar dicho texto académico.

Luego de ciertas cavilaciones al respecto, decidimos que, por su condición outsider, este alegato nos permitiría transitar los bordes, los espacios y los entresijos de esta escritura con cierto margen de libertad. Consideramos necesario, además, detenernos en el uso de la palabra palimpsesto, ya que en este caso su utilización no es para nada casual y obedece al sentido estricto de su significado, pues este texto liminal también ha sido pensado como un manuscrito en el que se ha borrado el texto primitivo para volver a escribir uno nuevo encima de este; en franca referencia a nuestra intención de reescribir esta pandemia y lo que ha significado para la vida, los hábitos y las costumbres de millones de seres humanos a lo largo y ancho del planeta. Tampoco está librado al azar el uso de la conjunción “o”, la cual además de expresar diferencia y separación, realiza una función alternativa entre ambas acepciones cuyo valor, en este caso, es inclusivo ya que como podrán percibir con posterioridad, pueden ser ambas las designaciones que dan cuerpo a este instante escritural.

Escena 1

En un primer momento, habíamos pensado desarrollar este apartado desde una perspectiva más general, no obstante, al interpelar críticamente las tramas de sentidos procedentes de las experiencias y prácticas sociales, en el caso de nuestra investigación, de los docentes universitarios, nos fue imposible pasar por alto la pandemia del COVID-19, un suceso que, como hemos expresado preliminarmente, no sólo ha conmocionado al mundo, sino que ha transformado la vida de comunidades, familias, estudiantes y población en general, provocando una crisis para la que la sociedad no estaba preparada. Pilares como la igualdad en el ámbito educativo se han visto afectados, ya que el acceso de las familias a la tecnología no es equitativo. El sistema educativo ha sido desafiado en todas las partes del planeta, pero no debemos olvidar que de cada desafío surge una oportunidad de mejora.

Según Natalia Báez, en su artículo El desafío de enseñar:

“Este tiempo de ‘aislamiento obligatorio’ nos ha puesto frente la posibilidad de repensar los procesos de enseñanza y de aprendizaje áulicos tal cual los veníamos llevando adelante hasta hoy. La necesidad de incorporar ‘lo virtual’ y las actividades ‘a distancia’ han hecho que el COVID 19, diera la sensación de que no sólo podría hacer colapsar el sistema de salud, sino que también tendría la capacidad de poner en jaque nuestras aulas (Báez, 2021).”

Y en ese sentido, señala que el proceso de enseñanza con todas sus etapas (organización y diseño de clases, realización de estas y el análisis, exploración y autoevaluación de la tarea) indudablemente adopta una singular manera de planificar las actividades previas a la intervención pedagógica, así como al momento de efectivizar nuestro encuentro con los estudiantes y la cátedra, por lo general a través de los entornos y plataformas virtuales elegidas para ese propósito.

Como expresa VP: “La violenta e inesperada llegada de la pandemia y la virtualidad, nos puso en la necesidad de cambiar de un medio presencial a uno mediado por la teleinformática”. Las condiciones excepcionales impuestas por la pandemia del COVID – 19, nos convocó a todos, como lo demuestra la cita del Ciberencuentro Mundial de docentes, donde se hicieron presentes 300 docentes, de 21 países de los cinco continentes, los cuales durante más de tres horas debatieron sobre la realidad actual de la educación en este ámbito y lo que vislumbran para los próximos tiempos: coincidiendo en la necesidad de que los profesores se encuentren en este tipo de espacios de diálogo para acompañarse e intercambiar experiencias para enfrentar juntos esta crisis; emergiendo de este encuentro palabras frecuentes como: creatividad, flexibilidad, responsabilidad, tiempo, empatía, solidaridad, aprendizaje colaborativo, esperanza y oportunidad.

En este contacto, los docentes coincidían que la pandemia y el aislamiento y distanciamiento preventivo han permitido no sólo poner a prueba el sistema de enseñanza y sus infraestructuras y maneras de enseñar, sino que ha contribuido a descubrir e incentivar la creatividad de docentes y estudiantes. Y si bien la experiencia ha sido muy agotadora, al mismo tiempo es muy edificante.

Lo relatado con anterioridad no sólo nos genera preocupación por la tensión que vivimos los docentes en el momento actual, sino que el hecho de continuar dictando clases, contribuye a que nos preocupe también el entorno familiar de los colegas y estudiantes, pues en países como los nuestros, no todos tienen los medios adecuados desde donde poder responder académicamente. De ahí que consideremos necesario poder trabajar juntos en el marco de tan excepcional situación: docentes, directivos, estudiantes; y de esta manera evitar que el temor destruya la posibilidad del aprendizaje y la continuidad de nuestros ciclos lectivos.

Otro aspecto que no debemos ni queremos pasar por alto es la sobrecarga de tarea que deben asumir y experimentar tanto padres como docentes y estudiantes. Algunas de las cuales no pueden o no saben resolver; y que, por lo tanto, plantea el desafío de las diferencias de capital simbólico que tienen las familias, con el agregado de que desde las propuestas pedagógicas hay secuencias didácticas homogeneizadas que se pierden cuando abandonamos la presencialidad, pues la virtualidad acentúa las desigualdades y la inequidad pone de manifiesto las fisuras de un sistema educativo en crisis, que pide a gritos, desde hace mucho tiempo reformas y actualizaciones que respondan a las condicionantes sociohistóricas de nuevos discursos, nuevos contextos y nuevas territorialidades.

Y es que muchos tenemos la certeza de que este aislamiento social ha provocado el derrumbe de una educación abstraída muchas veces de la realidad social, que ha pretendido durante muchos años distanciarse del mundo y el mundo se le vino encima y en esto ha sido un factor importante la revelación fehaciente de la desigualdad y sus derivas. Se hace evidente la realidad de nuestros estudiantes: algunos no tienen computadora, otros no tienen las condiciones necesarias para trabajar, muchos pueden sentir vergüenza y de hecho no se conectan a la cámara porque consideran que las condiciones de la casa que habitan no son las mejores. Y una problemática frecuente es la falta de conectividad, de manera particular, en las zonas periféricas de la ciudad y en el sector suburbano y rural. A lo anterior, se suma la falta de un espacio desde donde poder trabajar, aislarse, y participar en las clases tanto teóricas como prácticas. Además de que se han roto, o al menos hecho laxos los límites entre los espacios considerados privados y los públicos. A diferencia de antes, donde la escuela estaba siempre separada de las casas, acá vemos todos la casa de todos.

Ahora bien, y en esto deseamos ser muy enfáticos, no ha sido el virus, mucho menos el aislamiento social lo que provocó la exposición de las fisuras del sistema educativo, este ya estaba fracturado, aunque nos empeñamos en sostenerlo, aferrados a una tradición decimonónica que no condice con las demandas actuales. Hay que deconstruir nuestros espacios educativos, reformular y poner entre signos de interrogación tanto la praxis educativa y asociarla a la poiesis como acto creativo que nos conduce a nuevos espacios y nuevas tecnologías que han llegado sin dudas para quedarse y que responden de manera conveniente a las exigencias de los nuevos tiempos y de los nuevos actores sociales que le constituyen, porque como se ha hecho evidente, la escuela, la sociedad, pero sobre todo nuestros estudiantes, nos están solicitando que le ofrezcamos nuevas formas de enseñar y aprender comunes y eficientes para todos. Al respecto, una colega asevera la importancia que reviste para los futuros profesionales enfermeros la pandemia del COVID – 19 y los escenarios generados por esta:

“La formación universitaria de los futuros licenciados en Enfermería ha sido atravesada este año 2020 por la pandemia del COVID – 19, no solamente en lo relacionado a cambios metodológicos, pasando de la presencialidad a una metodología virtual, sino principalmente en lo profesional-disciplinar.

Es fundamental en estos momentos como docentes, no solamente adaptarnos a ‘lo virtual’, sino contribuir desde la formación, a engrandecer y visibilizar la profesión de la Enfermería, comprendiendo el aporte indispensable que está brindando, hoy más que nunca, a la salud de las comunidades. Este es nuestro desafío del hoy, como formadores, analizar este contexto, debatirlo con nuestros estudiantes, hacerlos partícipes del momento único que estamos viviendo, pues ellos ya son parte de la Enfermería, y como tal deben vivirlo y sentirlo. Es nuestra tarea contribuir y promover esas vivencias, también únicas.”

Y es que semejantes condiciones de aislamiento social, no sólo impone literal distancia espaciotemporal entre los actores del acto educativo, sino que nos obliga a que el contenido a enseñar y evaluar deba ser mediatizado, procurando restablecer aspectos primordiales de ese encuentro. La virtualidad obligatoria ha evidenciado lo que para muchos de nosotros era una verdad de perogrullo; docentes y espacios áulicos del siglo XXI con estructuras y herramientas tan tradicionales que pueden ser pensadas como propias del siglo XIX.

De esta situación tan especial como particular, surgen numerosas preguntas como: ¿Con qué se reemplaza la información y una buena explicación docente en tiempo real? ¿Cómo, aparte de comunicarnos, nos vinculamos y/o relacionamos con los estudiantes? ¿Cómo evaluamos y, sobre todo, cómo hacemos que esa evaluación sea significativa en términos de valoración del proceso de aprendizaje?

Escena 2

Antes de intentar responder los anteriores cuestionamientos, hemos considerado necesario retomar el cuestionamiento que a comienzos del siglo pasado se hace al malestar social provocado por la tendencia deshumanizadora que protagoniza la esencia de la técnica moderna, y que se traduce en cierta inquietud respecto a la amenaza de que, en vez de promover la realización del hombre, la tecnociencia le aparta de su mundo natural y cultural, empobreciendo sus recursos simbólicos. Dicho empobrecimiento es alimentado por una ideología cientificista responsable de legitimar cualquier decisión en aras del progreso científico y tecnológico sin tener en cuenta muchas veces un discurso ético humanista.

Al respecto, Heidegger en La pregunta por la técnica (1994) describe el nuevo modo de estar del ser humano en este mundo cada vez más técnico, sin embargo, su preocupación no es tanto el hecho de que el mundo se convierta en un escenario completamente técnico, sino que el hombre no halle los recursos necesarios para adaptarse a esta transformación acelerada que imponen los nuevos sistemas técnicos. Pues considera que este aceleramiento con el que se desarrolla el mundo tecnológico va acompañado inevitablemente de la creciente tendencia a convertir todo cuanto existe en objeto de uso y de consumo. En un mundo donde sólo tiene cabida lo que es susceptible de ocupar un lugar como objeto de posesión y consumo.

En definitiva, el filósofo alemán entiende que el nuevo modo de estar del ser humano en el mundo tecnificado le aparta de las condiciones propicias para el desarrollo de actividades que, como el arte, el juego o la meditación, exigen salirse de las demandas técnicas y abandonar, aunque sea provisionalmente, el pensamiento acelerado al que tan acostumbrados estamos.

No obstante, somos conscientes de que el peligro no está en la técnica, considerada como un ensamblaje de aparatos sujetos al uso y disponibilidad humanos, sino la esencia de la técnica moderna, que en sí misma no es nada técnico. Al respecto, Heidegger nos advierte que la situación en que se halla el ser humano contemporáneo, por la que es continuamente “emplazado” o llamado a participar del movimiento que imponen los autómatas, conlleva a la inacción del eros -y, consecuentemente, de toda actividad creadora asociada a él-, que queda en un estado de inactividad, de latencia.

Desde la perspectiva anterior, pensamos que donde está el peligro crece también lo que salva, ante esta situación, la tendencia natural a secundar la exigencia de rendimiento procedente del sistema técnico, que actúa en inseparable relación con el sistema económico, no hace más que contribuir a expandir y agravar la situación de desconexión respecto de las demandas del ser. La solución está en otra parte, fuera del discurso visible, convencional, pasa porque el ser humano renuncie a esa provocación a la Naturaleza, a ese desocultarla como “existencias”. En este sentido, no se trata de negar o intentar frenar el progreso tecnológico -que por demás sigue imparable siguiendo sus leyes- ni de volver a la Naturaleza a través de ella -lo cual es imposible porque nunca se estuvo arraigado en ella, se trata de retornar a la techne, a una relación poiética con la técnica que nos ponga en un camino que no eluda, sino que nos aproxime a nuestro ser. Es decir, no se trata de convivir con una Naturaleza sometida, despojada de su ser, sino contando con ella, atribuyéndole un papel activo en el ejercicio de la actividad, poniendo en juego el eros y sacándolo de ese estado de inactividad en que había quedado. En definitiva, la técnica no ha de concebirse como el centro de gravedad hacia el cual sean impulsados los movimientos libres, sino como una manera de encauzar el afán creador y de búsqueda.

Sin embargo, ese preguntar mismo que inicia el pensador alemán puede considerarse como un síntoma de que todavía está viva la necesidad metafísica, y, por tanto, de que es todavía posible la apertura a otras formas de desocultamiento de la verdad, el preguntar mismo también puede interpretarse como una respuesta más a las demandas de un sistema que precisa de una visión totalizadora de conjunto. Tal y como ha dejado en evidencia las nuevas maneras de relacionarse socialmente y los cuestionamientos ontológicos emanados de los cambios operados en la organización y el funcionamiento de la sociedad, así como en los sujetos sociales que le constituyen a partir de la pandemia del COVID – 19 SARS.

Lo hemos expresado, pero no viene mal que insistamos en recordar que los ciclos lectivos 2020, 2021 y al parecer se va extender durante el 2022, pero de manera particular el 2020, durante el cual nos sorprendió en los comienzos de las actividades académicas, pues cuando estábamos todos dispuestos a afrontar los desafíos de comenzar las clases, implementar muchas expectativas y proyectos, la pandemia llegó al país con nuevos casos importados y, de esta manera, la aparición de los primeros contagios en Latinoamérica y el mundo.

A la situación particular antes mencionada, un gran desafío que enfrentamos es la cantidad de inscriptos a las distintas carreras, con un aumento significativo de ingresantes, situación que llevó a pensar y comenzar las tramitaciones de reclamos de cargos docentes y espacios áulicos ya que los que existían no podían satisfacer semejantes demandas. Situación que demandó múltiples reuniones de organización con los tres claustros: docentes, estudiantes y graduados con el propósito de satisfacer estas potenciales demandas, tanto de recursos humanos como de infraestructura.

Lo cierto es que no llegamos a comenzar las clases porque el 20 de marzo del corriente, nos vimos atravesados por la referida crisis sociosanitaria a nivel global, como resultado de la pandemia, y como resultado de las medidas tomadas para combatir este flagelo, el Estado nacional publicó el Decreto Nacional de Aislamiento Social Preventivo y Obligatorio (en adelante ASPyO). A partir de ahí comenzó otro camino muy diferente, tuvimos que comenzar a reescribir sobre lo escrito, puro acto palimpséstico que nos ha permitido decodificar, deconstruir, pensar y repensar los programas, los contenidos curriculares, las actividades y los conceptos para adaptarlos a la nueva situación académica, cambios que se vieron evidenciados en los anexos que debieron de realizarse a los Planes de Trabajo Docente de las respectivas asignaturas que componen los respectivos planes de estudio.

Al respecto, tuvimos que analizar a nivel macro, qué pasaría con el desarrollo de la educación superior, visibilizándose, en primer lugar, problemas de comunicación que el sistema universitario presenta desde mucho antes, a pesar de los grandes esfuerzos que se realizan para poder solventarse, aspectos relacionados a las normativas, objetivos, funcionamientos, interpretaciones de reglamento, entre otros. Todos y cada uno de estos se hicieron evidentes a partir de las tomas de decisiones, donde en un primer momento cada uno hacia lo creía conveniente, hasta que se unificaron algunos pasos, y a partir de la aplicación de un nuevo marco normativo, a través de Resoluciones rectorales y de los diferentes decanatos, las respectivas Secretarías Académicas comenzaron a compartir con la comunidad el informe de las acciones desarrolladas a la fecha para la puesta en marcha del Ciclo lectivo 2020, primeramente en el contexto del ASPyO y luego durante el contexto del DSPyO, en consonancia con la normativa de continuidad académica, dando marco desde la Universidad a la continuación de la formación superior según estableciera cada unidad académica. Proceso este que llevó a que desde cada uno de los departamentos pedagógicos de las respectivas carreras comenzaran los diálogos con el cuerpo docente, estudiantil y graduado para ver cómo se podía coordinar el comienzo de las clases.

En este sentido, se comenzaron a realizar reuniones por Zoom, las cuales en las primeras tuvo un mayor peso las discusiones referidas al marco normativo. Y si bien eran reuniones, sin actas y sin cumplir con ciertos estatutos tradicionales, sirvieron para poder compartir opiniones e ideas acerca de las maneras en que como colectivo se podía proceder frente a un contexto tan particular como desafiante.

Paralelamente, como hemos mencionado con antelación, desde las respectivas Secretarías Académicas se comienza la confección de los marcos reguladores que establecieron el régimen de cursada en modalidad virtual, y cuya realización e implementación llevó a tensiones entre los derechos y obligaciones, tanto de estudiantes como docentes, además de ver cómo se garantizaba el egreso para los graduados. Teniendo, no obstante, un objetivo en común: la continuidad de la enseñanza y a partir de ahí, como toda institución democrática de mayorías y minorías, llegar a consensos o, en caso contrario, no poner en vigencia el mencionado marco regulatorio.

Dicho espacio de discusión y reflexión llevó a replantear por la institución cómo se podían garantizar el desempeño de los espacios de cogobierno y el rectorado asignó el programa de Cisco Webex, como medio de reunión para estos órganos. Ahí comenzó otra carrera para comenzar a trabajar desde los respectivos departamentos pedagógicos sobre varios temas en simultáneo, lo cual generó nuevas tensiones, puesto que los caminos de comunicación en estos contextos son algo más complicados.

Sin embargo, como bien nos relata otra colega:

“… pudimos proponer, gestionar y comunicar a todos los actores, eso creo que es un pendiente para seguir trabajando. Se realizaron muchos logros, hemos organizado la actividad académica de cursadas por el Campus Virtual, lo que llevó a todos los docentes a realizar cursos, mirar videos, repensar la práctica docente, las estrategias para la formación de enfermeros. Y ahí estábamos todos corriendo, armando aulas virtuales, aprendiendo, armando nuevas propuestas docentes, adaptadas a la virtualidad, eso sumado a tramitar el nuevo plan en el SIU Guaraní, trámites académicos, mesas de examen, jubilaciones de docentes, determinación de no poder cubrir cargos docentes hasta el mes de agosto que se logró otra ordenanza de registros en la virtualidad, que está en curso en estos momentos.

Creo que todo el estrés por el que hemos pasado este año no tiene precedente, porque en la actualidad también se sumó las problemáticas de los profesionales de salud, compañeros docentes que contrajeron COVID – 19, graduados fallecidos.

Esta pandemia… expuso deudas de la universidad con la carrera y más aún las del Estado con la Salud Publica.”

Lo cierto es que, en consonancia con el relato anterior, el primer cuatrimestre del ciclo lectivo 2020, exigió al colectivo docente un distanciamiento social obligatorio, evidenciando el primer desafío: circunscribir este distanciamiento a lo físico. De manera tal, que durante este primer cuatrimestre se estuvieron haciendo todos los esfuerzos para que las clases pudieran desarrollarse por los medios virtuales correspondientes y habilitados para estos fines, procurando mantener la calidad académica y estableciendo los más apropiados canales de comunicación. Comprometiéndose a todos los agentes sociales que constituyen el ámbito académico a solucionar todas aquellas situaciones que se presentasen. Sobre todo, si tenemos en cuenta que las opciones de conectividad dependen de muchas variables, razón por la cual se tuvo que hacer lo necesario para poder grabar las videoconferencias en vivo, y luego copiar los links en el Campus. De esta manera, quienes tenían dificultades para conectarse podían luego verlo en otro momento. Además de establecer redes de solidaridad que se fueron tejiendo con el propósito de que tanto docentes, estudiantes, graduados y administrativos pudieran estar comunicados y en el caso de los docentes facilitar la ayuda para que puedan asistir y evaluar las diferentes alternativas que se les presentan a través del consenso grupal.

No obstante, estas acciones institucionales, los docentes utilizaron otros medios virtuales para estar en contacto, de manera complementaria al aula virtual. Fueron compartiendo algunos materiales de lectura, videos y pusieron a disposición la posibilidad de conectarse por videoconferencia desde el teléfono, especialmente para tener un espacio de interacción y debate.

Escena 3

A través del Aula Virtual del Campus tuvieron la posibilidad de comunicarse y compartir información. No obstante, la primera forma de comunicación, y de comunicación instantánea fue a través de grupos de WhatsApp. Tanto los estudiantes como los docentes fueron familiarizándose cada vez más con esta forma de trabajo.

Las clases se desarrollaron respetándose la doble banda horaria, un logro alcanzado por las agrupaciones estudiantiles de nuestra unidad académica. Y como no existían limitaciones derivadas del tamaño del espacio áulico, participaron de todas las clases, todos lo desearon o pudieron hacerlo. Siempre en cada inicio de clase, tratando de reproducir tanto los contenidos y saberes que ofrece la cátedra como generar un ambiente propicio para el desarrollo y concreción de esta instancia, procurando que contase con requerimientos lo más parecidos a la presencialidad.

Muchos docentes, a través del WhatsApp enviaban consignas en texto y en audio, y los estudiantes contestaban en tiempo real y luego se explicaba. Al cierre, hacían un Zoom con quienes podían conectarse; generándose una red de contención, que iba más allá de los contenidos de las asignaturas, un espacio donde estudiantes y docentes pudieron conocerse más, ingresando incluso a sus respectivas casas. Al respecto el colega PS nos relata lo siguiente:

“…durante un vivo de Instagram le pedí a mis estudiantes, “un minuto por favor” para ir a ver qué pasaba… y resulta que a mi hijo se le estaba quemando la comida que estaba cocinando… Lo resolví, y al regresar les conté a les estudiantes lo que había pasado. Ellos respetuosamente sonrieron y continuamos. Resulta que cuando veo el video (que, dicho sea de paso, está en el Campus) se escucha todo. Cuando le digo a mi hijo que se le había quemado la comida, etc. etc. En fin…, así hemos pasado el cuatrimestre. Creo que somos un poco más humanos… un poco más tolerantes… un poco más solidarios… e incluso un poco más respetuosos y responsables… Aunque siempre tuve grupos de WhatsApp, fueron más para comunicación instantánea y dudas. Y siempre estuvo “permitido” a mis estudiantes que manden sus consultas por audio a cualquier hora, incluso a las 2 o 3 de la mañana cuando en una guardia podían… Siempre les dije… total… yo lo escucho al día siguiente… Es decir, la comunicación siempre estuvo. Lo que pasó ahora es que tomó otra dimensión…”

Ahora bien, una vez relatado someramente el inicio de este ciclo académico, deseamos precisar que este texto no tiene otra pretensión que no sea la de contribuir a la reflexión de algunas circunstancias particulares emergentes del campo de la docencia universitaria, de sus prácticas sociales, así como las nuevas modalidades incorporadas a la agenda educativa, específicamente aquellas relacionadas con los entornos virtuales y sus recursos que se han hecho evidentes a partir del aislamiento social implementado como medida profiláctica en el combate del COVID – 19. Lo fundamental es que, a través de este, reflexionamos acerca de cómo ofrecer educación de calidad en tiempo de pandemia y aislamiento social. Tiempo en que, los docentes, estamos siendo interpelados no sólo en la capacidad de enseñar, sino, y, sobre todo, en la capacidad de aprender. Al respecto Iris nos plantea:

“Para mí, este aislamiento nos hizo perder muchas prácticas esenciales del quehacer docente, como, por ejemplo, justamente estar en el aula, poder ver a los estudiantes, sentirlos, ver sus expresiones, ver si están de acuerdo o no, dialogar espontáneamente y, que pudimos recuperar en parte, o sea, no las perdimos, porque la virtualidad nos permite, justamente, acercarnos un poco aunque sea, a esta realidad docente, pero, no la puede reemplazar, o sea, la virtualidad nos puso como un parche en esta situación, pero, también con muchas dificultades.”

Nos parece que esta situación nos ha ayudado a valorar esas pequeñas cosas de la práctica docente, como estar en el aula, tomar un mate con los estudiantes, o tener una charla, tomar un café con los colegas, participar en una reunión del grupo de investigación o participar de un debate. Extrañamos esa cotidianidad perdida, y si bien hemos tratado de acomodarnos lo más posible a toda esta realidad, son muchos los desafíos que debemos afrontar y solucionar los docentes. Y, no importa cuán preparados hayamos estado desde el nivel tecnológico, lo cierto es que tuvimos todos que aprender a manejar con cierta pericia las plataformas virtuales desde donde poder dar clases.

Y si bien desde hace un par de años se venían desarrollando instancias de capacitación por parte del Sistema Institucional de Educación a Distancia (en adelante SIED) e iniciativas de algunas facultades. No obstante, al iniciarse la pandemia sólo dos de cada 10 docentes se habían capacitado en recursos para la virtualidad. Lo que se evidencia en el hecho de que muchos de esos docentes que no estaban acostumbrados al uso de esta tecnología, han tenido que aprender de cero, desde armar un grupo de Facebook hasta entrar en el Campus, o, hacer un Foro, o incluso comunicarse por mails con los estudiantes. No todos los docentes están acostumbrados a hacerlo, y en poco tiempo debieron aprender y utilizarlos para solventar la ausencia de presencialidad. Respecto de la experiencia de laburar en estos espacios virtuales, nuestra compañera H nos relata:

“… en mi práctica docente, estar atravesando la experiencia a través de los entornos virtuales ha movilizado muchas emociones, desde enojo hasta alegría, esto atravesado por la incertidumbre, en una relación con el/la estudiante donde la dinámica en los roles de cada género en mí cierta tensión esperable del espacio y el tiempo. Para mí es un desafió, día a día, donde tuve que encontrar otras formas de enseñar, ser creativa y salir de la estructura que, de alguna manera, te da lo físico (aulas, pasillos, oficinas, sillas, entre otras) y te sostiene.

También me fortaleció, porque tuve que encontrarme con mis propios recursos, es decir, visibilizarlos, pero también me sirvió para aprender que se necesita de un trabajo más en equipo, que el trabajo en red con otros es necesario.”

Y en este sentido, pensamos que, como docentes, están acostumbrados a reproducir y potenciar un estilo de docencia propio de la presencialidad, pero en la virtualidad los vínculos son otros, los tiempos son otros, las dinámicas responden en un amplio margen a los requerimientos de dichos entornos virtuales y a las demandas y carencias de los estudiantes, pues estos espacios evidencian de manera inmediata dichas dificultades y es por eso que la sensación es que la virtualidad les ocupa más tiempo que lo presencial, el tiempo y el espacio parece que se diluye, que no alcanza, pero, tal vez eso sea algo que deberán aprender a incorporar. Y si bien, desde esa perspectiva, el aislamiento les ayuda a pensar y repensar cuestiones propias y ajenas, también favorece a visibilizar las fortalezas y desafíos que conlleva el hecho de enseñar desde la virtualidad. Y que, tal como nos expresa Iris, por momentos se vuelve excesivo:

“… tengo tres direcciones de e-mail y no recuerdo haberlas puesto a todas a disposición de estudiantes y, sin embargo, cualquier cuenta que abro, tengo mensajes de estudiantes, si no es ahí, también tengo mensajes en el celular, porque alguna vez lo di y circula, también por Messenger, y. aparte, los mensajes de los grupos de Facebook, que también se arman para esto y los del Campus que ahora se suman también.

O sea, todo eso es una manera buena para poder comunicarse, pero se torna excesivo, entonces, al menos a mí me pasa, siempre tengo la sensación de que no llego a responder todas las demandas. Y muchas veces las respondo, pero siempre falta algo, y, por otro lado, en la comunicación virtual, no podemos darnos cuenta del tono de una pregunta, o de la comprensión que se tiene cuando uno explica. Entonces, no logra reemplazar totalmente a lo presencial.”

Y es que antes de la pandemia y el aislamiento social, se encontraban sentados en sus escritorios, sillas, banquitos, dentro de las facultades, dentro de las aulas, dentro de las salas de reuniones, o dentro de los bares en las inmediaciones de la Universidad. Sin embargo, los docentes, instruidos en sus disciplinas, eximios “manipuladores” de los programas y sabiéndose conocedores de ciertas herramientas y técnicas que permiten la virtualidad, la utilizaban poco y nada, mientras estaban sentados, hasta el día en que se inmiscuye en sus realidades la pandemia y pone todo de cabeza, y les obliga a pensar nuevas formas de hacer docencia, en realidad, les constriñe a dar cuenta de aquellas modalidades que “decían” saber, pero que muchos no habían aplicado. Y así, de un momento para otro, se encontraron metidos en la casa de los estudiantes y cambiaron el café de enfrente por la cocina o la sala, los pijamas de la parte “de abajo” fueron la prenda preferida para esta temporada.

En fin, los docentes, se sentaron a merendar junto a sus estudiantes y viceversa. Se entremezclaron, revolvieron, confundieron los horarios, el ámbito privado con el lugar de trabajo, estuvieron disponibles una gran parte del día, atendiendo los requerimientos de los estudiantes y de la unidad académica a la que pertenece.

Si la presencialidad en las aulas mostraba situaciones de vida de algunos estudiantes, difíciles, descarnadas en su gravedad, no es comparable con la realidad que están observando en esta virtualidad, donde de tanto invadir sus vidas, terminan siendo invitados permanentes. Resulta un poco descabellado pensar que un estudiante universitario no tenga un celular apto para presenciar una clase, sin embargo, esto sucede, y se visualiza en esta modalidad. Nadie creería que un estudiante de 18, 20, 25 años no maneje diversos programas que sirven para desarrollar instancias académicas: pues bien, esto es así: sólo manejan aplicaciones básicas para comunicarse en sus grupos informales ¿Y la falta de alimentos? ¿de calefacción? ¿de conectividad? El estar dentro de la casa de los estudiantes, les aseguró aquello que en la presencialidad tenían como presente, pero que no los abordaba diariamente, inexorablemente en cada clase. Respecto de su experiencia como docente en las clases virtuales H nos relata:

“… Podemos asegurar que la intimidad del hogar es un concepto del pasado; que las estrategias docentes se han modificado hasta hacernos dudar de la utilidad de alguna de ellas; que nos hemos tenido que reconocer ignorantes frente a nuevas tecnologías; que el vernos “las caras” en la pantalla, a veces es más humanizante que estar en un aula abarrotada, sin aire, donde todos somos un espacio ocupado, sin caras y sin historias.”

Así que, bueno, esa es un poco la experiencia que tienen de este tiempo los docentes consultados. Los cuales a través de sus testimonios expresaron el hecho de cómo lo que parecía que iba a ser provisorio… se quedó, se quedó todo el año, por lo tanto, bueno, también ha sido un gran aprendizaje. Al respecto, coincidieron en que la pandemia y el ASPyO, han dejado mucho aprendizaje, muchas herramientas que creo que suponen se van a quedar, así como la posibilidad de hacer cursadas virtuales para estudiantes que no tienen la posibilidad de cursar presencialmente. Faltaría por revisar qué cosas les han servido y la manera en que la pueden aprovechar.

Consideramos conveniente señalar también que, para realizar la tarea de enseñar, hoy más que nunca debemos ser cuidadosos en la planificación, en la selección de los contenidos de los programas, en los recursos didácticos empleados, en las tecnologías incorporadas, aspectos a través de los cuales, podemos orientar el proceso de enseñanza. Estas estrategias, actividades, así como los materiales y los recursos utilizados a tales fines, deberán apuntar a que los estudiantes produzcan representaciones que los ayuden a conseguir una comprensión profunda de los temas. A lo anterior, habría que considerar que en las actuales circunstancias a los estudiantes les estaría faltando la instancia de explicación presencial del docente, aspecto que se sabe primordial, por llevar implícito una fuerte carga simbólica, así como un feedback que no se logra aún desde la virtualidad.

Escena 4

Otro aspecto por reflexionar es la elaboración de un material docente que contenga la “bajada” correspondiente, sobre todo si somos conscientes que no siempre la bibliografía seleccionada lo hace por sí misma. Es decir, la realización de una especie de “narrativa” de clase, que funcione, pedagógicamente, como trasposición didáctica, convirtiendo un contenido de enseñanza en un contenido a enseñar y luego en un contenido enseñado, siendo este último una responsabilidad imperiosa del docente. Quizás este sea uno de los aspectos fundamentales a cuidar para sostener la calidad educativa y no hacer de las clases fuera de las instituciones educativas, meros esfuerzos autodidácticos de parte de los estudiantes.

Pensamos también que una manera de contribuir a una buena intervención pedagógica consiste en establecer una comunicación clara, usando la terminología precisa, poniendo énfasis en aspectos valorados por el docente y un monitoreo constante para obtener evidencias de progreso, también lo serán tener sumamente presente que el tiempo que parece continuo y fluido en un programa, en la planificación se torna real, muchas veces discontinuado y hoy, con esta realidad, se puede presentar sumamente singularizado y supeditado a un sin fin de aspectos extrainstitucionales.

Desde esta perspectiva sugerimos tener en cuenta este aspecto y planificar actividades en virtud de una distribución racional de los tiempos disponibles, tomando en consideración que, a nivel del estudiantado, un módulo o unidad de aprendizaje puede llevar más tiempo que el estipulado en la planificación y, seguramente más tiempo del que le tomaría a cada docente o auxiliar la realización de la misma actividad. Estamos planteando aquí el reconocimiento y la consideración, de que los estudiantes no tienen, en muchos casos, ni las habilidades cognitivas, ni la práctica o velocidad lectora, ni los conocimientos previos que desde otros roles se tienen; considerando, además, que el proceso de enseñanza y de aprendizaje “… implica organizar, direccionar y ejecutar flexiblemente lo planificado y previsto, con los destinatarios de nuestro trabajo, los alumnos, en forma individual o grupal, presencial o virtual” (Coronado, 2013).

En términos de evaluación, será fundamental tener claro a nivel docente los criterios con y por los que serán evaluados los estudiantes, convertidos claramente en evidencias de conocimientos considerados necesarios, mediante observaciones directas, análisis de productos o casos y resolución de problemas que revelan comprensión y aplicación de conceptos, teorías; las cuales se obtienen mediante diferentes métodos: pruebas escritas o cuestionarios; informes, defensa de un trabajo, entre otros.

También será primordial pensar cómo se monitorearán los procesos de comprensión y de las tareas llevadas a cabo a fin de que la evaluación no sea, erróneamente, la valoración de productos sino la apreciación docente sobre los procesos de construcción de conocimientos que lleven adelante los estudiantes.

Seguramente se deberán pensar y repensar durante todo este tiempo las instancias, los métodos e instrumentos más pertinentes. Tomar las experiencias de quienes ya tenían incorporado la modalidad virtual dentro de sus cátedras, puede ser muy valioso; y permitirse los errores que pudieran tenerse, también.

De esto se trata, entonces de nuestra capacidad de hacerlo en espacios o situaciones potenciales e ideales, no se trata de hacerlo sólo en virtud de lo que el docente sabe, sino hacerlo en virtud de lo que el docente pueda hacer en este escenario, enseñar. Y será, sin dudas en virtud de la capacidad docente de trasponer cada contenido en “la distancia”, en “la virtualidad” sin olvidarse de que, aun cuando el hecho de enseñar no es garantía de que un estudiante aprenda, sí es condición necesaria para que lo haga.

Cerramiento

En fin, frente a la crisis actual y a escala global, se han desarrollado y ofrecido soluciones individuales en todos los países, dando lugar a una propuesta educativa alternativa, a través de la reproducción de nuevos entornos de aprendizaje para los docentes y los estudiantes. Aunque se trate de una crisis que afecta a todo el planeta, el sistema educativo está tratando de resolver los problemas por sí mismo. La labor de los docentes ha sido clave durante esta crisis, pues hemos logrado adaptarnos rápidamente, satisfaciendo las necesidades de los estudiantes, ante un futuro que se presenta incierto.

Como hemos expresado precedentemente, el momento que vivimos a nivel global es una excelente oportunidad para que los docentes formemos conexiones mucho más fuertes con las familias. Por otro lado, los docentes tienen la oportunidad de desarrollar iniciativas creativas que ayuden a superar las limitaciones de estar físicamente separados (por ejemplo, el aprendizaje colaborativo basado en el juego), además, se están identificando muchas pruebas de que estos están colaborando activamente entre sí y a nivel local. Para facilitar esta labor, muchas empresas relacionadas con la educación están ofreciendo sus herramientas y soluciones de forma gratuita, con la intención de apoyar la continuidad del proceso educativo. En esta misma línea, hay que destacar que el aprendizaje digital ofrece la oportunidad de aprender de forma diferente. Los estudiantes tienen ahora la autonomía y el reto de hacerse cargo de su aprendizaje para explorar nuevas ideas y experiencias como nunca. Finalmente, en este contexto surgirán nuevos intereses y pasiones en todos los agentes que intervienen en un sistema educativo.

No obstante, existen grandes retos que se acentúan después de estar viviendo este momento de crisis global. Actualmente hay pocas soluciones de impacto, escalables para las regiones y países que tienen problemas importantes con una conexión fiable a Internet, y el acceso a dispositivos digitales. También tenemos una comprensión extremadamente limitada de cómo los educadores, los estudiantes y los padres están haciendo frente a estos enfoques de trabajo. Hay poca o ninguna evidencia de cooperación entre los países cuando se trata de una excelente oportunidad para hacerlo, y sus docentes se han visto obligados a enseñar por un sistema que no está preparado. Por otro lado, los estudiantes vulnerables probablemente pasen tiempo perdidos. En esta misma línea, existen preocupaciones sobre el aumento del tiempo de exposición a pantalla. En relación con las familias, la conciliación de los padres que trabajan con el apoyo del proceso educativo de sus hijos puede suponer una dificultad. No está claro cuáles son las mejores prácticas para los diferentes grupos de edad en su desarrollo en la educación en línea desde el hogar, en situaciones de emergencia. Además, algo de lo que se está hablando poco es la mejor manera de atender a los estudiantes con dificultades de aprendizaje y necesidades especiales. Finalmente, existe una gran cantidad de herramientas y recursos, sin embargo, no se conocen bien las soluciones más eficaces, ni la mejor manera de aplicarlas.

En definitiva, se observan oportunidades maravillosas que pueden ser utilizadas en esta situación excepcional, pero también hay importantes desafíos para los que se necesitan nuevas soluciones innovadoras. Existe una gran laguna en nuestra comprensión actual de lo que significa una solución óptima en las zonas en las que el acceso a Internet y a los dispositivos digitales es limitado o inexistente. Aún no está claro cómo se puede utilizar todas estas propuestas en el contexto de esta crisis. La esperanza es, que en los próximos meses se pueda comprender mejor este desafío, y con la ayuda de las redes mundiales volver a reflexionar desde soluciones que se ha visto que funcionan a escala eficazmente. Es posible afirmar, que cuando se vuelva a la escuela, se deberá usar esta experiencia para aprender de ella, y cambiar positivamente la forma en la que afrontar la mejora de los sistemas educativos.

La pandemia del COVID-19, ha mostrado que el mundo de la educación está lleno de innovaciones inspiradoras, que luchan por difundirse a diario, con el fin de llegar a sus principales destinatarios: padres, estudiantes y docentes.

Por último, no deseamos finalizar este artículo, sin recordar que hay tanto por contar, tanto por decir, tanto por reflexionar, y que, si algo se resignificó durante esta pandemia, tomando una dimensión especial, es la frase de Paulo Freire que nos advierte: “todos sabemos algo, todos ignoramos algo, por eso aprendemos siempre”.

Bibliografía

  1. AA.VV Docentes del mundo dialogan sobre la pandemia educativa. En blog.pucp.edu.pe
  2. Báez, Natalia. El desafío de enseñar. Gualeguaychú. Facultad de Bromatología. UNER, 2021.
  3. Heidegger, M. La pregunta por la técnica. Barcelona: ED, Serbal, 1994.
  4. Renna, H. El derecho de la educación en tiempos de crisis; alternativas para la comunidad educativa. Sistematización de estrategias y respuestas públicas en América Latina y el Caribe antes del cierre de escuela por la pandemia del COVID-19. Documentos para estudiantes. Santiago-Caracas. UAR-UNEM. Clúster Educación, 2020.
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