Incluido en la revista Ocronos. Vol. VI. Nº 2–Febrero 2023. Pág. Inicial: Vol. VI; nº2: 204 Autor principal (primer firmante): Daiana Judit Gutiérrez Fecha recepción: 7 de febrero, 2023 Fecha aceptación: 19 de febrero, 2023 Ref.: Ocronos. 2023;6(2) 204 Autora: Daiana Judit Gutiérrez. Medicina Resumen Introducción: El suicidio es un problema de salud pública a nivel mundial y su importancia radica en que es una causa de muerte prevenible. Los profesionales de salud pueden identificar personas en riesgo e implementar medidas preventivas efectivas. El presente trabajo de investigación hace énfasis en la importancia de la pertinente detección de personas en riesgo, evaluación del riesgo suicida y aporte de orientaciones para su manejo. Objetivo: Identificar las competencias del personal de salud para el abordaje del riesgo suicida en adolescentes y adultos jóvenes que visitan los Centros Médicos de General Ramírez, Entre Ríos, Argentina, durante los meses marzo y abril 2022. Metodología: Estudio cualitativo de tipo descriptivo realizado durante los meses marzo-abril de 2022. El total de la muestra poblacional fue de 30 profesionales de la salud de ambos sexos que se desempeñan en tres centros médicos de la localidad. Todos los individuos participaron en una entrevista semiestructurada y firmaron consentimiento para la misma. Resultados: Los hallazgos evidenciaron una falta de capacitación respecto al suicidio por parte del personal de salud. De acuerdo con las respuestas, existe una noción general sobre los factores de riesgo, factores protectores, estigmas e indicadores suicidas. Sin embargo, al evaluar sobre el abordaje de una conducta suicida, reporte y seguimiento se encontraron incongruencias. La mayoría de los motivos de consulta ingresados por guardia fueron crisis de pánico y ansiedad, mientras que los registrados por consultorio de Psiquiatría fueron intentos de suicidio. Predominó el sexo femenino con una media de edad de 35 años. Conclusión: Una adecuada preparación de los profesionales de la salud para enfrentar este problema de salud desde un enfoque interdisciplinario, facilitaría la identificación precoz e intervención de pacientes con conducta suicida. Palabras clave Suicidio, intento de suicidio, personal de salud, creencias, factores de riesgo y protectores. Introducción Según la Organización Mundial de la Salud el suicidio puede definirse como “el acto deliberado de quitarse la vida” 1. Sin embargo, también abarca una amplia gama de experiencias, pensamientos y comportamientos que pueden ir desde una sensación de pérdida del sentido de la vida hasta el suicidio consumado 2. Se calcula que cada año, alrededor de 700.000 personas mueren por suicidio y el número aumenta si se contabilizan las tentativas de suicidio con una tasa de mortalidad anual mundial de 10,7 por 100.000 personas, con diferencias entre grupos de edad y países. En adolescentes y adultos jóvenes de entre 15 y 29 años, la muerte por suicidio alcanza las cifras más altas convirtiéndose en la cuarta causa de muerte de este grupo etario con especial incidencia en los países menos desarrollados donde la desigualdad, baja calidad de vida y el deficiente acceso a la atención médica influyen en forma negativa 3,4. En Argentina, la cantidad de casos de suicidio en adolescentes se han triplicado en los últimos 30 años constituyendo la segunda causa de muerte entre los 10-19 años después de los accidentes viales. Las tasas de muerte autoinfligida entre 2015 y 2017 en las provincias de Salta, Catamarca y Jujuy fueron diez veces más altas que en el resto del país 1. El comportamiento suicida debe verse como un evento multifactorial producto de una falla en los mecanismos de adaptación de la persona al medio, provocado por una situación conflictiva actual o permanente y que genera un estado de tensión. Entre los factores de riesgo se incluyen enfermedades psiquiátricas, intentos e ideas suicidas previas, factores genéticos familiares, eventos vitales negativos, apoyo social deficiente, enfermedades médicas, trauma infantil psicosocial, factores psicológicos /cognitivos, consumo de alcohol y sustancias ilícitas, entre otros 5. En la adolescencia particularmente suele existir un aumento de presiones o responsabilidades individuales, que junto a la inexperiencia crean obstáculos que pueden conducir a momentos de angustia, soledad y frustración, y favorecer los factores de riesgo para cometer un acto o conducta suicida 6. Aunque los datos señalan que las mujeres poseen una mayor tasa de intentos suicidas, la letalidad es mayor en los hombres debido al empleo de métodos más violentos, variando según la cultura y el acceso a los mismos 7. Con la reciente situación pandémica por COVID-19 se ha creado un ambiente propicio para los trastornos mentales y el suicidio. El impacto en la salud mental ha sido enorme, ya que el aislamiento social, medida tomada para evitar la propagación viral, está relacionado con la ansiedad, depresión, autolesiones e intentos de suicidio. A su vez, se podría agregar el miedo de las personas a infectarse, infectar a otros y la incertidumbre por la disponibilidad de vacunas y oportuno tratamiento. Los datos son consistentes con los sentimientos durante pandemias pasadas donde se ha demostrado que la soledad y aislamiento surgen de la pérdida de la rutina y el contacto social 8. Sin embargo, existen factores protectores que funcionan como herramientas para reducir la exposición de la persona a la ideación suicida o como atenuantes del efecto de los factores de riesgo. Entre ellos se encuentran una sólida red social, creencias y prácticas religiosas, apoyo y contención de amigos y familiares y acceso a servicios de salud mental 9,10. Existen ciertos mitos o falsas creencias respecto al suicidio como, por ejemplo, “las personas que se suicidan se quieren morir”, “hablar de suicidio anima a la gente a suicidarse”, “el suicidio no se puede prevenir” o “las personas que lo intentan o avisan no se suicidan”. Se recomienda que se preste atención a pacientes que refieren sentirse más preocupados o irritables de lo habitual, tristes, pesimistas sobre su futuro, retraídos de su entorno familiar, y que tienen estos pensamientos o sentimientos de forma cotidiana 10. Sólo un pequeño porcentaje de jóvenes con ideas o intentos suicidas buscan ayuda en familiares, amigos o profesionales. Por lo general, tienden a sentir que no cuentan con personas a quienes acudir y confiar, temen ser estigmatizados o incomprendidos, sumado a la falsa creencia de no poder ser asistidos 11. Las intervenciones de prevención del suicidio deben abordar todos los niveles de la sociedad. Pueden tener como objetivos influir positivamente en las razones que llevan a las personas a comportamientos suicidas como también apuntar a otros factores implicados, ya sea restringiendo el acceso a métodos mortales o a informes perjudiciales de los medios de comunicación 12. Además, se debería incluir capacitación a trabajadores de la salud para identificar a las personas en riesgo, evaluando y abordando las respectivas crisis y, en última instancia, asegurar una atención de seguimiento adecuada 2. Por todo lo expuesto anteriormente, se considera pertinente con la presente investigación, evaluar las competencias del personal de salud para el abordaje del riesgo suicida, ya que representa un grave problema de salud pública a nivel mundial. A pesar de que la tasa de mortalidad por suicidio es mucho menor comparada con otras causas de muerte, es importante tener en cuenta la relevancia de estudiarlo, para así poder evitar y reducir esta problemática mediante políticas sociales oportunas. Metodología Esta investigación se llevó a cabo durante los meses de marzo-abril del año 2022, en tres centros médicos de la localidad de General Ramírez, Entre Ríos, Argentina. Fue un estudio de tipo cualitativo y descriptivo. La muestra fue seleccionada de manera intencional conformada por 30 profesionales de la salud de distintas áreas de trabajo que se desempeñan en el Hospital Nuestra Señora de Luján (HNSL), Sanatorio Evangélico de Ramírez (SER) y Clínica Ramírez (CR) de la localidad General Ramírez. Los criterios de inclusión fueron: médicos, médicos especialistas, personal de Enfermería, profesionales de salud mental, personal de atención primaria y emergencia que se desempeñen en los centros médicos de interés, >6 meses de antigüedad laboral, aceptación a participar de forma voluntaria en la investigación y que hayan firmado el consentimiento informado. Los criterios de exclusión fueron: personal administrativo, personal de ordenanza, < 6 meses de antigüedad laboral, voluntariedad de abandono de la investigación. Las variables estudiadas fueron: valoración de las circunstancias del intento suicida, entendimiento sobre los principales factores de riesgo, factores protectores y estigmas, cómo identificar a una persona suicida, dominio sobre su forma de manejo y prevención. Además, se incluyeron datos sociodemográficos de los participantes como sexo, edad, profesión y/o especialidad, área de trabajo, antigüedad laboral e institución. Se realizó una entrevista semiestructura diseñada por el investigador que fue aplicada de forma individual. Constó de 10 preguntas con opción de respuesta abierta permitiendo un espacio de diálogo regulado de 20 a 30 minutos. Inicialmente se elaboró un guion de entrevista, con una estructura flexible, que permitió incorporar nuevas preguntas que surgían de los contenidos entregados por los entrevistados. Las entrevistas fueron grabadas en audio, transcriptas y analizadas manualmente. El análisis de datos se realizó con el programa estadístico Statistical Package for the Social Sciences (SPSS). Se realizaron análisis descriptivos para las variables independientes cualitativas (frecuencia, porcentajes), teniendo en cuenta a la mediana como medida de tendencia central. Por otro lado, para algunas variables cuantitativas como la edad y los años de antigüedad de los empleados se solicitaron promedios (media y desvío). Para el desarrollo de las entrevistas, se contactó individualmente a los participantes a quiénes se los visitó en las instituciones. Allí, se recurrió a un ámbito privado sin la presencia de terceros. Simultáneamente, se llevó a cabo la revisión de registros médicos de guardia y consultorio de Psiquiatría del Hospital Nuestra Señora de Luján, con el objetivo de cuantificar el número de casos relacionados con esta problemática que ingresaron entre mayo del 2019 – mayo del 2021. Posteriormente, se estimó el impacto de la pandemia de COVID-19 en ellos. Cada profesional participó de forma voluntaria, asegurando que su identidad sea protegida de forma anónima. Toda información o datos que pudieran identificar al participante fueron manejados en forma confidencial y privada. Antes de comenzar con la entrevista, se solicitó la lectura y firma del consentimiento informado en donde se detallaba brevemente la naturaleza, objetivos, relevancias, riesgos y beneficios implicados, expresando el propósito del estudio del cual estaría siendo parte. Resultados A continuación, se presentan los datos sociodemográficos correspondientes a los participantes de este estudio. Tabla 1a. Datos sociodemográficos de los profesionales de la salud. Ver: Anexos – Conocimientos del personal de salud sobre el abordaje del riesgo suicida en adolescentes y adultos jóvenes, al final del artículo a HNSL = Hospital Nuestra Señora de Luján b CR = Clínica Ramírez c SER = Sanatorio Evangélico Ramírez Fuente: elaboración propia Tabla 1b. Distribución de participantes según edad y antigüedad laboral. Ver: Anexos – Conocimientos del personal de salud sobre el abordaje del riesgo suicida en adolescentes y adultos jóvenes, al final del artículo Fuente: elaboración propia. La muestra total estuvo conformada por 30 profesionales de la salud de 3 centros médicos de la localidad de General Ramírez, Entre Ríos de los cuales el 66, 7% (n=20) eran mujeres y el 33,3% (n=10) varones. De la muestra, el 33,3% (n=10) correspondieron a médicos, el 23,3% (n=7) a personal de Enfermería, el 16,7% (n=5) a Lic. en Psicología y 10% (n=3) Lic. en Kinesiología y Fisiatría. El restante 6,7% (n=2) fueron Técnicos Radiólogos y el mismo valor para Instrumentadoras Quirúrgicas. En cuanto al área de trabajo dentro de la institución, la mayoría de los profesionales afirmaron desempeñarse en el sector de consultorios representando el 40,0% (n=12). Con respecto a la institución, el 36,7% (n=11) pertenecen al Hospital Nuestra Señora de Luján (HNSL), el 26,7% (n=8) al SER y el 6,7% (n=2) a CR. De los profesionales que indicaron trabajar en más de una institución, el 13,3% (n=4) correspondió al HNSL y SER igualando en cantidad con el HNSL y CR. Solo 1 profesional afirmó trabajar en las tres instituciones representando el restante 3,3% (n=1). (Tabla 1a) La edad promedio de los participantes fue de 37,2 años (DE = 10,66) con una edad mínima de 22 años y una edad máxima de 63 años. El promedio de antigüedad laboral fue de 11,3 años (DE= 10,8) donde la mínima fue de 6 meses y la máxima fue de 42 años. (Tabla 1b) Tabla 2. Factores de riesgo para el suicidio. Ver: Anexos – Conocimientos del personal de salud sobre el abordaje del riesgo suicida en adolescentes y adultos jóvenes, al final del artículo Fuente: elaboración propia. Con respecto a los factores de riesgo, los más identificados fueron la marginación social y la ausencia o conflicto familiar (“Personalidad cerrada, no tener familia o amigos, bullying”, “Falta de entorno familiar y entorno social donde se encuentra la persona”). En orden de frecuencia, le siguieron la presencia de psicopatologías, mala situación económica y abuso de sustancias, físico y/o sexual. Los menos mencionados fueron ser transgénero, predisposición genética, problemas en infancia y falta de incentivos (“No encuentran sentido a la vida, no tienen apoyo, se sientan menos que otros, identidad de género distinto”). (Tabla 2) Tabla 3. Factores protectores contra el suicidio. Ver: Anexos – Conocimientos del personal de salud sobre el abordaje del riesgo suicida en adolescentes y adultos jóvenes, al final del artículo Fuente: elaboración propia. La mayoría de los profesionales mencionó la importancia de una red de apoyo social y apoyo familiar como los factores más importantes para la protección contra el suicidio (“Grupo de pares, entre los mismos chicos alertan a los adultos”, “Contención familiar, acompañamiento, no sentirse solo”). Además, otros consideraron factores protectores la psicoeducación, eutimia (estado de ánimo normal/tranquilo) y buena situación económica. Sólo 3 profesionales en total consideraron el acceso a ayuda profesional competente, religión y buena salud física como protectores contra el suicidio (“Ayuda terapéutica, buena salud física y mental, acompañamiento familiar, actividad física, alimentación adecuada”). (Tabla 3) Tabla 4. Mitos o falsas creencias entorno al suicidio. Ver: Anexos – Conocimientos del personal de salud sobre el abordaje del riesgo suicida en adolescentes y adultos jóvenes, al final del artículo Fuente: elaboración propia. De los mitos que mencionó la población, sobresale el que asegura que Si lo dice no lo hace (“La persona que amenaza con suicidarse nunca lo va a hacer” “La persona que lo hace verbal no lo hace”). Dentro de los menos mencionados se encuentran El suicidio es para cobardes/valientes, Sólo personas con psicopatologías se suicidan y Mitos religiosos entorno al suicidio (“El que se suicida es un cobarde” “Para suicidarse hay que ser valiente” “El diablo incita a que se tienen que matar o ver sangre” “Si se quiere matar tiene que hacer tal cosa” “Son todos enfermos mentales o locos”). (Tabla 4) Respecto a la comunicación de los deseos suicidas de los jóvenes, más de la mitad afirmó que de alguna manera suelen manifestarlos por redes sociales, verbalmente o mediante cambios de conducta mientras que un menor número de profesionales consideró que el suicidio es un acto sin indicios (“Una persona puede manifestar su intención de querer quitarse la vida como también no manifestarla.” “Por lo general las veces que han venido los padres se han encontrado con la escena, pero nunca se dieron cuenta, no se imaginaban que iban a llegar a eso. Aparentemente no lo cuentan, salvo a un amigo o una persona muy cercana o de confianza”). De manera general, el personal de salud adoptaría como medida de intervención o afrontamiento el derivar al equipo interdisciplinario de Salud Mental o realizar una internación preventiva hasta una correcta evaluación mediante una revisión de su condición de salud general (“Si uno detecta una situación, hay que evaluar según lo que habló con la persona que va a salir de acá y puede hacerse daño, lo que se trabaja es la posibilidad de una internación. Junto con el equipo de Salud Mental en la urgencia, al menos por un día tratar de conservar su salud física y mental en la institución acompañado por medicación” “Desde mi lugar, trataría de contactar a un psicólogo que sepa manejar esa situación y que no se agrave, sino que mejore, es decir, que sepa cómo hablar y qué decirle” “En caso de que el riesgo sea inminente, se lo interna directamente. Muchas veces la internación en sí es una intervención en Salud Mental”). Algunos de los participantes, intentarían coordinar más de cerca con la red de apoyo del paciente ya sean familiares o amigos cercanos para lograr una buena contención y seguimiento (“Si me diera cuenta de algún indicio que me esté diciendo que esta persona se va a suicidar o cometer suicidio, trataría de que esté acompañada por algún familiar que lo ayude a que pueda hacer alguna consulta terapéutica para que un psicólogo lo pueda escuchar” “En el caso que sea un riesgo bajo y se lo envíe a casa, hay que contactarse con su entorno familiar o amistades que esté en relación directa con esa persona para explicarle la situación y estén atentos”). Solo unos pocos expresaron dar contención inmediata si detectan algún indicio de intento de suicidio (“Si nosotros sospechamos un intento de suicidio, intentamos contener al paciente, estirar la consulta y contactar con un familiar para poder indagar lo que está pasando, la situación actual, si notó algo raro y abrirle los ojos”). Cabe resaltar que, del total de entrevistados, la gran mayoría (83,3%) no pertenecían al área específica de abordaje de Salud Mental. De los profesionales especialistas en el área (16,7%), la mayoría evaluó su accionar según el riesgo de suicidio (“En caso de que sea un riesgo bajo y se lo envíe a casa, hay que contactarse con su entorno familiar o amistades que esté en relación directa con esa persona para explicarle la situación y estén atentos. En caso de que el riesgo sea inminente, se lo interna directamente. Lo ideal es que comience un tratamiento psicológico y si fuera necesaria medicación sería oportuno junto al seguimiento con un psiquiatra también” " Como seguimiento, los primeros pasos a seguir serían sesiones de psicología semanales, asegurarse de tener una asistencia con un psiquiatra, sugerir estar siempre acompañado, estar en un contexto donde se sienta cómodo”). Tabla 5. Indicadores que se podrían detectar en una persona con riesgo suicida. Ver: Anexos – Conocimientos del personal de salud sobre el abordaje del riesgo suicida en adolescentes y adultos jóvenes, al final del artículo Fuente: elaboración propia. En cuanto a los indicadores suicidas, fue posible identificar que la mayoría de los entrevistados observaría sintomatología depresiva al igual que desborde emocional principalmente de carácter ansioso (“Desde el silencio, llanto, mantiene una conducta de tristeza, estados de depresión y angustia, desmayos, verborragia” “Pacientes con antecedente depresivo y no están tomando la medicación o hacen abandono de su médico”). Algunos consideraron la conducta suicida o parasuicida, las consultas reiteradas en la guardia y quejas psicosomáticas como indicadores (“Alertar a los padres porque van por su estado depresivo y empiezan a aparecer con dolores o cosas psicosomáticas o van al consultorio en repetidas veces y uno se da cuenta que están apareciendo problemas nuevos y que hay algo detrás” “La expresión de ideaciones, las autolesiones y el comentario de familiares en relación a esto o la conducta propiamente dicha”). Solo unos pocos indicaron la baja tolerancia a la frustración y vacío existencial (“No tener proyectos o motivación, no tener una red de contención y capacidad de expresar o que nadie lo entiende, personalidades impulsivas con poca tolerancia a la frustración”). (Tabla 5) Al indagar sobre si conocían algún protocolo de actuación ante un riesgo suicida, establecido a nivel institucional, solo unos pocos manifestaron hacerlo. Todos ellos pertenecían al Hospital Nuestra Señora de Luján (HNSL), representando 8 de los 14 profesionales empleados por este centro que fueron encuestados. De los profesionales del hospital, la mayoría mencionó que el protocolo involucra la evaluación del riesgo suicida y derivación al equipo interdisciplinario de Salud Mental, mientras que un número reducido mencionó que el protocolo incluiría internación de carácter preventivo o en su defecto acompañamiento permanente. Los restantes 6 profesionales del HNSL, así como todos los profesionales pertenecientes al SER y la CR comentaron no estar al tanto de la existencia de algún protocolo al respecto. De los profesionales que manifestaron no estar en conocimiento de un protocolo institucional, gran parte de ellos comunicaron que si poseen un protocolo personal o interno de actuación. De los mismos, 9 explicaron que evaluarían el riesgo y derivarían a Salud Mental, mientras que otros 7 buscaría la internación preventiva y 2 evaluarían la red de apoyo del paciente. En relación con las medidas de prevención del suicidio adoptadas a nivel entidades sanitarias y localidad, de manera general manifestaron no estar al tanto de ninguna, pero que deberían realizarse (“Ninguna que conozca. En las escuelas se deberían dar charlas desde los más chicos, más que nada por el bullying”). Algunos de ellos, alegaron que se realizaban charlas y en menor medida que se repartía material impreso (“Hemos tenido varios casos de adolescentes y dentro del equipo de SM se ha planteado charlas para conocer factores de riesgos”). Otras medidas menos mencionadas fueron talleres y no hablar sobre suicidio para no incentivar a otros a cometerlo (“Los talleres han funcionado más con las personas adultas que con los jóvenes, suelen expresar más los sentimientos” “Creo que no se debe hablar demasiado del tema porque se dan ideas a aquellos que no las tienen en claro, pero les está rondando la cabeza”). Las respuestas del personal frente al efecto de la situación epidemiológica por COVID-19 sobre la frecuencia de casos de conducta suicida (fallida o exitosa) evidencian que la mayoría dedujo que tuvo un efecto enorme (“La pandemia y el COVID más allá de una patología biológica, el contexto en el cual toda la sociedad y el mundo ha influenciado muchísimo en el hecho del encierro, incertidumbre, miedos y estrés que potencian los riesgos” “Creo que hubieron más casos de suicidio por el tema pandemia, no por sí misma, sino porque potenció las cosas negativas”) mientras unos pocos un efecto moderado (“En el ámbito donde trabajo, no se han generado tantos cambios”). Esto nos deriva a que gran parte los entrevistados señaló que la incidencia de suicidios aumentó desde el inicio de la pandemia, mientras que la minoría manifestó que las cifras se mantuvieron sin cambios. Tabla 6. Motivos de consulta que ingresaron por guardia y consultorio de Psiquiatría desde mayo de 2019 a mayo de 2021. Ver: Anexos – Conocimientos del personal de salud sobre el abordaje del riesgo suicida en adolescentes y adultos jóvenes, al final del artículo Fuente: elaboración propia. Dentro de los motivos de consulta por guardia, la mayoría fueron por crisis de pánico mientras que rara vez por brote psicótico y depresión. Además, se atendieron pacientes que tuvieron ansiedad, intento de suicidio, intoxicación por sustancias y estrés. Se pudo observar que predominó el sexo femenino y el promedio de edad fue de 37,3 años (DE = 15,84). Luego de consultar con el psiquiatra del Hospital Nuestra Señora de Luján se evidenció que de todos los sujetos que ingresaron por consultorio relacionado a este problema de salud, casi la totalidad fueron por intento de suicidio (83,3%) mientras que el restante fue por suicidio consumado (16,7%). Se pudo observar que predominó el sexo femenino (90,9%) y el promedio de edad fue de 32.9 años (DE = 12.23). (Tabla 6) Discusión La marginación social, la falta de apoyo familiar y la presencia de psicopatologías se identificaron como los factores de riesgo más importantes para ideación o tentativa de suicidio. Estos resultados guardan relación con lo que sostiene Hernández- Bello 13 (2020) quien señala que el impacto que tienen los factores sociales en los jóvenes desde temprana edad puede moldear personalidades propicias para querer terminar con sus vidas. Dentro de las psicopatologías, una de las más nombradas fue la depresión la cual puede llevar a sufrir un quiebre en la armonía de la persona perdiendo motivaciones y esperanza de alcanzar metas. De acuerdo con González-Sancho 14 (2020), los factores protectores funcionan como instrumentos o estrategias que pueden servir para abordar un problema multicausal desde distintos enfoques. Entre ellos se distinguen tener una red social fuerte, dinámicas familiares que fomenten una autoestima favorable, apoyo familiar, relaciones de pareja estables, creencias y prácticas religiosas, aceptación de defectos propios en hombres y la ausencia de percepción de rechazo en las mujeres. Estos datos se relacionan con el presente estudio ya que se pudo evidenciar que la mayoría de los profesionales tomaron en consideración estos factores como protectores para la prevención del suicidio. La información otorgada por los participantes supone la existencia de una noción sobre los mitos o estigmas sociales entorno al suicidio donde se destacó “Si una persona dice que se va a suicidar no lo va a hacer”. Sin embargo, casi la totalidad de las personas que tienen una tentativa han hablado de ello, y el resto lo han demostrado por cambios de comportamiento. Es importante resaltar que si una persona se acerca a hablar sobre planes o ideas suicidas es una oportunidad de intervenir directamente 15. Respecto al manejo del riesgo suicida, se evidenció que de manera general no se contaba con un protocolo estructurado proveniente de la institución de trabajo y que estuviera al alcance de todos. Sin embargo, afirmaron que según criterio personal la primera intervención sería derivar al paciente con el equipo interdisciplinario de Salud Mental. Al consultar por criterios de alta y seguimiento posterior a una conducta suicida, no todos los participantes lograron expresar su punto de vista dando cuenta de una ignorancia en el área. Algunos sostuvieron que mantener un seguimiento a largo plazo de la ideación debería ser lo más importante. En este sentido, Pineda 16 (2015) da cuenta del desconocimiento en los centros médicos sobre cómo realizar un correcto manejo y reporte de un caso de suicidio o conducta suicida. Esto podría deberse a la deficiente formación y falta de campañas periódicas sobre problemáticas relacionadas con Salud Mental. Como consecuencia, se vería perjudicada la atención brindada a los pacientes. Según las recomendaciones del Ministerio de Salud de Argentina, el manejo de los trastornos depresivos y por consumo de sustancias son intervenciones efectivas como prevención del suicidio, así como el acompañar a las personas que tuvieron intentos previos, y apoyo psicosocial en las comunidades donde acontecen. Además, el eliminar las barreras que dificultan el acceso a la atención en Salud Mental, limitar el acceso a los métodos para llevar a cabo el suicidio, brindar información apropiada en medios de comunicación pueden ayudar a disminuir el estigma social. En general, los hallazgos de esta investigación coindicen, solo parcialmente, en lo establecido por la literatura. De acuerdo con las respuestas obtenidas, son escasas las medidas tomadas desde las instituciones sanitarias y localidad sobre este asunto. Se mencionó la realización de charlas, talleres por grupos de edad, reparto de material impreso, entre otras. Algunos afirmaron que se suele hacer mayor hincapié a otras patologías, mientras que otros desconocían si se realizaba o no algún tipo de intervención desde Atención Primaria de la Salud 17. En una persona suicida no siempre se logra notar el sufrimiento por el que están atravesando, pero la mayoría suele dar señales ya sea verbalmente, a través de posteos en redes sociales o cambios de conducta repentinos. En las entrevistas realizadas se verifica que en los profesionales la percepción dominante sobre los indicadores suicidas es que la mayoría de los pacientes suelen demostrar desborde emocional o sintomatología depresiva. De la misma forma Pugliese 18 (2015) detalla que especialmente los adolescentes, presentan una irritabilidad e impulsividad con débil capacidad reguladora demostrando un frágil equilibrio emocional, cuyo quiebre daría lugar al intento de suicidio. En cuanto a la depresión, Buitrago y Parra 19 (2018), establecen que es frecuente la asociación de ansiedad, depresión y otros trastornos mentales, pero no hay que estigmatizar que las personas que padecen alguna enfermedad mental vayan a cometer suicidio. Según un metaanálisis realizado por Farooq et al. 20 (2021) las consecuencias del COVID-19 para la Salud Mental fueron diferentes a las de pandemias anteriores, siendo comunes los síntomas de ansiedad, depresión y estrés. Cabe destacar que al consultar por el impacto de la pandemia en los casos por intento de suicidio y suicidio consumado, a pesar de que la gran mayoría de los entrevistados creían que hubo un aumento en la incidencia, la literatura científica es escasa y se limita a informes de casos que registraron las siguientes razones para el suicidio: miedo al contagio y enfermedad, atención deficiente a los pacientes, dificultades económicas, aislamiento, abstinencia de sustancias y falta de acceso a recursos educativos 20. Esto se pudo ver reflejado tanto en las consultas y en las respuestas por parte del personal de salud, quiénes tenían la impresión de que la pandemia había afectado en forma negativa con un aumento de casos. De acuerdo con la revisión de atenciones por guardia y consultorio del Hospital Nuestra Señora de Luján se pudo observar un aumento de consultas sobre todo por crisis de pánico y ansiedad. Del total de registros, hubo 18 motivos de consulta relacionados a suicidio explícitamente durante ese periodo, cifra relevante si se tiene en cuenta la dimensión de la localidad. El sexo predominante fue el femenino con una edad promedio de 35 años. Los resultados obtenidos son similares a los de Rodríguez 21 (2021) en cuanto al sexo ya que las mujeres, en general, manifiestan más intentos de suicidio que los hombres. Por otro lado, las edades predominantes en cuanto a conductas suicidas van desde los 31 a 39 años, en contraposición con los resultados obtenidos por Rodríguez (2021). Este documento registra la opinión y conocimientos del personal de salud del Hospital Nuestra Señora de Luján, Sanatorio Evangélico de Ramírez y Clínica Ramírez y sus resultados pueden ser útiles como base para investigaciones futuras, ya que este tipo de estudio podría abarcar un mayor número de instituciones y personal de salud en otras localidades de la provincia o país. Conclusión Se ha demostrado que existe falta de capacitación en cuanto al manejo del riesgo suicida especialmente en adolescentes y adultos jóvenes. Se logró evidenciar una noción general acerca de los factores de riesgo, factores protectores, estigmas e indicadores suicidas. Sin embargo, al evaluar sobre el modo de abordaje de una conducta suicida, reporte y seguimiento se encontraron incongruencias en las respuestas. En los tres centros médicos se utilizan protocolos para el abordaje del suicidio, pero no se encuentran totalmente unificados y al alcance de todo el personal. En cuanto a las consultas que se realizaron en guardia y consultorio en el Hospital Nuestra Señora de Luján, se evidenció principalmente un aumento de casos de ataques de pánico y ansiedad, seguidos en menor medida por intentos de suicidio y suicidios consumados. La pandemia por COVID-19 y el confinamiento subsiguiente han tenido un impacto significativo en la vida de las personas, especialmente en el área de la salud mental. Sin embargo, es pronto para identificar con claridad el impacto que se tendrá en el corto, mediano y largo plazo en el desarrollo de trastornos mentales, crisis de vida y conducta suicida. En este trabajo se presentaron resultados que llevan a reclamar atención sobre esta problemática abarcando todos los ámbitos sociales, desde educadores y padres de familia en la identificación de factores de riego hasta el fortalecimiento de las competencias del personal de salud para el enfoque del área psicológica del paciente. Además, otras herramientas que resultarían útiles sería tener acceso a registros actualizados con información estadística sobre suicidios consumados e intentos de suicidio a nivel provincial y nacional, desarrollar programas de capacitación, campañas y recomendaciones para que los medios de comunicación aborden de manera responsable las noticias sobre estos actos. En Argentina, tanto con la “Ley Nacional de Prevención del Suicidio” N° 27.130 como con el Día Mundial de la Prevención del suicidio, celebrado anualmente el 10 de septiembre, son instancias donde se podría crear mayor conciencia a través de acciones preventivas. Anexos – Conocimientos del personal de salud sobre el abordaje del riesgo suicida en adolescentes y adultos jóvenes.pdf Referencias 1. UNICEF. Suicidio en la adolescencia. Situación en la Argentina. UNICEF para cada niño. 2019. Disponible en: https://www.unicef.org/argentina/ media/6326/file/Suicidio_adolescencia.pdf 2. Barrueto C, Gaete J, Bustamante F, Pizarro M. 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Incluido en la revista Ocronos. Vol. VI. Nº 2–Febrero 2023. Pág. Inicial: Vol. VI; nº2: 204 Autor principal (primer firmante): Daiana Judit Gutiérrez Fecha recepción: 7 de febrero, 2023 Fecha aceptación: 19 de febrero, 2023 Ref.: Ocronos. 2023;6(2) 204 Autora: Daiana Judit Gutiérrez. Medicina Resumen Introducción: El suicidio es un problema de salud pública a nivel mundial y su importancia radica en que es una causa de muerte prevenible. Los profesionales de salud pueden identificar personas en riesgo e implementar medidas preventivas efectivas. El presente trabajo de investigación hace énfasis en la importancia de la pertinente detección de personas en riesgo, evaluación del riesgo suicida y aporte de orientaciones para su manejo. Objetivo: Identificar las competencias del personal de salud para el abordaje del riesgo suicida en adolescentes y adultos jóvenes que visitan los Centros Médicos de General Ramírez, Entre Ríos, Argentina, durante los meses marzo y abril 2022. Metodología: Estudio cualitativo de tipo descriptivo realizado durante los meses marzo-abril de 2022. El total de la muestra poblacional fue de 30 profesionales de la salud de ambos sexos que se desempeñan en tres centros médicos de la localidad. Todos los individuos participaron en una entrevista semiestructurada y firmaron consentimiento para la misma. Resultados: Los hallazgos evidenciaron una falta de capacitación respecto al suicidio por parte del personal de salud. De acuerdo con las respuestas, existe una noción general sobre los factores de riesgo, factores protectores, estigmas e indicadores suicidas. Sin embargo, al evaluar sobre el abordaje de una conducta suicida, reporte y seguimiento se encontraron incongruencias. La mayoría de los motivos de consulta ingresados por guardia fueron crisis de pánico y ansiedad, mientras que los registrados por consultorio de Psiquiatría fueron intentos de suicidio. Predominó el sexo femenino con una media de edad de 35 años. Conclusión: Una adecuada preparación de los profesionales de la salud para enfrentar este problema de salud desde un enfoque interdisciplinario, facilitaría la identificación precoz e intervención de pacientes con conducta suicida. Palabras clave Suicidio, intento de suicidio, personal de salud, creencias, factores de riesgo y protectores. Introducción Según la Organización Mundial de la Salud el suicidio puede definirse como “el acto deliberado de quitarse la vida” 1. Sin embargo, también abarca una amplia gama de experiencias, pensamientos y comportamientos que pueden ir desde una sensación de pérdida del sentido de la vida hasta el suicidio consumado 2. Se calcula que cada año, alrededor de 700.000 personas mueren por suicidio y el número aumenta si se contabilizan las tentativas de suicidio con una tasa de mortalidad anual mundial de 10,7 por 100.000 personas, con diferencias entre grupos de edad y países. En adolescentes y adultos jóvenes de entre 15 y 29 años, la muerte por suicidio alcanza las cifras más altas convirtiéndose en la cuarta causa de muerte de este grupo etario con especial incidencia en los países menos desarrollados donde la desigualdad, baja calidad de vida y el deficiente acceso a la atención médica influyen en forma negativa 3,4. En Argentina, la cantidad de casos de suicidio en adolescentes se han triplicado en los últimos 30 años constituyendo la segunda causa de muerte entre los 10-19 años después de los accidentes viales. Las tasas de muerte autoinfligida entre 2015 y 2017 en las provincias de Salta, Catamarca y Jujuy fueron diez veces más altas que en el resto del país 1. El comportamiento suicida debe verse como un evento multifactorial producto de una falla en los mecanismos de adaptación de la persona al medio, provocado por una situación conflictiva actual o permanente y que genera un estado de tensión. Entre los factores de riesgo se incluyen enfermedades psiquiátricas, intentos e ideas suicidas previas, factores genéticos familiares, eventos vitales negativos, apoyo social deficiente, enfermedades médicas, trauma infantil psicosocial, factores psicológicos /cognitivos, consumo de alcohol y sustancias ilícitas, entre otros 5. En la adolescencia particularmente suele existir un aumento de presiones o responsabilidades individuales, que junto a la inexperiencia crean obstáculos que pueden conducir a momentos de angustia, soledad y frustración, y favorecer los factores de riesgo para cometer un acto o conducta suicida 6. Aunque los datos señalan que las mujeres poseen una mayor tasa de intentos suicidas, la letalidad es mayor en los hombres debido al empleo de métodos más violentos, variando según la cultura y el acceso a los mismos 7. Con la reciente situación pandémica por COVID-19 se ha creado un ambiente propicio para los trastornos mentales y el suicidio. El impacto en la salud mental ha sido enorme, ya que el aislamiento social, medida tomada para evitar la propagación viral, está relacionado con la ansiedad, depresión, autolesiones e intentos de suicidio. A su vez, se podría agregar el miedo de las personas a infectarse, infectar a otros y la incertidumbre por la disponibilidad de vacunas y oportuno tratamiento. Los datos son consistentes con los sentimientos durante pandemias pasadas donde se ha demostrado que la soledad y aislamiento surgen de la pérdida de la rutina y el contacto social 8. Sin embargo, existen factores protectores que funcionan como herramientas para reducir la exposición de la persona a la ideación suicida o como atenuantes del efecto de los factores de riesgo. Entre ellos se encuentran una sólida red social, creencias y prácticas religiosas, apoyo y contención de amigos y familiares y acceso a servicios de salud mental 9,10. Existen ciertos mitos o falsas creencias respecto al suicidio como, por ejemplo, “las personas que se suicidan se quieren morir”, “hablar de suicidio anima a la gente a suicidarse”, “el suicidio no se puede prevenir” o “las personas que lo intentan o avisan no se suicidan”. Se recomienda que se preste atención a pacientes que refieren sentirse más preocupados o irritables de lo habitual, tristes, pesimistas sobre su futuro, retraídos de su entorno familiar, y que tienen estos pensamientos o sentimientos de forma cotidiana 10. Sólo un pequeño porcentaje de jóvenes con ideas o intentos suicidas buscan ayuda en familiares, amigos o profesionales. Por lo general, tienden a sentir que no cuentan con personas a quienes acudir y confiar, temen ser estigmatizados o incomprendidos, sumado a la falsa creencia de no poder ser asistidos 11. Las intervenciones de prevención del suicidio deben abordar todos los niveles de la sociedad. Pueden tener como objetivos influir positivamente en las razones que llevan a las personas a comportamientos suicidas como también apuntar a otros factores implicados, ya sea restringiendo el acceso a métodos mortales o a informes perjudiciales de los medios de comunicación 12. Además, se debería incluir capacitación a trabajadores de la salud para identificar a las personas en riesgo, evaluando y abordando las respectivas crisis y, en última instancia, asegurar una atención de seguimiento adecuada 2. Por todo lo expuesto anteriormente, se considera pertinente con la presente investigación, evaluar las competencias del personal de salud para el abordaje del riesgo suicida, ya que representa un grave problema de salud pública a nivel mundial. A pesar de que la tasa de mortalidad por suicidio es mucho menor comparada con otras causas de muerte, es importante tener en cuenta la relevancia de estudiarlo, para así poder evitar y reducir esta problemática mediante políticas sociales oportunas. Metodología Esta investigación se llevó a cabo durante los meses de marzo-abril del año 2022, en tres centros médicos de la localidad de General Ramírez, Entre Ríos, Argentina. Fue un estudio de tipo cualitativo y descriptivo. La muestra fue seleccionada de manera intencional conformada por 30 profesionales de la salud de distintas áreas de trabajo que se desempeñan en el Hospital Nuestra Señora de Luján (HNSL), Sanatorio Evangélico de Ramírez (SER) y Clínica Ramírez (CR) de la localidad General Ramírez. Los criterios de inclusión fueron: médicos, médicos especialistas, personal de Enfermería, profesionales de salud mental, personal de atención primaria y emergencia que se desempeñen en los centros médicos de interés, >6 meses de antigüedad laboral, aceptación a participar de forma voluntaria en la investigación y que hayan firmado el consentimiento informado. Los criterios de exclusión fueron: personal administrativo, personal de ordenanza, < 6 meses de antigüedad laboral, voluntariedad de abandono de la investigación. Las variables estudiadas fueron: valoración de las circunstancias del intento suicida, entendimiento sobre los principales factores de riesgo, factores protectores y estigmas, cómo identificar a una persona suicida, dominio sobre su forma de manejo y prevención. Además, se incluyeron datos sociodemográficos de los participantes como sexo, edad, profesión y/o especialidad, área de trabajo, antigüedad laboral e institución. Se realizó una entrevista semiestructura diseñada por el investigador que fue aplicada de forma individual. Constó de 10 preguntas con opción de respuesta abierta permitiendo un espacio de diálogo regulado de 20 a 30 minutos. Inicialmente se elaboró un guion de entrevista, con una estructura flexible, que permitió incorporar nuevas preguntas que surgían de los contenidos entregados por los entrevistados. Las entrevistas fueron grabadas en audio, transcriptas y analizadas manualmente. El análisis de datos se realizó con el programa estadístico Statistical Package for the Social Sciences (SPSS). Se realizaron análisis descriptivos para las variables independientes cualitativas (frecuencia, porcentajes), teniendo en cuenta a la mediana como medida de tendencia central. Por otro lado, para algunas variables cuantitativas como la edad y los años de antigüedad de los empleados se solicitaron promedios (media y desvío). Para el desarrollo de las entrevistas, se contactó individualmente a los participantes a quiénes se los visitó en las instituciones. Allí, se recurrió a un ámbito privado sin la presencia de terceros. Simultáneamente, se llevó a cabo la revisión de registros médicos de guardia y consultorio de Psiquiatría del Hospital Nuestra Señora de Luján, con el objetivo de cuantificar el número de casos relacionados con esta problemática que ingresaron entre mayo del 2019 - mayo del 2021. Posteriormente, se estimó el impacto de la pandemia de COVID-19 en ellos. Cada profesional participó de forma voluntaria, asegurando que su identidad sea protegida de forma anónima. Toda información o datos que pudieran identificar al participante fueron manejados en forma confidencial y privada. Antes de comenzar con la entrevista, se solicitó la lectura y firma del consentimiento informado en donde se detallaba brevemente la naturaleza, objetivos, relevancias, riesgos y beneficios implicados, expresando el propósito del estudio del cual estaría siendo parte. Resultados A continuación, se presentan los datos sociodemográficos correspondientes a los participantes de este estudio. Tabla 1a. Datos sociodemográficos de los profesionales de la salud. Ver: Anexos - Conocimientos del personal de salud sobre el abordaje del riesgo suicida en adolescentes y adultos jóvenes, al final del artículo a HNSL = Hospital Nuestra Señora de Luján b CR = Clínica Ramírez c SER = Sanatorio Evangélico Ramírez Fuente: elaboración propia Tabla 1b. Distribución de participantes según edad y antigüedad laboral. Ver: Anexos - Conocimientos del personal de salud sobre el abordaje del riesgo suicida en adolescentes y adultos jóvenes, al final del artículo Fuente: elaboración propia. La muestra total estuvo conformada por 30 profesionales de la salud de 3 centros médicos de la localidad de General Ramírez, Entre Ríos de los cuales el 66, 7% (n=20) eran mujeres y el 33,3% (n=10) varones. De la muestra, el 33,3% (n=10) correspondieron a médicos, el 23,3% (n=7) a personal de Enfermería, el 16,7% (n=5) a Lic. en Psicología y 10% (n=3) Lic. en Kinesiología y Fisiatría. El restante 6,7% (n=2) fueron Técnicos Radiólogos y el mismo valor para Instrumentadoras Quirúrgicas. En cuanto al área de trabajo dentro de la institución, la mayoría de los profesionales afirmaron desempeñarse en el sector de consultorios representando el 40,0% (n=12). Con respecto a la institución, el 36,7% (n=11) pertenecen al Hospital Nuestra Señora de Luján (HNSL), el 26,7% (n=8) al SER y el 6,7% (n=2) a CR. De los profesionales que indicaron trabajar en más de una institución, el 13,3% (n=4) correspondió al HNSL y SER igualando en cantidad con el HNSL y CR. Solo 1 profesional afirmó trabajar en las tres instituciones representando el restante 3,3% (n=1). (Tabla 1a) La edad promedio de los participantes fue de 37,2 años (DE = 10,66) con una edad mínima de 22 años y una edad máxima de 63 años. El promedio de antigüedad laboral fue de 11,3 años (DE= 10,8) donde la mínima fue de 6 meses y la máxima fue de 42 años. (Tabla 1b) Tabla 2. Factores de riesgo para el suicidio. Ver: Anexos - Conocimientos del personal de salud sobre el abordaje del riesgo suicida en adolescentes y adultos jóvenes, al final del artículo Fuente: elaboración propia. Con respecto a los factores de riesgo, los más identificados fueron la marginación social y la ausencia o conflicto familiar (“Personalidad cerrada, no tener familia o amigos, bullying”, “Falta de entorno familiar y entorno social donde se encuentra la persona”). En orden de frecuencia, le siguieron la presencia de psicopatologías, mala situación económica y abuso de sustancias, físico y/o sexual. Los menos mencionados fueron ser transgénero, predisposición genética, problemas en infancia y falta de incentivos (“No encuentran sentido a la vida, no tienen apoyo, se sientan menos que otros, identidad de género distinto”). (Tabla 2) Tabla 3. Factores protectores contra el suicidio. Ver: Anexos - Conocimientos del personal de salud sobre el abordaje del riesgo suicida en adolescentes y adultos jóvenes, al final del artículo Fuente: elaboración propia. La mayoría de los profesionales mencionó la importancia de una red de apoyo social y apoyo familiar como los factores más importantes para la protección contra el suicidio (“Grupo de pares, entre los mismos chicos alertan a los adultos”, “Contención familiar, acompañamiento, no sentirse solo”). Además, otros consideraron factores protectores la psicoeducación, eutimia (estado de ánimo normal/tranquilo) y buena situación económica. Sólo 3 profesionales en total consideraron el acceso a ayuda profesional competente, religión y buena salud física como protectores contra el suicidio (“Ayuda terapéutica, buena salud física y mental, acompañamiento familiar, actividad física, alimentación adecuada”). (Tabla 3) Tabla 4. Mitos o falsas creencias entorno al suicidio. Ver: Anexos - Conocimientos del personal de salud sobre el abordaje del riesgo suicida en adolescentes y adultos jóvenes, al final del artículo Fuente: elaboración propia. De los mitos que mencionó la población, sobresale el que asegura que Si lo dice no lo hace (“La persona que amenaza con suicidarse nunca lo va a hacer” “La persona que lo hace verbal no lo hace”). Dentro de los menos mencionados se encuentran El suicidio es para cobardes/valientes, Sólo personas con psicopatologías se suicidan y Mitos religiosos entorno al suicidio (“El que se suicida es un cobarde” “Para suicidarse hay que ser valiente” “El diablo incita a que se tienen que matar o ver sangre” “Si se quiere matar tiene que hacer tal cosa” “Son todos enfermos mentales o locos”). (Tabla 4) Respecto a la comunicación de los deseos suicidas de los jóvenes, más de la mitad afirmó que de alguna manera suelen manifestarlos por redes sociales, verbalmente o mediante cambios de conducta mientras que un menor número de profesionales consideró que el suicidio es un acto sin indicios (“Una persona puede manifestar su intención de querer quitarse la vida como también no manifestarla.” “Por lo general las veces que han venido los padres se han encontrado con la escena, pero nunca se dieron cuenta, no se imaginaban que iban a llegar a eso. Aparentemente no lo cuentan, salvo a un amigo o una persona muy cercana o de confianza”). De manera general, el personal de salud adoptaría como medida de intervención o afrontamiento el derivar al equipo interdisciplinario de Salud Mental o realizar una internación preventiva hasta una correcta evaluación mediante una revisión de su condición de salud general (“Si uno detecta una situación, hay que evaluar según lo que habló con la persona que va a salir de acá y puede hacerse daño, lo que se trabaja es la posibilidad de una internación. Junto con el equipo de Salud Mental en la urgencia, al menos por un día tratar de conservar su salud física y mental en la institución acompañado por medicación” “Desde mi lugar, trataría de contactar a un psicólogo que sepa manejar esa situación y que no se agrave, sino que mejore, es decir, que sepa cómo hablar y qué decirle” “En caso de que el riesgo sea inminente, se lo interna directamente. Muchas veces la internación en sí es una intervención en Salud Mental”). Algunos de los participantes, intentarían coordinar más de cerca con la red de apoyo del paciente ya sean familiares o amigos cercanos para lograr una buena contención y seguimiento (“Si me diera cuenta de algún indicio que me esté diciendo que esta persona se va a suicidar o cometer suicidio, trataría de que esté acompañada por algún familiar que lo ayude a que pueda hacer alguna consulta terapéutica para que un psicólogo lo pueda escuchar” “En el caso que sea un riesgo bajo y se lo envíe a casa, hay que contactarse con su entorno familiar o amistades que esté en relación directa con esa persona para explicarle la situación y estén atentos”). Solo unos pocos expresaron dar contención inmediata si detectan algún indicio de intento de suicidio (“Si nosotros sospechamos un intento de suicidio, intentamos contener al paciente, estirar la consulta y contactar con un familiar para poder indagar lo que está pasando, la situación actual, si notó algo raro y abrirle los ojos”). Cabe resaltar que, del total de entrevistados, la gran mayoría (83,3%) no pertenecían al área específica de abordaje de Salud Mental. De los profesionales especialistas en el área (16,7%), la mayoría evaluó su accionar según el riesgo de suicidio (“En caso de que sea un riesgo bajo y se lo envíe a casa, hay que contactarse con su entorno familiar o amistades que esté en relación directa con esa persona para explicarle la situación y estén atentos. En caso de que el riesgo sea inminente, se lo interna directamente. Lo ideal es que comience un tratamiento psicológico y si fuera necesaria medicación sería oportuno junto al seguimiento con un psiquiatra también” " Como seguimiento, los primeros pasos a seguir serían sesiones de psicología semanales, asegurarse de tener una asistencia con un psiquiatra, sugerir estar siempre acompañado, estar en un contexto donde se sienta cómodo”). Tabla 5. Indicadores que se podrían detectar en una persona con riesgo suicida. Ver: Anexos - Conocimientos del personal de salud sobre el abordaje del riesgo suicida en adolescentes y adultos jóvenes, al final del artículo Fuente: elaboración propia. En cuanto a los indicadores suicidas, fue posible identificar que la mayoría de los entrevistados observaría sintomatología depresiva al igual que desborde emocional principalmente de carácter ansioso (“Desde el silencio, llanto, mantiene una conducta de tristeza, estados de depresión y angustia, desmayos, verborragia” “Pacientes con antecedente depresivo y no están tomando la medicación o hacen abandono de su médico”). Algunos consideraron la conducta suicida o parasuicida, las consultas reiteradas en la guardia y quejas psicosomáticas como indicadores (“Alertar a los padres porque van por su estado depresivo y empiezan a aparecer con dolores o cosas psicosomáticas o van al consultorio en repetidas veces y uno se da cuenta que están apareciendo problemas nuevos y que hay algo detrás” “La expresión de ideaciones, las autolesiones y el comentario de familiares en relación a esto o la conducta propiamente dicha”). Solo unos pocos indicaron la baja tolerancia a la frustración y vacío existencial (“No tener proyectos o motivación, no tener una red de contención y capacidad de expresar o que nadie lo entiende, personalidades impulsivas con poca tolerancia a la frustración”). (Tabla 5) Al indagar sobre si conocían algún protocolo de actuación ante un riesgo suicida, establecido a nivel institucional, solo unos pocos manifestaron hacerlo. Todos ellos pertenecían al Hospital Nuestra Señora de Luján (HNSL), representando 8 de los 14 profesionales empleados por este centro que fueron encuestados. De los profesionales del hospital, la mayoría mencionó que el protocolo involucra la evaluación del riesgo suicida y derivación al equipo interdisciplinario de Salud Mental, mientras que un número reducido mencionó que el protocolo incluiría internación de carácter preventivo o en su defecto acompañamiento permanente. Los restantes 6 profesionales del HNSL, así como todos los profesionales pertenecientes al SER y la CR comentaron no estar al tanto de la existencia de algún protocolo al respecto. De los profesionales que manifestaron no estar en conocimiento de un protocolo institucional, gran parte de ellos comunicaron que si poseen un protocolo personal o interno de actuación. De los mismos, 9 explicaron que evaluarían el riesgo y derivarían a Salud Mental, mientras que otros 7 buscaría la internación preventiva y 2 evaluarían la red de apoyo del paciente. En relación con las medidas de prevención del suicidio adoptadas a nivel entidades sanitarias y localidad, de manera general manifestaron no estar al tanto de ninguna, pero que deberían realizarse (“Ninguna que conozca. En las escuelas se deberían dar charlas desde los más chicos, más que nada por el bullying”). Algunos de ellos, alegaron que se realizaban charlas y en menor medida que se repartía material impreso (“Hemos tenido varios casos de adolescentes y dentro del equipo de SM se ha planteado charlas para conocer factores de riesgos”). Otras medidas menos mencionadas fueron talleres y no hablar sobre suicidio para no incentivar a otros a cometerlo (“Los talleres han funcionado más con las personas adultas que con los jóvenes, suelen expresar más los sentimientos” “Creo que no se debe hablar demasiado del tema porque se dan ideas a aquellos que no las tienen en claro, pero les está rondando la cabeza”). Las respuestas del personal frente al efecto de la situación epidemiológica por COVID-19 sobre la frecuencia de casos de conducta suicida (fallida o exitosa) evidencian que la mayoría dedujo que tuvo un efecto enorme (“La pandemia y el COVID más allá de una patología biológica, el contexto en el cual toda la sociedad y el mundo ha influenciado muchísimo en el hecho del encierro, incertidumbre, miedos y estrés que potencian los riesgos” “Creo que hubieron más casos de suicidio por el tema pandemia, no por sí misma, sino porque potenció las cosas negativas”) mientras unos pocos un efecto moderado (“En el ámbito donde trabajo, no se han generado tantos cambios”). Esto nos deriva a que gran parte los entrevistados señaló que la incidencia de suicidios aumentó desde el inicio de la pandemia, mientras que la minoría manifestó que las cifras se mantuvieron sin cambios. Tabla 6. Motivos de consulta que ingresaron por guardia y consultorio de Psiquiatría desde mayo de 2019 a mayo de 2021. Ver: Anexos - Conocimientos del personal de salud sobre el abordaje del riesgo suicida en adolescentes y adultos jóvenes, al final del artículo Fuente: elaboración propia. Dentro de los motivos de consulta por guardia, la mayoría fueron por crisis de pánico mientras que rara vez por brote psicótico y depresión. Además, se atendieron pacientes que tuvieron ansiedad, intento de suicidio, intoxicación por sustancias y estrés. Se pudo observar que predominó el sexo femenino y el promedio de edad fue de 37,3 años (DE = 15,84). Luego de consultar con el psiquiatra del Hospital Nuestra Señora de Luján se evidenció que de todos los sujetos que ingresaron por consultorio relacionado a este problema de salud, casi la totalidad fueron por intento de suicidio (83,3%) mientras que el restante fue por suicidio consumado (16,7%). Se pudo observar que predominó el sexo femenino (90,9%) y el promedio de edad fue de 32.9 años (DE = 12.23). (Tabla 6) Discusión La marginación social, la falta de apoyo familiar y la presencia de psicopatologías se identificaron como los factores de riesgo más importantes para ideación o tentativa de suicidio. Estos resultados guardan relación con lo que sostiene Hernández- Bello 13 (2020) quien señala que el impacto que tienen los factores sociales en los jóvenes desde temprana edad puede moldear personalidades propicias para querer terminar con sus vidas. Dentro de las psicopatologías, una de las más nombradas fue la depresión la cual puede llevar a sufrir un quiebre en la armonía de la persona perdiendo motivaciones y esperanza de alcanzar metas. De acuerdo con González-Sancho 14 (2020), los factores protectores funcionan como instrumentos o estrategias que pueden servir para abordar un problema multicausal desde distintos enfoques. Entre ellos se distinguen tener una red social fuerte, dinámicas familiares que fomenten una autoestima favorable, apoyo familiar, relaciones de pareja estables, creencias y prácticas religiosas, aceptación de defectos propios en hombres y la ausencia de percepción de rechazo en las mujeres. Estos datos se relacionan con el presente estudio ya que se pudo evidenciar que la mayoría de los profesionales tomaron en consideración estos factores como protectores para la prevención del suicidio. La información otorgada por los participantes supone la existencia de una noción sobre los mitos o estigmas sociales entorno al suicidio donde se destacó “Si una persona dice que se va a suicidar no lo va a hacer”. Sin embargo, casi la totalidad de las personas que tienen una tentativa han hablado de ello, y el resto lo han demostrado por cambios de comportamiento. Es importante resaltar que si una persona se acerca a hablar sobre planes o ideas suicidas es una oportunidad de intervenir directamente 15. Respecto al manejo del riesgo suicida, se evidenció que de manera general no se contaba con un protocolo estructurado proveniente de la institución de trabajo y que estuviera al alcance de todos. Sin embargo, afirmaron que según criterio personal la primera intervención sería derivar al paciente con el equipo interdisciplinario de Salud Mental. Al consultar por criterios de alta y seguimiento posterior a una conducta suicida, no todos los participantes lograron expresar su punto de vista dando cuenta de una ignorancia en el área. Algunos sostuvieron que mantener un seguimiento a largo plazo de la ideación debería ser lo más importante. En este sentido, Pineda 16 (2015) da cuenta del desconocimiento en los centros médicos sobre cómo realizar un correcto manejo y reporte de un caso de suicidio o conducta suicida. Esto podría deberse a la deficiente formación y falta de campañas periódicas sobre problemáticas relacionadas con Salud Mental. Como consecuencia, se vería perjudicada la atención brindada a los pacientes. Según las recomendaciones del Ministerio de Salud de Argentina, el manejo de los trastornos depresivos y por consumo de sustancias son intervenciones efectivas como prevención del suicidio, así como el acompañar a las personas que tuvieron intentos previos, y apoyo psicosocial en las comunidades donde acontecen. Además, el eliminar las barreras que dificultan el acceso a la atención en Salud Mental, limitar el acceso a los métodos para llevar a cabo el suicidio, brindar información apropiada en medios de comunicación pueden ayudar a disminuir el estigma social. En general, los hallazgos de esta investigación coindicen, solo parcialmente, en lo establecido por la literatura. De acuerdo con las respuestas obtenidas, son escasas las medidas tomadas desde las instituciones sanitarias y localidad sobre este asunto. Se mencionó la realización de charlas, talleres por grupos de edad, reparto de material impreso, entre otras. Algunos afirmaron que se suele hacer mayor hincapié a otras patologías, mientras que otros desconocían si se realizaba o no algún tipo de intervención desde Atención Primaria de la Salud 17. En una persona suicida no siempre se logra notar el sufrimiento por el que están atravesando, pero la mayoría suele dar señales ya sea verbalmente, a través de posteos en redes sociales o cambios de conducta repentinos. En las entrevistas realizadas se verifica que en los profesionales la percepción dominante sobre los indicadores suicidas es que la mayoría de los pacientes suelen demostrar desborde emocional o sintomatología depresiva. De la misma forma Pugliese 18 (2015) detalla que especialmente los adolescentes, presentan una irritabilidad e impulsividad con débil capacidad reguladora demostrando un frágil equilibrio emocional, cuyo quiebre daría lugar al intento de suicidio. En cuanto a la depresión, Buitrago y Parra 19 (2018), establecen que es frecuente la asociación de ansiedad, depresión y otros trastornos mentales, pero no hay que estigmatizar que las personas que padecen alguna enfermedad mental vayan a cometer suicidio. Según un metaanálisis realizado por Farooq et al. 20 (2021) las consecuencias del COVID-19 para la Salud Mental fueron diferentes a las de pandemias anteriores, siendo comunes los síntomas de ansiedad, depresión y estrés. Cabe destacar que al consultar por el impacto de la pandemia en los casos por intento de suicidio y suicidio consumado, a pesar de que la gran mayoría de los entrevistados creían que hubo un aumento en la incidencia, la literatura científica es escasa y se limita a informes de casos que registraron las siguientes razones para el suicidio: miedo al contagio y enfermedad, atención deficiente a los pacientes, dificultades económicas, aislamiento, abstinencia de sustancias y falta de acceso a recursos educativos 20. Esto se pudo ver reflejado tanto en las consultas y en las respuestas por parte del personal de salud, quiénes tenían la impresión de que la pandemia había afectado en forma negativa con un aumento de casos. De acuerdo con la revisión de atenciones por guardia y consultorio del Hospital Nuestra Señora de Luján se pudo observar un aumento de consultas sobre todo por crisis de pánico y ansiedad. Del total de registros, hubo 18 motivos de consulta relacionados a suicidio explícitamente durante ese periodo, cifra relevante si se tiene en cuenta la dimensión de la localidad. El sexo predominante fue el femenino con una edad promedio de 35 años. Los resultados obtenidos son similares a los de Rodríguez 21 (2021) en cuanto al sexo ya que las mujeres, en general, manifiestan más intentos de suicidio que los hombres. Por otro lado, las edades predominantes en cuanto a conductas suicidas van desde los 31 a 39 años, en contraposición con los resultados obtenidos por Rodríguez (2021). Este documento registra la opinión y conocimientos del personal de salud del Hospital Nuestra Señora de Luján, Sanatorio Evangélico de Ramírez y Clínica Ramírez y sus resultados pueden ser útiles como base para investigaciones futuras, ya que este tipo de estudio podría abarcar un mayor número de instituciones y personal de salud en otras localidades de la provincia o país. Conclusión Se ha demostrado que existe falta de capacitación en cuanto al manejo del riesgo suicida especialmente en adolescentes y adultos jóvenes. Se logró evidenciar una noción general acerca de los factores de riesgo, factores protectores, estigmas e indicadores suicidas. Sin embargo, al evaluar sobre el modo de abordaje de una conducta suicida, reporte y seguimiento se encontraron incongruencias en las respuestas. En los tres centros médicos se utilizan protocolos para el abordaje del suicidio, pero no se encuentran totalmente unificados y al alcance de todo el personal. En cuanto a las consultas que se realizaron en guardia y consultorio en el Hospital Nuestra Señora de Luján, se evidenció principalmente un aumento de casos de ataques de pánico y ansiedad, seguidos en menor medida por intentos de suicidio y suicidios consumados. La pandemia por COVID-19 y el confinamiento subsiguiente han tenido un impacto significativo en la vida de las personas, especialmente en el área de la salud mental. Sin embargo, es pronto para identificar con claridad el impacto que se tendrá en el corto, mediano y largo plazo en el desarrollo de trastornos mentales, crisis de vida y conducta suicida. En este trabajo se presentaron resultados que llevan a reclamar atención sobre esta problemática abarcando todos los ámbitos sociales, desde educadores y padres de familia en la identificación de factores de riego hasta el fortalecimiento de las competencias del personal de salud para el enfoque del área psicológica del paciente. Además, otras herramientas que resultarían útiles sería tener acceso a registros actualizados con información estadística sobre suicidios consumados e intentos de suicidio a nivel provincial y nacional, desarrollar programas de capacitación, campañas y recomendaciones para que los medios de comunicación aborden de manera responsable las noticias sobre estos actos. En Argentina, tanto con la “Ley Nacional de Prevención del Suicidio” N° 27.130 como con el Día Mundial de la Prevención del suicidio, celebrado anualmente el 10 de septiembre, son instancias donde se podría crear mayor conciencia a través de acciones preventivas. Anexos - Conocimientos del personal de salud sobre el abordaje del riesgo suicida en adolescentes y adultos jóvenes.pdf Referencias 1. UNICEF. Suicidio en la adolescencia. Situación en la Argentina. UNICEF para cada niño. 2019. Disponible en: https://www.unicef.org/argentina/ media/6326/file/Suicidio_adolescencia.pdf 2. Barrueto C, Gaete J, Bustamante F, Pizarro M. 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