Actuación ante el niño que no come: revisión bibliográfica

Artículo de revisión

El desarrollo de la conducta alimentaria es un proceso complejo en el que participan componentes fisiológicos de regulación de la ingesta alimentaria, del crecimiento y peso corporal; componentes psicológicos del niño, de los padres y de la familia, además del entorno cultural y social en el que vive. Son frecuentes sus alteraciones en los primeros años de vida, lo que puede provocar un retraso del crecimiento, aversiones alimentarias y dificultades secundarias en la convivencia familiar.

Autora: Maria de Orte Pérez. Enfermera de Atención Primaria

Centro de trabajo: Centro de Salud Canal Imperial – San José Sur (Zaragoza)

Dirección: Paseo Rosales 36, 7º B. C.P: 50008, Zaragoza

Palabras clave: niño, alimentación, problema, inapetencia, conducta

RESUMEN

Con el objetivo de conocer cómo actúan los padres / cuidadores ante esta problemática se realiza una revisión del tema tratado en la literatura publicada por diferentes bases de datos.

Si se trata de un trastorno de la conducta alimentaria sin causa orgánica y sin compromiso nutricional severo, se sugieren como primeras medidas tranquilizar y educar al entorno familiar, aclarando que el niño no está desnutrido; el manejo debe ser enfocado fundamentalmente a reeducar hábitos de alimentación que se han alterado.

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Palabras clave: niño, alimentación, problema, inapetencia, conducta

INTRODUCCIÓN

La buena nutrición es esencial para el crecimiento y desarrollo normal de los niños; las necesidades energéticas y nutricionales varían con la edad. El crecimiento después del nacimiento alcanza su máxima rapidez durante los primeros 6 a 12 meses de vida, durante este periodo las necesidades de calorías y proteínas son muy altas. En cambio dichas necesidades comienzan a disminuir a partir del segundo año de vida en paralelo con el descenso de la velocidad de crecimiento. Una alimentación correcta será aquella basada en una dieta equilibrada que cubra las necesidades y proporcione al niño salud y prevención de las enfermedades

No es raro que los niños tengan periodos transitorios de pérdida de interés por ciertos alimentos o incluso por la comida en general. Sobre todo en el periodo de 1 a 3 años el niño va desarrollando su sentido de la independencia precisamente a través de fuertes rechazos y preferencias por ciertos alimentos. Siempre que sea posible deberemos respetarle y no forzarle a la hora de comer.

Un hábito es un mecanismo estable que crea destrezas o habilidades, es flexible y puede ser utilizado en varias situaciones de la vida diaria. El proceso de adquisición de dichos hábitos se basa en la construcción de rutinas, es decir, llevar a cabo diariamente determinadas acciones, actividades o rituales que ayudan al niño en su desarrollo integral, facilitándoles sus primeros esquemas internos, lo que les otorga seguridad.

Los hábitos alimentarios podemos definirlos, coincidiendo con Frontera y Gimeno 1, como las predisposiciones a escoger y consumir unos determinados alimentos frente a otros. Sostienen que los hábitos alimentarios no son innatos sino que se van adquiriendo con el paso del tiempo por medio de la habituación y de la educación y que comienzan a adquirirse durante la primera infancia, consolidándose posteriormente

MATERIAL Y MÉTODOS

Se realiza una revisión de la literatura publicada en las diferentes bases de datos. La estrategia de búsqueda comienza con la formulación del tema de investigación: la alimentación infantil en niños con edades comprendidas entre el año y los cinco años de edad los cuales sienten animadversión por la comida o por ciertos alimentos y como los padres actúan ante esta situación

Estrategia de búsqueda: Se realizó una búsqueda en las siguientes bases de datos: PubMed, Cochrane, Scopus, Web of Science, Google Académico y Cuiden Plus. Se desarrollaron estrategias de búsquedas sensibles para cada base de datos utilizando las palabras clave. Dicha búsqueda se ha realizado en el periodo comprendido entre Agosto 2018 hasta diciembre 2018.

Se establecieron como criterios de inclusión: Fecha de publicación (a partir del año 2007- diciembre 2018), acceso al texto completo, idioma (inglés, español). En relación a los criterios de exclusión, no se aceptaron artículos que se publicaron con anterioridad al año 2007.

RESULTADOS

Son muchas las aportaciones que podemos encontrar en la bibliografía sobre el papel de los padres ante la inapetencia de sus hijos si nos referimos a la edad infantil.

Se revisaron los textos completos de todos los estudios preseleccionados y se verificó que dieran respuesta al tema propuesto y cumplieran totalmente los criterios de elegibilidad.

Se efectúa una primera selección por título y resumen, obteniendo un total de 289 artículos, realizando una revisión y descartando aquellos que no se ajustan a los criterios establecidos, aplicando filtros por idioma (inglés, español), últimos 11 años y revisión. Obteniendo al final 32 referencias bibliográficas

DISCUSIÓN

Los problemas de alimentación son muy frecuentes en la infancia. A pesar de que en algunas circunstancias estos problemas mejoran por sí solos, en otros casos se necesita de intervención profesional.

En la primera etapa de la vida hay pocas opciones: la leche. Es el único momento de la vida en el que se come porque se siente hambre. Es importante la variedad al inicio de la alimentación complementaria para garantizar a partir de entonces una adecuada alimentación.

Las preferencias o rechazos alimentarios de los niños están poderosamente moldeados por el aprendizaje y la experiencia temprana. Con la excepción de la aparente innata preferencia al sabor dulce y el rechazo por los sabores ácidos y amargos, todas las respuestas afectivas por las comidas son adquiridas. En general los niños rechazan los alimentos que no les son familiares. Aunque se presenta resistencia inicial a un alimento no existe razón para ser mantenido en el tiempo

Frontera y Gimeno 1 puntualizan que es necesario que los padres conozcan cuál es la alimentación sana, además de practicarla, así como es importante tener en cuenta la forma de vida, trabajo de los padres, disponibilidad de tiempo para preparar comidas, disponibilidad económica para adquirir alimentos, tradiciones o incluso factores religiosos, ya que pueden influir poderosamente sobre dichos hábitos.

De acuerdo con la información recogida por Dalmau y Moráis 2, sabemos que, en España, la ingesta de proteínas y grasas es excesiva (sobretodo ácidos grasos saturados) y que el aporte de hidratos de carbono es escaso. La ingesta de pescado, verduras y hortalizas es baja a estas edades. Es común en España, lamentablemente, el no prestar demasiada importancia al desayuno, y eso que este, seleccionando los alimentos adecuados, contribuye a la prevención de la obesidad y mejora el rendimiento físico, intelectual y escolar.

Cabe destacar también, la caída del consumo de legumbres y cereales integrales así como el incremento de carnes y derivados, grasas y productos extremadamente calóricos. Es más, concretamente en la etapa de 1-3 años, la ingesta de proteínas es hasta cuatro veces superior a la recomendada, de acuerdo con el estudio ALSALMA (Dalmau y Moráis) 2.

Por su parte Jansen y col. alertan sobre lo que se conoce como la neofobia alimentaria que se podría definir como “el miedo a probar alimentos nuevos” y que sin duda afecta a los hábitos alimentarios de los niños y por tanto a su correcta nutrición y que cada vez está más extendido entre los jóvenes.

Otro de los problemas que puede aparecer a estas edades es la inapetencia, o lo que es lo mismo falta de apetito en el niño. Generalmente este rechazo de la alimentación no tiene causas fisiológicas sino que se deben a problemas conductuales relacionados con interacciones sociales y sobre todo familiares. De manera similar puede aparecer el negativismo que se define como el rechazo continuado de determinados alimentos y suele darse en niños consentidos, sobreprotegidos y dominantes.

CONCLUSIÓN

Si se concluye que se trata de un trastorno de la conducta alimentaria sin causa orgánica y sin compromiso nutricional severo, se sugieren como primeras medidas tranquilizar y educar a la madre y entorno familiar, aclarando que el niño no está desnutrido y el manejo debe ser enfocado fundamentalmente a reeducar hábitos de alimentación que se han alterado.

En la mayoría de los estudios citados observo como la obligación genera rechazo, se convierte en un trabajo forzado. El niño de los doce meses hasta los veinticuatro meses aproximadamente atraviesa una etapa de autoafirmación, con negación de los límites y normas parentales; contra el poder paterno; se convierte en un conflicto activo de poderes, sus padres se encuentran desarmados ante un hijo que ejerce de víctima.

Muchos autores coinciden en que las estrategias usadas por algunos padres en su intento desesperado para hacer que sus hijos coman, puede aumentar los pequeños problemas de alimentación ya existentes, hasta convertir la hora de las comidas en una experiencia negativa. Una conducta muy controladora o exigente de los padres impide que el niño aprenda a autorregularse por sí mismo.

Los problemas en la alimentación infantil llevan frecuentemente a la disminución del bienestar emocional y psicológico tanto de los padres como de sus hijos. He observado que los padres/ cuidadores no cuentan en muchas ocasiones con criterios claros sobre la búsqueda de orientación e intervención profesional, además la información que encuentran es a veces contradictoria.

Hay que tener en cuenta que además de todos estos factores hay niños que son malos comedores constitucionalmente, se trata de niños nerviosos y muy emotivos cuyos padres también tuvieron el mismo problema en la infancia. No suelen comer de la mano de sus padres y si de sus educadores

Se ha logrado observar que los genes podrían tener un papel importante en la regulación del apetito desde los primeros meses de vida y antes incluso de introducir otros alimentes diferentes a la leche materna. Los genes podrían influir sobre la sensibilidad a la saciedad y velocidad en el consumo de los alimentos.

– Teniendo en cuenta estos preceptos, hemos elaborado unas recomendaciones para trabajar las pautas alimentarias saludables que pueden seguir con sus hijos

Los niños aprenden por imitación, tanteo y repetición: el modelo alimentario de los padres tiende a reproducirse en sus hijos. Los padres como guías, un modelo a seguir, intentaran mantener la rutina a la hora de comer (lugar de la comida, tiempo asignado, alimentos y su orden, rituales familiares de higiene, etc.), aunque la presión del niño pretenda alterarlo, ayudándole así a que vaya comprendiendo y aceptando que la función decisoria en el ordenamiento de la familia es de los padres.

Un horario regular y previsible, separar comidas entre 4 a 6 horas, no picar entre comidas (de manera que permitan que el niño sienta deseos de comer antes de la próxima comida), el aviso previo a la comida, ordenar los juguetes antes de comer, lavarse las manos, participar en la preparación de la mesa, colocarse el babero/servilleta, sentarse en su asiento, usar los cubiertos, el orden de los platos, el ambiente de cordialidad e interés mutuo entre los comensales, no levantarse de la mesa sin consentimiento . Se debe igualmente separar el juego de la comida, permitiendo que el niño coma la cantidad deseada. El control antropométrico y de refuerzo de indicaciones debe ser periódico.

En esta línea, la presentación visual de un alimento es un determinante importante para su consumo, en relación a los colores, tamaños, formas del plato. También en el caso del tamaño, aquellas porciones grandes pueden disminuir tanto el gusto, como en el deseo hacia ese alimento. Las recomendaciones deben hacerse conociendo los hábitos dietéticos de la población y de la familia así como los gustos del niño. Si éste manifiesta una preferencia por un alimento, hay que utilizar dicho alimento como base para confeccionar diferentes comidas.

Se observa que además de una presentación apetitosa también hay que tener en cuenta el olor. Esta situación debe considerarse, si se tienen en cuenta que el olor es uno de los componentes que genera un gusto, anticipado al placer, lo cual influye en los mecanismos de regulación del apetito.

Para los niños, la comida es un juego y una forma de relacionarse con los padres, hermanos u otros niños. Por ello hay que presentarles los platos de manera atractiva (por ejemplo, con salsas que den colores a los alimentos). Además, los niños deben comer junto con todos los miembros de la familia.

Si los padres desarrollan sentimientos de culpa o miedo respecto a los hábitos alimenticios de su hijo puede dar lugar a una auténtica batalla entre ella y el niño a la hora de comer. La ansiedad y la angustia de los padres es una de las causas más habituales de alteraciones del apetito en los niños. Se convierte en un tema obsesivo y los rechazos del niño son el resultado natural del estrés y ansiedad que se crea en la familia a la hora de la comida utilizando esta actitud como un arma contra los padres.

El grupo de las verduras es el que más a menudo se rechaza y el de lácteos el que menos. A partir del segundo año de vida, las preferencias alimentarias de los padres determinan las de sus hijos.

En resumen, la alteración de la conducta alimentaria es un motivo de consulta de Atención Primaria frecuente, que si no se acompaña de signos clínicos de enfermedad, la mayoría tiene su causa en dificultades en la relación madre – hijo. Ofrecer pautas de manejo individualizadas, que permitan reeducar tanto a la familia como al niño, en relación a la conducta frente a la alimentación, debe ser la primera medida a efectuar por el pediatra.

Es tarea de los pediatras y de enfermería pediátrica educar y guiar a los padres y cuidadores en las distintas etapas del desarrollo, a fin de lograr establecer un patrón óptimo de alimentación, que se traduzca en una relación sana y natural con la comida, reconociendo y respetando las sensaciones fisiológicas de hambre y saciedad.

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